— ¿En qué momento se me ocurrió acompañarte a comprar los zapatos? –se quejó Saúl.
— Sabes que luego te lo recompenso –le dije pícara.
— Eso espero –rió mientras besaba mi mejilla.
Entramos en la tienda. Tras un rato de estar buscando unos zapatos, por fin encontré unos a juego con el vestido.
— Anda vamos –dije entrelazando mi mano con la de Saúl –. Te noto cansado –dije divertida.
Saúl me miró mal.
— Hemos estado tres cuartos de hora para elegir unos zapatos. Más te vale que me recompenses bien cuando lleguemos a casa.
— Pero si estás cansado –vacilé.
— Estáis todos contra mí, me hacéis bullying.
— Qué va, yo te quiero –le abracé. Él sonrió.
Pasamos por una tienda de ropa. Saúl se paró en el escaparate.
— ¿Quieres algo señorito? –pregunté haciéndole reír.
— Creo que me voy a comprar esa sudadera –dijo señalando una muy bonita.
— Te la regalo yo por haberme acompañado.
— No vas a dejar que la pague yo, ¿no? –preguntó rodando los ojos.
— Estás en lo cierto –lo cogí de la mano y entramos en la tienda.
Estaba Saúl en el probador, cuando vi a una mujer que se me hizo conocida.
Se giró. Estaba mirando una etiqueta hasta que alzó la cabeza y nuestras miradas se conectaron.
— No puede ser –susurré –. Saúl, date prisa –le pedí.
— ¿Pasa algo?
— Saúl, vámonos. Venimos otro día, pero por favor, vámonos ya.
— ¿Pero qué te pasa? –preguntó andando detrás de mí.
La mujer nos seguía.
— Cuando lleguemos a casa hablamos.
— No –me cogió por los hombros y me paró –. Tranquilízate, me estás preocupando.
— No, no, no –dije cabizbaja al darme cuenta de que la mujer se encontraba a escasos metros de nosotros.
— ¡¿Luna?!
Cogí a Saúl de la mano y seguí caminando.
— Cariño, esa señora te está llamando.
— ¡Luna, hija!
Esas palabras me hicieron llegar al límite. Me giré totalmente enfadada.
— ¡No me llames así! –grité –. ¡No tienes el derecho de llamar así a una persona a la que no la aceptabas desde que nació!
Saúl se mantenía mirándonos sin saber qué hacer.
— Por favor, déjame aclararte las cosas, tu padre y yo estamos muy arrepentidos de lo ocurrido –se excusó.
— ¡No quiero hablar con ninguno de los dos! ¡Para mí no sois mis padres, y para Amil tampoco, que os quede claro!
María, así se llamaba ella, suspiró.
— Éste no es el sitio ni el momento para hablar las cosas...
— Yo no tengo nada de que hablar –le interrumpí.
— Toma –me tendió una tarjeta –, si cambias de idea llámame.
Nos sonrió tristemente y se marchó.
Me giré y comencé a andar hacia el coche. Saúl me seguía en silencio, me conocía perfectamente y sabía que en estos momentos no quería hablar.
Al llegar al coche lo abrió. Me senté en el asiento del copiloto, apoyé mi cabeza entre mis manos y comencé a llorar.
Saúl, que estaba sentado a mi lado, me atrajo hacia él y me calmó.
El viaje hacia casa fue silencioso, Saúl me lanzaba varias miradas para saber si todo estaba en orden.
— ¿Quieres hablar? –me preguntó preocupado una vez que llegamos.
Asentí. Me senté en su regazo y me acurruqué en su pecho. Él me envolvió entre sus brazos.
— No entiendo nada –sollocé –. No entiendo por qué quieren arreglarlo ahora, si les debería dar igual.
Saúl me alzó el rostro y me limpió las lágrimas.
— Yo sinceramente hablaría con ellos, no pierdes nada –opinó acariciando mi mejilla –. Al fin y al cabo siguen siendo tus padres, por mucho que quieras, eso no va a cambiar.
Suspiré y apoyé mi cabeza en su pecho.
— No creo que quieran hacerte nada malo –siguió diciendo mientras masajeaba mi cabeza –. Pero quiero que sepas, que pase lo que pase, voy a estar a tu lado.
Levanté la cabeza y le miré. Sus ojos mostraban sinceridad.
Sin previo aviso uní nuestros labios.
Actos así hacían que me enamorase cada día más de Saúl.
ESTÁS LEYENDO
Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]
Fanfic"A veces tenemos que alejarnos de ciertas personas, no porque queramos, sino porque debemos." Empezada: 04/12/16. Acabada: 05/02/17.