Capítulo 4

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Me encontraba haciendo la maleta, esta tarde me iría a Múnich con el equipo.

Mi primer día de trabajo y ya tenía que viajar lejos con el club. En realidad sólo me lo habían ofrecido, pero acepté, no sabemos si volveremos a viajar allí en toda la temporada.

Respecto al equipo, esta mañana había hablado con todos ellos, mayormente con Gabi y Tiago. Digamos que con ellos he cogido más confianza que con los demás.

— ¿Llevas el cargador del móvil? –preguntó Amil por décima vez.

— Que sí, pesada –rodé los ojos. Se hizo la ofendida –. Sabes que en el fondo te quiero.

— Más te vale –reímos –. ¿Cuándo me vas a presentar a Yannick?

— Esta mañana le he hablado de ti –su cara cambió a una horrorizada.

— ¿Qué le has dicho?

— Que eres su futura esposa.

— ¿Tú eres tonta o en tu casa te entrenan? –preguntó roja como un tomate.

— Te recuerdo que vivimos en la misma casa –le guiñé un ojo.

— Touché.

Terminé de hacer la maleta entre risas y junto a Amil, me dirigí hacia el Cerro del Espino, donde habíamos quedado.

Tras cuarenta minutos aproximadamente, llegamos.

— Hermana, te veo nerviosa –dije riendo.

— Cállate.

— Si no te he dicho nada.

— ¡Mirálo! ¡Está ahí!

— ¡¿Quién?! –pregunté perdida.

— ¡Mi futuro esposo!

De repente Yannick giró la cabeza y sonrió. ¿Tan alto había gritado la loca de mi hermana?

— ¡Hey Yannick! –dije bajando del coche.

— ¡Hola! ¿Te ayudo con la maleta?

— No gracias, ya tengo a mi hermana para que la lleve –Amil se hizo la ofendida. Reímos –. Te la presento; Amil, Yannick; Yannick, Amil.

Se acercaron y se dieron dos besos.

— Así que esta chica tan guapa es de la que nos has estado hablando esta mañana –Amil se ruborizó –. La misma que decía que éramos novios ¿no?

— La misma –reí. Amil era un tomate.

— ¡Chicas! –nos saludó Noa –. Amil, ¿te encuentras bien? Parece que vas a explotar.

— Eh, estupendamente –reaccionó.

— Es hora de que nos vayamos yendo –anunció Carrasco.

Amil y yo nos fundimos en un fuerte abrazo.

— Llámame cuando llegues, ¿vale? –sonrió.

— Por supuesto –le di dos besos –. Te quiero.

— Y yo.

— Chicas, os vais a ver mañana por la noche, no seáis dramáticas –dijo Noa riendo.

— A las gemelas les gusta el drama –intervino Yannick. Reímos.

— ¡No quemes la casa! –le advertí dirigiéndome al autobús.

— Ha sido un placer –dijo Yannick guiñándole un ojo.

Tras un cuarto de hora de viaje en el autobús, llegamos al aeropuerto. Allí facturamos nuestras maletas y despegamos.

Estaba leyendo tranquilamente cuando noto que alguien se sienta a mi lado.

— Hola –sonreí mientras cerraba el libro.

— ¿Qué tal llevas el viaje?

— Bien, un poco largo –reímos –. ¿Y tú?

— Igual, pero ya estoy acostumbrado. Habrás traído ropa de abrigo ¿verdad?

— Sí sí. Miré el tiempo y vi que allí hace muchísimo frío.

— La última vez, cuando estuvimos en mayo, no lo hacía tanto, pero aún así hacía algo.

— Espero que el frío no os dificulte el juego.

— Confía en nosotros –me guiñó un ojo.

— Eso siempre –sonreímos.

Tras tres horas de viaje llegamos a Múnich. Antes de salir del avión noté cómo tocaban mi hombro. Era Lucas.

— Os he visto. Yo si fuera tú no mantendría mucho contacto con Saúl. Es muy buen compañero, pero en el equipo no se habla igual respecto a las relaciones con las chicas. Así que por favor, ten cuidado –me advirtió mirándome directamente a los ojos.

Y sin más se fue, dejándome con miles de preguntas, que tarde o temprano iban a ser respondidas.

Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora