Capítulo 30

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— Buenos días mi amor –escuché mientras sentía pequeños besos por toda mi cara.

Gruñí dándole la espalda.

Saúl rió a carcajadas.

— Qué buenos despertares tiene la futura señora Ñíguez –bromeó.

Los recuerdos de aquel día vinieron a mi mente.

Me giré con una gran sonrisa.

Al verme, sonrió. Subió mi camiseta y acarició la barriga, que se iba notando poco a poco.

— Estoy deseando saber qué es –opinó sonriendo.

— Hoy por fin es el día.

— ¿Te acuerdas de la apuesta? –me miró con una sonrisa ladina.

— ¿Y qué pasa si nacen todos niños? No podemos estar teniendo hijos hasta que salga una niña –bromeé resignada.

Saúl rió.

— Tienes que cumplirla, cariño –me guiñó un ojo y me atrajo hacia él.

Se colocó encima mía con cuidado y comenzó a besarme el cuello.

— Saúl... tenemos que ir al entrenamiento, hoy me citó el Cholo –dije poniendo las manos en su pecho.

— Venga, que nos da tiempo –hizo un puchero.

— Siempre te sales con la tuya –le reproché besándole.

...

— Buenos días míster, ¿qué quería?

— Buenas –sonrió –. Sabemos que aprobaste tus estudios y con buena nota, y que ahora mismo no estás trabajando. Así que, ¿por qué no trabajar aquí, en tu casa, con esta familia?

Sonreí ampliamente, no me lo creía.

— ¿Lo dices en serio? –pregunté incrédula.

— Estoy teniendo un déjà vu –rió recordando las mismas palabras que dije cuando me aceptaron para las prácticas.

— Me encantaría trabajar aquí.

— Magnífico –sonrió –. Te proponemos: empezar a trabajar ya y darte de baja cuando lo necesités por el embarazo o, empezar a trabajar después de tener al bebé.

— Empiezo ya –dije decidida –, mientras que no tenga que hacer mucho esfuerzo...

— Está bien –me tendió los papeles para firmarlos todos.

— Y bien, ¿ya se sabe lo que va a ser? –preguntó con una gran sonrisa mirando mi barriga.

— Hoy tenemos cita para saber su sexo –me palpé la barriga.

— Oh, por eso Ñíguez está tan contento –reímos.

— Lleva unos días... –reí.

— Tú sólo debés de tener paciencia, un Ñíguez chiquito da para mucho.

Asentí sonriendo.

— Para mucho, mucho –reímos.

...

— Saúl, me estás poniendo nerviosa, ¿puedes parar?

— Es que...

— ¿El señor y la señora Ñíguez? –nos pusimos de pie –. Pasen a consulta.

— ¿Señora Ñíguez? ¿En serio? –él me guiñó un ojo mientras me dejaba pasar.

Tras unos minutos de charla con el doctor, llegó la hora de saber el sexo.

Me tumbé en la camilla y me echaron el gel por encima de la barriga.

Saúl me daba la mano mientras miraba nervioso la pantalla.

— ¿Quieren saberlo? –nos preguntó el doctor con una gran sonrisa.

Asentimos.

— El bebé está en perfecto estado.

— O sea que es niño, ¿verdad? –preguntó Saúl sin creérselo.

— No cariño, ha dicho "el" pero es niña, no te jode –bromeé. El doctor rió.

— Su mujer está en lo cierto.

Miré de nuevo a Saúl con una ceja alzada.

Él me miró con una gran sonrisa. No tardó ni dos segundos en abrazarme.

Lágrimas de emoción brotaban de sus ojos.

— Saúl, cariño –reí mientras se las limpiaba.

— Sois lo mejor que me ha pasado en la vida –me besó.

El doctor hizo unas fotocopias de la ecografía y acabó la consulta.

En el viaje para casa, Saúl tenía una gran sonrisa.

Cogí su mano y la acaricié con mi pulgar. Él me miró y sonrió.

— Sabes lo que quiere decir que sea niño, ¿no? Que he ganado la apuesta.

Suspiré riendo.

— No puede ser...

— Ya sabes, hasta que no tengamos una niña no podemos parar de tener hijos.

— ¿Tú me has visto a mí cara de coneja o qué?

Saúl soltó una carcajada.

...

— ¡Oh dios, un pequeño Ñíguez! –exclamó Amil tras haberles dado la noticia.

— Te acompaño en el sentimiento –dijo esta vez Noa.

— Ya estamos con el bullying... –dijo Saúl mientras se sentaba a mi lado –. Sólo os digo que estáis en mi casa –reímos.

— Mira el lado bueno –aportó Griezmann, que le hacía carantoñas al pequeño Théo –, así Saúl no se la pega con loctite.

— ¡Yo no hago eso! –se quejó haciendo un puchero.

— Voy a tener que cuidar dos niños en vez de uno –dije riendo para después besarle.

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