Capítulo 14

3.1K 126 58
                                    

— ¿De verdad que no te importa dormir conmigo? –me preguntó Saúl por tercera vez mientras se quitaba la camisa.

— Que no, Saúl.

— La verdad es que lo estarás deseando, no todos los días se duerme con Saúl Ñíguez.

— Eres gilipollas, Saúl Ñíguez –dije riendo.

— Oh gracias, yo también te quiero –me guiñó un ojo –. Oye, ¿quieres hablar sobre lo de tu familia? –preguntó incómodo. Asentí.

Saúl se sentó en la cama apoyándose en el respaldo y yo me senté a su lado como un indio.

— Si no quieres no pasa nada...

— Lo que te voy a contar sólo lo sabemos los Griezmann, Amil y yo, por lo tanto, si te lo cuento es porque confío en ti y sé que no vas a decir nada –le advertí.

— No te preocupes, no diré nada –dijo acariciando mi mano.

— A ver, como sabrás, Amil y yo llevamos viviendo sin nuestros padres desde los dieciocho, es decir, desde hace cuatro años –él asintió –. Desde los trece, llevamos notando que la convivencia en mi familia se torció, digamos que nuestro nacimiento no fue bien recibido, ya que a mi madre la echaron del trabajo por estar embarazada y sólo nos manteníamos del dinero que traía mi padre, que no era mucho –suspiré –. Mi madre era modelo, así que se puede decir que le arruinamos la vida. Nos llevan guardando rencor durante todo este tiempo. Los últimos cinco años fueron un infierno, cada día era peor. Nos culpaban de todo sin tener culpa alguna. Y finalmente, a los dieciocho nos echaron de casa. Se negaban a mantener a dos personas a las que no habían querido.

Sentí dos regueros por mis mejillas. Estaba llorando y no me había dado cuenta.

Saúl me cogió, me puso en su regazo y me abrazó.

Sollocé.

— Shhh, tranquila –me acarició el pelo y besó mi cabeza –. No merece la pena llorar por ellos, ahora estáis rodeada de gente que os quiere, yo por ejemplo. Me vas a tener aquí siempre que lo necesites –me acurrucó más cerca de su pecho.

— Gracias por todo Saúl –dije entre sollozos.

Alzó mi cara y limpió las lágrimas con sus pulgares.

— No sabes cuánto te quiero.

Me besó. Por un momento me olvidé de todos mis problemas.

El beso empezó a subir de intensidad, tanto que nos sobraban las prendas. Saúl fue el encargado de ir quitándolas dejando besos por cada parte de mi cuerpo que tocaba.

Tras haberme dejado varios besos por mi vientre, subió a mi cara, donde devoró mis labios. Me miró intensamente.

— Cada día me encantas más.

En ese momento mi mente al igual que mi corazón, se hicieron un gran lío. ¿Sería verdad o sólo lo dijo por el momento?
Después tendría todo el tiempo para pensarlo, pero ahora disfrutaría.

— Te quiero –dije atrayéndolo hacia mí y besándolo.

...

— Muchas gracias por todo, de verdad, ha sido muy agradable pasar unas Navidades así, con vosotros –le agradecí a la familia Ñíguez.

— No nos des las gracias cariño, vuelve cuando quieras, siéntete como una más de la familia –dijo Pilar abrazándome.

— Vuelve cuando quieras, ésta es tu casa.

— Digo lo mismo que mi hermano –apoyó Jony –, aquí tienes un sitio más.

Tras las despedidas, nos montamos en el coche y emprendimos viaje hacia Madrid. Después de tres días, estábamos de vuelta.

Nos encontrábamos charlando tranquilamente cuando me llamaron, descolgué y lo puse en manos libres.

— Hey Griezmann –saludé

— Soy Noa.

— Lo mismo da –dijo Saúl riendo.

— Calla Ñíguez.

— Me hacéis bullying –dijo haciendo un puchero.

— No hombre –besé su mejilla.

— No hagáis esas cosas estando yo delante.

— Noa, no estás delante –reímos.

— Lo dices como si tú no hicieras cosas peores con Griezmann –se excusó Saúl.

— No digas eso Saúl, ellos dos son unos inocentes –dije sarcásticamente.

— Lo somos.

— Lo que tú digas cariño –reímos –. ¿Parece que has llamado?

— En Nochevieja cenamos en mi casa, compraré aperitivos y eso, pero lo que vamos a hacer es que cada pareja lleve un plato.

— Perfecto -opinó Saúl –, luego decís por el grupo qué comida tenemos que hacer cada uno.

— Ñíguez, tú mejor no cocines...

— Lo mismo digo, cocino yo y lo llevo por ti –dije riendo. Él me sonrió y me guiñó un ojo –. ¿Y quiénes vamos?

— Nosotros cuatro, Amil, el belga, Koke y Bea y los Torres.

— Perfecto.

— Bueno tórtolos, os dejo que voy con Antoine a pasear a Hooki. Hasta luego.

— Adiós Noa –dijimos al unísono.

Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora