Cuando salgo del departamento, voy hacia las escaleras, bajo sigilosamente los escalones cuidándome de no hacer mucho ruido. Tenía que estar precavido ante cualquier señal de alerta con mi machete en la mano, al llegar al último piso sólo vi a un infectado en la recepción al que rápidamente decapité con mi machete. Salgo al exterior y veo la calle desierta, prosigo caminando por las solitarias calles, atento ante cualquier movimiento o sonido extraño, casi vomito al ver en una esquina un montón de tripas envueltas en un enorme charco de sangre que despedían un olor putrefacto "Pobres personas, tal vez no se merecían morir de esa manera" pensé con horror.
Luego un extraño sonido me aparta de mis reflexiones y me concentro en los sonidos y movimientos en torno a mí, cuidadosamente sigo avanzando con mi machete y mazo, veo a la izquierda en un estrecho callejón un reducido grupo de tres infectados engullían vorazmente como lobos hambrientos a un pequeño cuerpo que pude identificar como una niña por su complexión física de no más de cinco años fue una imagen perturbadora y yo con cierto sadismo digo en voz alta: Se han sacado un boleto al infierno bestias diabólicas, ellos voltean, la sangre le chorreaba de la boca, yo me lanzo al ataque antes que ellos pero eran ágiles y los que estaban ubicados a la izquierda y derecha me iban golpear con su puños, yo con sorpresiva facilidad los esquivo, estos caen de frente al suelo con estrépito, el que se encontraba atrás del cuerpo destripado salta sobre mí, me alejo un poco y le golpeo en la cabeza lo que hace que su cráneo explote esparciendo sus sesos por todas partes.
Los otros dos se levantaron y saltan sobre mí, yo velozmente me volteo, los agarro por el cuello en el aire y los estrujo con fuerza estrangulándolo con mis ahora poderosos brazos y luego machaqué sus cabezas contra el suelo hasta que las noté que pulverizadas completamente, sólo quedaron sus sesos y pedazos de sus cráneos regados en el suelo ensangrentado, una expresión de morbosa satisfacción se entrevió en mi cara al verlos muertos e inmóviles y digo con ironía: ¿Qué pasa? ¿Por qué no se levantan? Todavía no habíamos terminado. Tenía tanta rabia y resentimiento acumulados que me desquité con esos monstruos salvajes que tanto daño habían causado en menos de dos días pero luego alejé esos pensamientos sanguinarios y me alejé caminando indolente del callejón ensangrentado tras es encarnizado encuentro con los infectados.
Al recordar el motivo de mi búsqueda: mi hermana en seguida me apresuré a trotar con urgencia a una velocidad admirable. Resignado entendí que debía de acostumbrarme a la presencia benigna del virus en mi cuerpo, a los cambios producidos tanto en mi fisionomía como en mis facultades y habilidades físicas proporcionándome más agilidad y fuerza que en una situación como esa eran necesarias. Me pregunté qué diría mi hermana al verme así, me reconocería o se asustaría de mi nuevo aspecto.
Pensaba en ello cuando divisé en una esquina un local donde podría haber víveres y provisiones, consideré adecuado guardar unos cuantos comestibles para el camino.
Yo entro en el local desierto e introduzco varias golosinas, chocolates, barras de cereal, galletas, unas cuantas botellas de agua y salí inmediatamente, pues no quería perder más tiempo valioso deambulando. Camino cuatro cuadras al este para ir a la escuela de Mónica, a medida que avanzaba veo una hilera larga de autos amontonados en la calle, entre ellos veo un camión alto y pienso en montare encima de él para tener una mejor vista y ubicarme, al saltar para ganar altura y llegar a la parte superior al saltar me elevo treinta metros en los aires y caigo boca abajo frente al camión y mascullo entre dientes: no puedo excederme. Será mejor que aprenda a controlar mis nuevas habilidades pues si no mataron los infectados podría terminar matándome yo mismo por no saber controlarme. Bajé del camión, de pronto mi estómago ruge, saco de mi mochila unas cuantas galletas y una botella de agua, me siento a comer, unos minutos después escucho unos gruñidos y aparecen unos perros a unos diez pasos frente a mí. Estos no tenían pelo, estaban totalmente calvos, su piel era negra como si estuviera chamuscada, tenía unos colmillos grandes y afilados, una fisiología monstruosa y musculosa, tenían el tamaño de un lobo adulto y por la forma en que gruñían no parecían tener intenciones amistosas cuando me pongo de pié ellos corren hacia a mí, yo sin dudar saco la ametralladora de la mochila y les disparo pero su piel parece endurecerse, las balas rebotaban y se desviaban sin causarles daños, yo asustado y desesperado salgo corriendo mi velocidad también había aumentado pero esos perros infectados tenían una notable velocidad y me estaban alcanzando, llegué a pensar que iba a morir devorado brutalmente por esas criaturas pero luego recordé las palabras de mi madre que resonaron en mi mente como un rayo: Te amo hijo, esas palabras me llenaron de coraje, salté treinta metros en el aire para alejarme de ellos, mientras estaba volando por los aires noté que me acercaba al centro.
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Erase una vez un apocalipsis
ActionEn varios países de sur América y parte de Europa aparece un virus que convierta a las personas en criaturas salvajes y caníbales como zombis en cuestión de horas. El primer país en instalarse es Argentina donde gran parte de la población a sido inf...