Capítulo 10 El final de la búsqueda

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Monica en Multimedia

Al cabo de una media hora llego a la escuela de mi hermana, agotado y adolorido pero entero a fin de cuentas. No estaba completamente seguro de que Mónica estuviera aún en la escuela, habían pasado casi tres días pero dudo de que ella allá ido muy lejos es sólo una niña de nueve años. También cabía la posibilidad de que estuviera muerta pero yo no quería ni siquiera pensar en esa posibilidad. Aunque Mónica la mayoría del tiempo fastidiosa, molesta y orgullosa a veces nos divertíamos y compartíamos juntos como buenos hermanos y debía admitirlo me sentiría aburrido sin sus fastidios y sus aires de superioridad ante mí.

Debía tratar de encontrarla aunque no hubiera posibilidad de que estuviera viva. Me monto en un autobús estacionado frente a la escuela para evaluar mejor mi situación. A unos metros en frente de la escuela veo a estudiantes, maestros y algunos representantes infectados que devoraban a alumnos que no habían tenido la suerte de escapar en un lugar más apartado a la derecha. Yo les miré con indiferencia fría, en poco tiempo este mundo y la cruel situación que estaba viviendo me habían vuelto insensible y desquiciado lo que antes me daba asco y rencor ahora casi ni me importaba y más bien me daba risa. Me dirijo lo más sigilosamente posible a la entrada, al llegar me di cuenta de que la puerta estaba bloqueada y cuando estaba a punto darle una patada para abrirla pienso: Si la pateo, haré mucho ruido y se acercaran hacia aquí, y lo menos que quería era que atacaran a las personas que pudieran estar adentro y con ellos a Mónica así que giro mi cabeza a todas direcciones en busca de otro lugar por el que pudiera entrar, y veo en el segundo piso una ventana abierta, salto y entro por ella tratando de no hacer ruido. Al entrar veo a un niño infectado de espaldas comiéndose a un maestro más adelante, me acerco despacio hacia él y cuando se percata de que estoy detrás de él era demasiado tarde y le tuerzo el cuello con un leve movimiento de mis manos silenciosamente, veo unos cuantos infectados más, enfrente dando vueltas sin notarme, había unas cuantas mesas amontonadas agarro una de ellas y camino de puntillas hasta que estoy frente a un pasillo donde la arrojo lo más lejos que pude y regresé de igual manera antes de que aparecieran los infectados y me mantuve inmóvil, el ruido atrajo a los infectados, cuando ellos se alejan yo me adelanto y reviso los salones, cada vez que entraba a revisar algún salón debía matar a los infectados lo más silenciosamente posible para no alertar a los otros lo que me costaba bastante.

Cuando termino de revisar en esa área me voy a otro piso donde se encontraba el salón de computación, el laboratorio de química, el salón de pinturas etcétera pero no encuentro más que sangre y cadáveres malolientes. De pronto veo a unos tres trepadores como los que encontré en el centro comercial queriéndome joder otra vez. Se tiran sobre mi saltando velozmente, pero yo los esquivo dando un giro, el que atacó primero creía que había bajado la guardia al ponerme de espaldas y se lanza sobre mí,  lo tomo por la cabeza y se la aplasto con mis manos como si fuera una insignificante uva. Los otros dos querían huir y alertar a los demás infectados de mi presencia pero antes de que pudieran hacerlo doy un salto suave y me coloco frente a ellos bloqueándoles el paso y con una gran sonrisa les digo: ¿Adónde van si apenas comenzamos? Y rápidamente les rompo el cuello a los dos, dejo sus cadáveres allí y sigo mi camino. Más adelante noto unos temblores en el suelo no podía ser otra cosa que forzudos.  Veo una pequeña reja en el techo que conformaba parte del ducto de ventilación, para evitar problemas con esas bestias de un salto me encesté en el interior del ducto que estaba polvoriento y con telarañas. Me pregunto si me habría notado, rogaba al cielo que no; esa bestia era enorme medía casi tres metros y si estaba cabreada podría destruir fácilmente todo lo que tuviese a su paso pero al parecer no lo estaba y solo caminó torpemente y pasó de largo, cuando no escuché más sus pasos pesados y estruendosos bajé de ese ducto y caí en el suelo. Me dirigí al comedor que igual que toda la escuela, estaba infestado de infectados, cuando abro las puertas ellos voltean hacia mí mirándome con esos ojos amarillos y vacíos una y otra vez comprobaba que esas cosas ya no eran humanas.

Erase una vez un apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora