Parte 42

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La luz del día me hizo abrir los ojos. Sentía el cuerpo como cuando te levantas con resaca, ¿qué había hecho anoche? ¡Ah, sí! Henry, mi hijo, había ido a buscarme a Boston y lo había traído a casa de su madre adoptiva, Regina Mills. Me había invitado amablemente a su casa y me había ofrecido una copa de whisky. Hablamos, y después salí de la casa de la alcaldesa de Storybrooke. Como ya era tarde, decidí coger una habitación en el hostal. Me he levantado de la cama con la intención de ir a darme una buena ducha.

«¡Ay!»

Me dolía por todos lados, como si un camión me hubiera pasado por encima o como si hubiera estado corriendo una maratón durante toda la noche. Me arrastré hasta el cuarto de baño y me desvestí. Una vez desnuda, abrí el grifo de la ducha y esperé a que estuviera a una buena temperatura. Aproveché para mirarme en el espejo y descubrí ligeros arañazos en lo alto de mis brazos.

«Pero, ¿qué estuve haciendo?»

Pensé. ¿Acaso me peleé con la Alcaldesa anoche? Hum...No, imposible. De acuerdo, es fría y altanera y literalmente me puso en la puerta de la calle, pero de ahí a llegar a las manos. Me metí en la ducha y pasé la cabeza bajo el agua. Gemí de placer al sentir el agua casi ardiendo correr por mi cuerpo. Tomé el champú y comencé a enjabonarme la cabeza. Después, lo dejé actuar varios minutos mientras me lavaba el resto del cuerpo. Finalmente, cogí una toalla y me enrollé en ella. Volví a la habitación para ponerme la ropa interior. Me sorprendí al ver tanta ropa en el armario. Sin embargo, pensé que había cogido lo estrictamente necesario al salir de Boston y ahí había un montón de ropa como si hubiera pasado un año en ese pueblo. Me encogí de hombros

«He debido darme en la cabeza, no puede ser posible todas estas cosas raras que me están sucediendo desde que me he despertado»

Me puse rápidamente unos vaqueros, una camiseta y un suéter antes de volver al cuarto de baño para intentar domar mi melena rubia. Intentaba algunos peinados y me decidí finalmente por dejarlos sueltos. Tomé mi mochila e intenté meter dentro toda la ropa, en vano.

«¡Mierda!»

Pues nada, cojo nada más lo que verdaderamente necesito y cuando regrese compraré lo demás. Lancé una última mirada a la habitación antes de salir, y acabé por bajar, sintiendo el buen olor de tortitas. El restaurante estaba tranquilo, solo algunas personas tomaban su café o leían su periódico matinal. Me senté en una mesa cerca de la ventana de manera que pudiera ver mi coche. La camarera se acercó a mí

«Buenos días, ¿qué te traigo?»

«Un chocolate caliente a la canela con un plato de tortitas»

«¡Ningún problema!»

Recorrí la estancia con la mirada y vi que dos personas, un hombre y una mujer, más o menos de mi edad, me observaban. Puse los ojos en blanco, exasperada. La gente de este lugar era rara, como si vinieran de otro mundo. Realmente no me sentía cómoda y tenía ganas de que la camarera excéntrica me trajera el desayuno para poder abandonar este pueblo lo más rápidamente posible. Al cabo de interminables minutos, se dignó finalmente a aparecer con el pedido. Suspiré de alivió y comencé a comer.

«¿Te vas a quedar un tiempo aquí?»

¿Qué era esa manera de tutear cuando no nos conocíamos?

«No, me iré en cuanto acabe de desayunar»

«¡Oh!»

Su mirada se entristeció. ¿Por qué? Es la primera vez que la veía y reaccionaba como si nos conociéramos desde hace tiempo.

«Solo he venido a traer a mi hijo a su madre adoptiva»

«¿Habla de Henry?»

Y he aquí que la joven que me estaba observando sin miramientos se entrometió en la conversación, ¡genial!

«Sí, ¿lo conoce?»

«Sí, soy su ab...su maestra»

«Bien...»

En realidad, me daba igual. Esa gente me ponía la piel de gallina. Me di prisa por acabarme mis toritas y mi chocolate. Cuando terminé, tomé mi chaqueta de cuero rojo y me levanté.

«Bien, ¿cuánto es?» pregunté a la camarera

«¡Nada, invita la casa!»

«Heu...ok...gracias» dije sonriendo

Iba a salir cuando la maestra de Henry me llamó, me di la vuelta para mirarla a la cara

«Tenga cuidado en la carretera y cuídese»

«Gracias...¡Usted también!» dije sin gran convicción

¡Sí, realmente extrañas estas personas! Salí y me dirigí hacia mi viejo escarabajo amarillo. Abrí el maletero y puse la mochila dentro.

«¡Emma!»

Miré a lo lejos y vi a Henry que corría hacia mí. Me bajé a su altura y me abrazó, estrechándome con todas sus fuerzas.

«No quiero que te vayas» dijo entre lágrimas

«Hey, chico, no llores, eh, volveré y más adelante podrás también ir a verme a Boston durante las vacaciones escolares»

«¡No! Quiero que te quedes aquí, en Storybrooke, te necesito, necesito a mis dos mamás, ¿entiendes?»

Suspiré, ¿qué podía responderle? Era tan adorable con su carita suplicante.

«Escucha, Henry, no puedo quedarme, mi vida está en Boston. Tengo una trabajo allí»

Él no respondió y se lanzó una vez más a mis brazos. En ese momento la vi caminar hacia nosotros, Regina Mills, con toda la elegancia de una reina.

Cuando estuvo a mi altura, me levanté y clavé mi mirada en la suya

«Buenos días señora Alcaldesa»

«Buenos días, Miss Swan» dijo ella con una débil sonrisa «entonces, ¿nos abandona?»

«¡Sí! No les molestaré por más tiempo»

Bajó la cabeza para que no pudiera ver su mirada. No, ¿estoy soñando o ella tenía ganas de llorar? Esta mujer tan fría y tan segura de sí misma de repente mostraba un lado tan frágil y tan diferente al de la noche anterior. Desvié mi mirada hacia Henry, aún abrazado a mí

«Venga, chico, ¡realmente debo marcharme!»

Lo besé en sus dos mejillas llenas de lágrimas y le acaricié tiernamente los cabellos

«Nos volveremos a ver, ¡te lo prometo!»

Me dirigí a mi coche y abrí la puerta del conductor

«Señora Alcaldesa, ¡hasta pronto!»

«Regina» dijo ella «llámeme Regina»

Realmente extraño...

«De acuerdo. Hasta pronto Regina, cuide de Henry»

«Adiós, Emma...»

Una vez dentro de mi vehículo, arranqué y lancé una última mirada por el espejo retrovisor. Henry estaba aferrado a su madre, llorando desesperadamente. Me rasgaba el corazón verlo así, pero no tenía elección, mi sitio no estaba en este agujero perdido. Conduje durante un buen cuarto de hora antes vislumbrar la salida del pueblo. Suspiré al ver el cartel «Está abandonando Storybrooke»

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora