Diana

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Al entrar al búnker, se topó con una escena bastante curiosa. Leo, totalmente manchado de grasa de la cabeza a los pies y con aspecto desquiciado, se tiraba los pelos y parecía tener un duro regateo con...¿tres pegasos?

Diana se acercó y el pegaso en cuestión, Blackbitter, corrió a ponerse detrás de ella. Los otros dos, uno blanco e increíblemente precioso, y otro marrón claro, lo imitaron.

-Genial, ahora se esconden detrás de ti-refunfuñó Leo.-Y yo quedo de malo. Pues por Hefesto que yo lo he intentado. Tendremos que ir en busca del arco a pata, porque yo con estos animales cabezones no puedo.

Uno de los pegasos bufó, y Diana tuvo la sensación que Leo no era muy popular entre los caballos alados.

-Relájate, Leo; te falta un tornillo-bromeó Diana. Leo la fulminó con la mirada.-¡Oh, vamos, tú cuentas a diario chistes más malos! ¿Qué pasa?

-¿Que qué pasa?-preguntó Leo incrédulo.-Llevo toda la noche mejorando las sillas de montar, para que sean más cómoda...¡pero esos que hay detrás de ti no se las quieren poner!-protestó Leo, y le dio una patada a una llave inglesa que rodaba por el búnker.

Diana se volvió hacia los pegasos.

-No habla en serio, ¿sabéis?-dijo con los pegasos.-Es demasiado tonto para entenderos, ¿a que sí?-le dijo al pegaso más cercano, el blanco, mientras le acariciaba las crines.

Éste relinchó, como si le estuviera dando la razón. Diana sonrió, y se sintió satisfecha cuando el caballo la dejó acariciarlo. Pero al pasar sus manos por el lomo del animal, descubrió unas irregularidades en el pelaje.

-Leo, ven-lo llamó, pero el caballo retrocedió unos pasos.

Diana se volvió.

-Tranquilo, chico. Te prometo que no te hará daño.

Leo, aún reticente, se acercó a la chica. Diana lo obligó a pasar la mano por el lomo del pegaso.

-¿No notas esas irregularidades?-exclamó Diana.-Son heridas. Tus brillantes sillas puede que sean cómodas para nosotros, pero desde luego que no para ellos.

-Seguro que son los tornillos de las juntas...¡Claro! ¿Cómo no me he dado cuenta?-exclamó Leo. Cogió una silla y comenzó a descoser la juntura.

Trabajaron juntos hasta que casi amaneció. Mientras Leo revisaba la estructura de la silla, Diana apaciguaba a los animales, y le hacía sugerencias a Leo, de manera que se aseguraba que esta vez estuvieran bien para ambos, jinete y caballo. Diana sujetó a los pegasos, que no se fiaban un pelo del chico, mientras Leo colocaba las mejoradas sillas.

-Nada mal, ¿eh?-dijo Leo cuando los pegasos estuvieron ensillados.

-Choca esa, llamitas-dijo Diana.

-¿Llamitas? ¿Es en serio?-Leo se cruzó de brazos mientras le dirigía una de sus sonrisas coquetas.-Por favor, este llamitas enciende un fuego en tu interior, bombón.

-Ya tuviste que arruinar el momento-Diana rodó los ojos.

Una vez en el campamento, se encontraron con Jason, que estaba teniendo una pegajosa despedida con Piper. Mientras, Annabeth y Diana compartieron información. Diana le contó las averiguaciones de Nico mientras Annabeth escuchaba todo atentamente.

-Eso me hace temer aún más-dijo la rubia cuando Diana terminó su narración.-Por eso...tomad-dijo, tomando un cuaderno con aspecto de viejo.

Diana lo examinó. En la portada estaba representado el arco de Artemisa, y las páginas estaban rellenas con la letra de Annabeth.

No soy tu novia (Leo Valdez #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora