Uno: Leo

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"Éste, definitivamente, no es mi día", fue lo único que le dio tiempo a pensar a Leo mientras caía.

Hasta aquel momento no había ido tan mal, después de todo. Por fin, después de meses y meses desde la última batalla, le habían encargado salir del Campamento Mestizo para ir en busca de un nuevo semidiós detectado en Pennsylvania. Podría haberse encargado cualquier sátiro, pero Quirón pensó que le vendría bien salir un poco. Despejarse.

Para ser sinceros, Leo podía haber desobedecido en cualquier momento al centauro, pero compartía con él un pensamiento en común: necesitaba salir un poco.

Así que había accedido, e incluso había puesto la mitad de pegas que lo normal por montar en pegaso. Odiaba esos bichos; no eran nada comparado con volar en dragón, por no hablar ya de en barco gigante de guerra. Pero bueno, Backbitter no podía ser tan malo... ¿no?

"Ironías de la vida", pensó Leo mientras se precipitaba hacia la copa de un árbol. Chocó con hojas grandes y pequeñas, y un montón de ramas que le arañaron la cara, los brazos y la ropa. Se dio con el tronco del árbol y cayó al suelo con un golpe sordo.

—Maldita sea...—murmuró Leo, y se tocó la cabeza.—Backbitter, vete olvidando de esos terrones de azúcar.

La cabeza le daba vueltas y no veía nada claro, pero juraría que había alguien observándole. 

Una chica...

Sí, definitivamente era una chica.

El corazón de Leo dio un vuelco y empezó a palpitar más rápido.

—¿Cal?—preguntó con voz esperanzada.

Una risa que no sonaba nada como la de Calypso resonó en los oídos de Leo.

—Lo siento, niño pájaro, pero yo no soy tu novia.

"Calypso no es mi novia. Ya no", intentó decir Leo, pero la cabeza le seguía dando vueltas y más vueltas, y no enfocaba con claridad. Intentó disimular la desilusión que sintió, aunque no lo consiguió muy bien.

Sacudió su cabeza, pudiendo ver con detenimiento a la chica.

Tenía el pelo marrón algo revuelto, y unos ojos verdes que refulgían con fuerza. Era muy guapa, pero no sólo eso. Poseía algo que llamaba la atención, algo con mucha fuerza.

—Preferiría que reconsideraras tu apodo, preciosa—dijo, sacando sus dotes de galán de telenovela. No estaba en forma, pero el impresionante Leo Valdez seguía ahí...¿no?

Al parecer, no funcionó, porque la chica lo miró con el ceño fruncido. Hizo un movimiento y Leo no tardó de notar un frío metal en el cuello.

—Eh, eh, eh, tranquila—dijo, manteniendo las manos en alto, sin incorporarse del suelo.—Si no te gusta que te diga preciosa, puedo cambiarlo por "bombón", ¿ qué te parece?

La muchacha lo fulminó con la mirada y le espetó:

—Levanta. Ahora.

Leo, maldiciendo su suerte, se puso de pie, con cuidado de que su cuello no quedara ensartado en el cuchillo afilado de la muchacha. Aunque Hefesto siguiera siendo el padre menos agraciado de todo el Olimpo (en otras palabras, feo), Leo podría llegar a empatarlo si aquella chica le ensartaba su cuchillo en la garganta.

Se calmó un poco al comprobar que la chica era más baja que él, pero ella seguía teniendo ventaja.

—¿Quién eres?—pregunto la muchacha, escrutándolo fríamente.

Leo se permitió hacer una reverencia.

—Leo Valdez para usted, señorita—hizo uso de su sarcasmo.—Creador del Argo II, semidiós parte de la Gran Profecía que derrotó a Gaia y gran cocinero de enchiladas, a su servicio—y le dirigió su sonrisa más cortés.

Pues ella seguía sin parecer impresionante. Leo empezaba a pensar que aquella chica estaba hecha de granito, porque ni se inmutaba con sus intentos de ligar. O de, al menos, no terminar muerto.

—Demuéstralo—exigió ella.

—¿Qué?—se le escapó a Leo.

—Que lo demuestres—frunció aún más el ceño ella. Sus ojos verdes seguían brillando con fuerza.—¿Cómo sé que no eres un monstruo gigante de un sólo ojo? ¿O una profesora con serpientes en la cabeza? Sólo lo repetiré una vez: demuéstralo.

Leo, en aquél momento, entendió que Backcbitter, después de todo, no lo había hecho tan mal. Aquella muchacha era la semidiosa que estaba buscando. Quizá hija de Ares, o puede que de Atenea. Leo sólo esperaba que no fuera hija de Hefesto.

Pero primero, antes de averiguar si la chica con la que hablaba era su hermana o no, tenía que salir vivo de esta.

Así que invocó al fuego.

Éste se extendió por su cuerpo rápidamente, aunque no incendió el bosque. La chica retrocedió, pero si estaba asustada no lo demostró. Seguían demostrando fiereza, pero a Leo le pareció ver algo de miedo en sus ojos.

Sonrió.

—Porque, si quisiera hacerte daño, lo hubiera hecho ya—dijo. Se planteó seguir ardiendo un poco más, para impresionarla, pero ella miraba con temor detrás de sí, donde un ciervo observaba atónito la escena, y Leo decidió que ya era suficiente.—Vengo por ti. Me han encargado llevarte a un sitio para los que son como yo. Como tú. Semidioses.

La chica por fin abrió la boca y, gracias a Dios, no dijo nada parecido a: "Ay, ayuda, aquí hay un maniático pirotécnico que está chalado y se cree Tarzán". En cambio, preguntó:

—¿Semidioses?

—Medio humanos, medio dioses griegos...o romanos—se rascó la cabeza Leo. Después volvió a sonreír.—No sabes de quién podrías ser hija, ¿verdad? Porque yo creo que Afrodita...

—Teniendo en cuenta que mis padres están muertos y que nunca los he conocido, no, no lo sé—lo interrumpió la muchacha.

A Leo le entraron ganas de darse de cabezazos con el árbol que tuviera más cerca. ¿Cómo podía ser tan bocazas?

—Yo...esto...

Pero, contra todo pronóstico, la chica le sonrió y bajó el arma.

—Diana—dijo.—Me llamo Diana.

Leo sonrió, pero de repente que algo con alas, mucho más grande que un pájaro, descendió del cielo hasta llegar a posarse cerca de ellos, con ademanes exhaustos.

—Backbitter, tío, ¿dónde te metes?

[Capítulo editado el 18/10/2019 por la bella autora]

No soy tu novia (Leo Valdez #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora