Leo

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Leo no era muy consciente del todo de lo que había pasado.

Las visiones habían provocado que se le revolviera el estómago, como cuando probaba el puré de patatas de su tía Rosa de crío. Realmente espantoso.

Era consciente de la presencia de Diana a su lado. La miró. Tenía el pelo liso totalmente revuelto, algunos moratones en la cara y un corte en el labio. Llevaba la pesada armadura, que debía de costar llevar una tonelada. Leo sabía de lo que hablaba; al fin y al cabo, su lugar eran las forjas.

Pero Diana cargaba con él sin quejarse. El brazo de Leo le rodeaba los hombros, y Diana apoyaba su mano derecha en su costado para sostenerlo, mientras que la izquierda estaba encima de la mano de Leo. El chico no se le ocurría ninguna razón por la que quejarse.

Entonces Diana sonrió. Sus ojos verdes brillaban y, a pesar de que estaban en una misión que podía ser la clave para salvar el mundo, ella bromeó diciendo:

-¿De nuevo "on fire", Llamitas?

Leo quería responder con algo ingenioso, pero no se le venía nada a la cabeza. Sus circuitos se habían sobrecargados.

Y en ese instante Leo se dio cuenta de lo mucho que quería a la chica de los ojos verdes y fuerza sobrehumana.

Aquella revelación recorrió su cuerpo por dentro, introduciéndole a Leo una adrenalina que lo hizo poder caminar de nuevo. Sentía como el frío de la niebla desaparecía, como el increíble Leo Valdez volvía a la vida. Esa sensación no era Leo-tástica. Había llegado a un nuevo nivel. Era Diana-tástica.

Leo estaba en su propia nube...bueno, hasta que dio con los dientes en el suelo.

La mandíbula le crujió sospechosamente, y Leo se la frotó mientras soltaba quejidos de frustración. Por lo demás, parecía que estaba bien.

-Lo siento-masculló detrás de él Diana.

Leo se olvidó de su dolor. Diana se frotaba la cabeza, pero Leo sospechaba que la tenía tan dura que sería el suelo el que se había hecho daño. "Nota mental; nunca decirle esto a Diana", se recordó Leo.

-Me he tropezado con un maldito escalón-bufó Diana mientras miraba el escalón que separaba la sala en la que se encontraban de la maldita estancia de la niebla.-En serio, ¿quién pone un escalón en mitad de ninguna parte? Es como poner un trozo de mortadela sin pan y pretender que es bocadillo.

Leo rió. Se estaban adentrando en el interior de un profundo templo con horribles trampas, pero Leo se sentía cada vez mejor.

-Podrías haberlo evitado si no me hubieras arrastrado-dijo Leo, incómodo de repente.-¿Por qué lo has hecho?

Diana dejó de prestarle al escalón y lo fulminó con la mirada. Leo sabía que la había cagado de nuevo, aunque no acertaba a adivinar por qué. No era una pregunta tan rara; Leo pesaba más que ella y, por muy fuerte que Diana fuera, podría haber salido de aquella más rápido sin el lastre apellidado Valdez.

-¿Es en serio?-preguntó Diana, como si no se creyera que Leo fuera tan tonto.-Lo dices de broma, ¿no?

Parecía que fuera a decir algo más, pero en ese momento una carcajada la cortó. Leo empezaba a estar harto de mujeres maquiavélicas; sólo con aquel viaje ya había cubierto un cupo de por vida.

En el centro de la sala había una mujer joven, tal vez de unos veinte años. Vestía una sencilla túnica blanca y llevaba una diadema dorada en la cabeza, que le daba un aire a una diosa. Aunque su mirada la estropeaba un poco; fruncía las cejas y tenía una mirada turbia y enloquecida que a Leo le dieron escalofríos. Su cabello rubio se desparramaba sobre sus hombros desnudos.

No soy tu novia (Leo Valdez #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora