Leo

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Leo silbaba como una cafetera. Estaba tan contento que seguramente echaría humo por las orejas y parecería una tostadora o algo así.

Acababa de terminar el molde para el arco mágico de Artemisa. Había decidido hacerlo blanco, con una mezcla de oro imperial y bronce celestial para mayor resistencia. El diseño era lo que lo había retrasado pero, finalmente, el molde estaba hecho. Sólo faltaba la cuerda, fundir los metales, meterlos en el molde y, con él, en la forja y esperar. En una semana estaría terminado.

La verdad es que su padre se había portado. Cuando llegaron al campamento tras una fiestecilla en el Olimpo (en la que What does the fox says había superado a un haiku de Apolo; gran momento en la historia de los Valdez), se había encontrado el búnker 9 lleno de bronce celestial, oro imperial y muchos otros materiales de los que no tenía ni idea. Había empezado a probar algunos y sólo de pensar en las propiedades infinitas que tenían sentía que se iba a prender fuego a sí mismo.

Inconscientemente se tocó el bolsillo que tenía en el pecho. Esperaba que no.

Sacó sus nuevas posesiones más preciadas, que guardaba constantemente ahí. Corrían el peligro de quemarse si Leo se descuidaba, pero el chico había puesto más empeño que nunca en no ponerse a arder. Sí, podría haberlas guardado en el cinturón portaherramientas, o quizá en algún otro lado, pero Leo las prefería ahí, lo más cerca posible de su corazón. Sí, sólo eran dos simples fotografías, pero para Leo tenían ya el mismo valor que su cinturón mágico o que Festo. Le hubiera gustado tener el resto, pero accidentalmente quemó la cámara y esas eran las únicas que había conseguido salvar.

Leo las contempló, a pesar de que las había visto tantas veces que se las sabía de memoria. La primera era de la noche tras la batalla contra Calypso. En ella Leo cargaba en su espalda a Diana, que le tapaba con una mano los ojos mientras con la otra hacía el símbolo de la paz. A pesar de no haberla podido ver en aquel momento, Leo le estaba sacando la lengua a Piper, que mientras les hacía la foto había hecho un par de comentarios que habían bastado para poner roja a Diana y para que a Leo le entrara un hormigueo enorme en el estómago.

La segunda era un selfie improvisado. Diana había cogido la cámara y le había dado un beso a Leo en la mejilla. Él salía riéndose de la sorpresa, con manchas de aceite en las mejillas, porque estaba trabajando en el taller, como todas las noches.

A la vuelta en el Campamento Mestizo, Leo se había volcado en su proyecto, mientras que Diana había estado muy ocupada poniéndose al día con el resto y descubriendo nuevas habilidades de su arco. Habían seguido horarios muy diferentes pero, todas las noches, Diana había ido al búnker 9 con él. La chica no entendía mucho de mecánica, pero sí de arcos, y había tratado de ayudarlo en lo que había podido. La mayoría de las noches había acabado quedándose dormida allí, pero a Leo no le importaba lo más mínimo. Dormía mejor con Diana, y sospechaba que a la chica le pasaba lo mismo. Además, desde su batalla contra Calypso, la chica se había vuelto muy friolera, así que mientras dormía tenía la tendencia a acurrucarse junto a Leo. En lo personal, al chico no le molestaba este cambio.

-¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

Leo se sobresaltó y se cayó de la silla. Dio con el culo en el suelo y soltó una maldición en griego antiguo.

Diana comenzó a reírse.

-Muy graciosa, bombón. He estado a punto de morir del susto, pero adelante, ríete-dijo Leo, desde el suelo todavía.-Luego te lamentarás de haber perdido a un novio tan irresistible, maravilloso, alucinante...

-Cierra el pico, Valdez-dijo la chica mientras lo ayudaba a levantarse.-Está más que justificado. ¡Es tu cumpleaños!

A Leo se le había olvidado, pero iba a sacar partido de aquello.

No soy tu novia (Leo Valdez #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora