4: La Maldición

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Alexia esperó a que Brus respondiera, pero él se limitó a quedarse allí
sentado mirándola fijamente.

-¿Y bien? -preguntó ella finalmente, incapaz de seguir manteniéndole la
mirada.

Brus parpadeó por fin, y los iris de sus ojos se llenaron de chispas de
color ámbar.

-¿Qué quiere que le diga? Entonces yo sólo tenía veintidós años.

¿Y eso qué significaba? ¿Que se había enamorado de verdad, o que era
demasiado joven y demasiado salvaje como para controlar sus deseos sexuales?

-¿Cómo va usted a limpiar la reputación de Heladeria Montero cuando la suya propia no está lo que se dice impoluta? -insistió Alexia, negándose a dejar escapar el tema.

-Estoy más que cualificado para sacar a Heladerías Montero de este lío -aseguró Brus estirando los hombros.

-Y yo también —respondió ella, aunque era consciente de que en parte había sido culpa suya.

- ¿De veras?

Brus se colocó el maletín sobre el regazo y lo abrió. Con un rápido
movimiento de muñeca colocó un fajo de periódicos sensacionalistas sobre el escritorio de Alexia.

Los titulares le atravesaron el pecho como un mazazo.

"Una maldición misteriosa destruye el imperio del helado."

"La mafia actúa en Boston."

"¿Conseguirán sobrevivir los Montenegro, de origen siciliano?"

"Fruta de la pasión contra pasión mortal."
"¿Quién ha intentado asesinar a un hombre inocente?"

-Ya los he leído -se defendió Alexia-. Y no son más que mentiras. Esa maldición es una tontería, mi familia no tiene ninguna relación con la mafia, y el hombre que sufrió una reacción alérgica a la pimienta se recuperó sin ninguna secuela.

-Tal vez, pero no basta con negar los hechos. ¿Qué plan tiene usted para
defenderse de la mala prensa, señorita Montenegro? Ese es un trabajo muy arduo.

Alexia apartó los periódicos y su úlcera pareció cobrar vida, produciéndole un dolor intenso que le resultaba familiar.

-Tengo pensado organizar un concurso -respondió-. Algo que atraiga el interés del público.

-¿Un concurso de qué tipo? ¿Para elegir el nombre de la maldición?

-Se trataría de crear un nuevo sabor de helado -dijo Alexia mirándolo con
los ojos entornados-. Montero invitará al público a crear un sabor que remplace a la fruta de la pasión. El ganador del concurso y el nuevo sabor atraerán la atención de la prensa.

Brus permaneció sentado en silencio, valorando su idea.

-Es una estupenda herramienta de marketing-dijo finalmente-, pero es
demasiado pronto para organizar un concurso. Primero necesitamos algo más jugoso. Un gran escándalo, algo que le haga olvidar a la prensa el desastre de la pimienta.

-Y supongo que usted ya ha pensado en el escándalo perfecto.

-Para ser sincero, todavía no -confesó Brus pasándose la mano por un mechón rebelde-. Pero cuando lo encuentre, usted será la primera en saberlo.

-No me gusta la idea -le dijo Alexia-. Lo único que haremos será reemplazar una sarta de mentiras por otra mentira. No me parece bien.

-Pues lo siento. Es la única manera. Créame, ya me he visto en esta situación otras veces -aseguró él agarrando uno de los periódicos-. Y dígame, ¿de qué va ese asunto de la maldición?

-¿No se supone que ya debería estar al tanto? -
inquirió Alexia, llevándose la mano al estómago para tratar de calmar el dolor.

—Quiero escucharlo de su boca, conocer su punto de vista.

-Ya le he dicho que es una tontería -respondió ella levantándose del asiento y dirigiéndose hacia el mueble bar-. ¿Quiere beber algo?

Brus negó con la cabeza, y Alexia se sirvió un vaso de leche.

-Es bueno para el cuerpo —comentó ella al observar que Brus miraba la
leche con curiosidad.

-Eso parece —respondió él deslizando la mirada por sus curvas con masculina aprobación.

«No me mires así», pensó Alexia para sus adentros.
«No coquetees conmigo. No me mires con esos ojos de cama».

Pero Brus lo hizo. La miró. Muy de cerca. Del mismo modo en que la había mirado en su sueño, unos segundos antes de desnudarla.

Ninguno de los dos habló. Se quedaron mirándose fijamente el uno al otro, atrapados en uno de esos extraños y sensuales momentos.

Brus desvió por fin la vista y ella se llevó el vaso de leche a los labios,
permitiendo que el líquido blanco se deslizara suavemente por su garganta.

-La maldición —le recordó Brus con voz un tanto ronca.

Alexia tomó asiento y trató de recuperar su habitual compostura. No pudo evitar pensar que aquella atracción imposible sí que era una maldición.

-Todo empezó con mi abuelo -comenzó a decir-. Dejó plantada a una chica que quería casarse con él, y en su lugar se fugó para casarse en secreto con mi abuela el día de San Valentín. Entonces, la otra chica lanzó una maldición contra ellos y sus descendientes. Juró que la desgracia caería sobre ellos el día de su aniversario, convirtiendo San Valentín en una fecha terrible.

-Entonces, ¿por qué eligió usted el catorce de febrero para presentar la
fruta de la pasión? —preguntó Brus—. Me parece un poco arriesgado.

-Porque estaba decidida a demostrar que la maldición no existía. Además,
un sabor llamado «fruta de la pasión» era una buena promoción para el día de San Valentín -aseguró Alexia antes de darle otro sorbo a su leche-. O así debió haber sido.

-Me ha mentido, señorita Montenegro —dijo Brus guardando los periódicos en su maletín-. Usted no piensa que la maldición sea una tontería. Ahora cree en ella.

-No soy una mujer supersticiosa, pero debí haber sido más cauta -se defendió Alexia tratando de disimular su sentimiento de culpabilidad—. A lo largo de los años han ocurrido hechos desafortunados en mi familia el día de San Valentín, pero siempre me parecieron coincidencias.

-No se preocupe por eso -aseguró Brus-. Yo repararé el daño.

-No, yo lo haré -respondió Alexia.

Él se encogió de hombros y le dedicó una de esas sonrisas lentas y sensuales suyas, que la hizo recordar que había soñado con él.
Cuando Brus se levantó para marcharse, Alexia escuchó un imprevisto golpe de lluvia azotando las ventanas que tenía a su espalda.

Una lluvia fresca, dura y masculina.








Se que desde hace mucho no escribia... pero hoy subire dos capitulos mas.
De a poco ire actualizando las demas

Mi Deseable Rival (+ 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora