1: Dama de Hierro

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Alexia Montenegro no tenía ganas de fiesta, pero le dio un sorbo a su vaso de Chardonnay, rezando para que el vino no le sentara mal al estómago. Luego se abrió paso a través de la multitud que había asistido a la gala benéfica luciendo una sonrisa que quería decir:

«Todo está bajo control».

Sabía que era importante dejarse ver y mantener la cabeza bien alta, sobre todo en aquellos momentos. Alexia era la vicepresidenta de marketing  y relaciones públicas de Helados Montero, un imperio familiar de helados italianos. Una empresa que estaba siendo acosada por los medios de comunicación.

Y Alexia se sentía en parte responsable por ello.
Avanzó entre la multitud, saludando a los rostros conocidos con una inclinación de cabeza.
Había ido allí para dejar testimonio de su presencia, pero pensaba que sería mejor evitar las conversaciones largas. Sólo se veía capaz de saludar educadamente. Y con aquella idea en mente, se limitaría a probar la comida, beber un sorbo de vino y esperar a que transcurriera el tiempo suficiente como para poder despedirse y hacer una salida digna.

-¿Alexia?

Ella se detuvo cuando reconoció a Claris Rivera, una socia de la empresa que revoloteaba por la escena social como una mariposa, posándose de invitado en invitado.

Claris batió las pestañas antes de inclinarse sobre ella

- ¿A que no sabes quién ha preguntado por ti?

Alexia sospechaba que habría mucha gente hablando de ella, comentando el fracaso que había cosechado el mes anterior durante el acto publicitario que había preparado para el día de San Valentín, y que había terminado en desastre. Un amigo de Alexia que se había pasado por el acto invitado por ella había sufrido un grave ataque de anafilaxis debido a la pimienta que alguien había echado en el nuevo sabor de helado que aquel día presentaba Montero.

Alexia había sentido entonces deseos de matar a alguien, al menos inconscientemente. Y todavía no había superado la culpa y la vergüenza que sentía por aquello.

-Bueno, ¿y quién ha preguntado por mí? -preguntó girándose hacia Claris
y obligándose a sí misma a sonreír.

- Brus Dolton.

-¿Está aquí? —preguntó mientras su sonrisa se desvanecía de golpe.

-Sí. Me ha pedido que te busque.

-¿De veras?

Alexia miró a su alrededor. La flor y nata de la sociedad de Boston campeaba a sus anchas, pero, en algún lugar, escondido entre los esmóquines negros y los trajes de diseño, estaba su nuevo rival.

Con gesto nervioso, Alexia se llevó la mano al collar de diamantes y perlas
que llevaba al cuello, y deseó no habérselo puesto. La reputación de Brus la golpeó como un mazazo. El chico de oro. El príncipe, el mago del mundo de las relaciones públicas.

La familia de Alexia esperaba que trabajara con él, que siguiera sus
consejos. ¿Por qué no le dejarían a ella reparar por sí misma el daño con los medios de comunicación? ¿Por qué la obligaban a trabajar con Brus Dolton?

Él le había dejado bastantes mensajes en la oficina, insistiendo en que contestara sus llamadas. Así que por fin Alexia había reunido el coraje suficiente para hacerlo. Pero su conversación profesional se había ido calentando, y ella había terminado por mandarlo al diablo.

Y ahora él estaba allí.

-¿Te importaría decirme dónde se encuentra? —le pidió a Claris.

Mi Deseable Rival (+ 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora