Divididas (COMPLETA)

Capítulo 6

Capítulo 6

Miami, Florida, 2013

Aquella mañana en particular, el sol se mostraba inclemente, incluso debajo de aquel centro de descanso, conformado por algunas mesas cubiertas por la sombrilla en color escarlata característica de aquel exclusivo club. Verónica miraba descaradamente hacia los cuerpos femeninos que se trasladaban de una actividad a otra, cubiertos con algún traje de baño, conjunto deportivo o ropa informal para pasar el rato. Siempre aprovechaba sus gafas oscuras para mirar sin ser descubierta, aunque de cualquier manera le daba exactamente igual si alguna de las mujeres que analizaba la descubría, pues simplemente la miraba con más intensidad, le sonreía cínicamente y conseguía al menos su número telefónico.

Aquello era un talento natural de Verónica. No podía negar que le había traído muchas satisfacciones desde el momento en que supo que le gustaban las chicas. Nunca se había sentido realmente interesada por un hombre, aunque estos la buscaban de una manera que parecía casi obsesiva, pues ella los encontraba "insípidos" y con una sinceridad arrolladora les dejaba saber lo poco que le generaba interés salir con ellos.

A cambio, Verónica se había vuelto una persona que muchos consideraban "fría"; raramente podía crear lazos afectivos con las chicas con las que salía, la mayoría sólo por una vez o incluso dos, pero no pasaba de aquello. Había alguien, sin embargo, que le generaba sentimientos que a la latina le costaba afrontar; Lucy Vives era una chica espectacular, que Lauren y ella habían conocido en la escuela. Cuando eran más jóvenes, Lucy tenía una belleza que Vero encontraba un tanto "particular", pero con el paso del tiempo, las largas conversaciones y el análisis de su sonrisa, notó que la otra chica era realmente bella, en todos los sentidos posibles.

Fue así como comenzó a desarrollar un lazo afectivo, por primera vez. Se descubría a sí misma pensando en qué regalarle, en qué decir para hacerla sonreír, en encontrar la forma de que aquella mirada oscura se llenara de luz con alguna de sus palabras. Sin embargo, Verónica no sabía como asimilarlo. Tenía miedo de no ser correspondida, y peor aún: tenía miedo de serlo.

Por eso había decidido callar todo lo que sentía cada vez que Lucy estaba cerca. Incluso se lo negaba a sí misma, a Lauren (quien terminó descubriéndolo de todos modos) y a Lucy, quien la había confrontado al respecto antes de tomar la decisión de pasar un tiempo en Puerto Rico. Verónica no lo sabía, pero de haber confesado que lo que sentía por ella era más que una atracción pasajera, Lucy se habría quedado para al menos intentarlo, pues cumpliendo el peor miedo de la latina, Lucy también la quería.

Pero eso había quedado en el pasado, o al menos era lo que Verónica se hacía creer todos los días. Con la ausencia de Lucía aumentaron las citas esporádicas, los romances efímeros y la falta de compromiso con quienes ella establecía relaciones. Aquello parecía funcionarle bien, (aunque se sintiera sola) y por ello, no estaba dispuesta a dejarlo.

La sensación de bienestar le invadía el cuerpo luego de aquella ducha posterior a su sesión de esgrima. No era profesional en aquel deporte, pero le agradaba cuanta actividad la ayudara a mantener su figura. Decidió entonces ir hacia el spa que se encontraba a unos pasos. Aprovecharía para recibir un masaje relajante y ver si podía por fin conocer a Camila, la chica de la que Lauren le había hablado tanto. Caminó hacia la entrada de aquel sitio, y lo primero que logró distinguir la hizo prestar atención. Había una chica de cabello castaño y lacio, piel apiñonada, de cuerpo delgado pero bien formado y una risa estruendosa que le hizo detener el corazón. Tras ella se encontraba una chica notoriamente más alta y de facciones más gruesas y particulares. Su cabello estaba teñido de rubio, contrastando con su piel caramelo.