Capítulo 18: Louis, cuentame más.

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 Tenía que apartar esos pensamientos de mi mente, no puedo tocarla. La mire a los ojos, ese marrón claro que me mantenían despierto por noches enteras, pensando en ellos y en todo lo que se han humedecido e inundado por mi culpa, hermosa e inigualable Amy.

— ¿Qué pasa Louis?

— No sabes cuánto siento lo que ha pasado hoy  me disculpe.

— ¿Y de que me sirve tu sentir? eso no va borrar nada.

— Lo sé Amy pero necesitaba que lo sepas, estoy arrepentido — tome su mano — ven vamos a sentarnos  fuimos al sillón de la sala y nos acomodamos, ella se quedó mirando por la ventana. La nieve caía y al parecer le gustaba.

— Te gusta ver la nieve caer — pregunte.

— Me recuerda a mi madre.

— Ohh... — mire su pecho, traía una blusa de tirantes color negro y pude notar sus pezones endurecidos por el frío, no pude evitarlo tenía que mirarlos — ¿Tienes frío?

— ¿Por qué?

— Pregunto...

— Sí, un poco.

Ven vamos a mi habitación, esta mejor ahí  sonreí.

— Está bien, pero nada de andar queriendo abusar de mí  soltó una risa, música para mis oídos.

— ¡Amy! te he dicho que no volverá a suceder, te he pedido que me perdones — agache la mirada, ahora no confía en mí... aunque si no lo hiciera no vendría conmigo a mi habitación.

Está bien ya, vamos — dijo.

La volví a tomar de la mano y fuimos a mi habitación, cerré la puerta con el seguro, una costumbre.

¿Por qué le pones seguro?  sus ojos de abrieron como platos.

— Costumbre  dije y mire hacia otro lado.

— ¿De que era lo que querías hablar conmigo?  pregunto.

— Siéntate — me aventé en la cama e insegura se sentó a mi lado.

— ¿Qué pasa? — suspiro.

— Necesito que en verdad me perdones, no sé qué me paso — dije.

— Te perdono  dijo.

— ¡Gracias Amy!  alce la voz.

— Pero no lo olvidare nunca — mis ánimos volvieron a caer arrastrándose por la vergüenza.

— Sé que eso puedo arreglarlo.

— Louis... eso dijiste la última vez. En que serías el de la primera vez ¿Lo recuerdas?

— Lo recuerdo, tampoco lo olvido.

— ¿Entonces, Qué paso ayer?  toque su rodilla. Ella se movió.

— No lo sé Amy... no es igual, es diferente contigo.

— ¿Diferente en que?

— Tú no eres igual que las otras.

— ¿Qué otras? Yo no veo a nadie más aquí — trato de hacerse la que no sabia a lo que me refería.

— No estoy jugando Amy. Las de la ciudad a todas esas chicas ofrecidas y borrachas. Tú no eres como ellas.

Secuestrada → l.t PAUSADA HASTA NUEVO AVISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora