29.Solución.

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El Garrafa manifestó desconcierto y se levantó de su asiento para aproximarse a Heber. Dio pasos con lentitud y ambas manos empuñadas detrás de su espalda, lo detalló de cerca.

—¿Quién te mandó niño?—dijo mientras caminaba pensativo alrededor de él.

—El Chamán Gárgole señor—respondió como un soldado en la guerra.

El Garrafa asintió de inmediato y cambió su desagradable imagen por una más apacible.

—¡Bueno, basta de presiones!... Lo haré—dijo resignado al final—. A Gárgole tengo mis años sin verle, debe de estar más viejo...—sonrió de medio lado mirando hacia cualquier parte.

—Le aseguro que sigue joven, señor.

—Condenado. Eso debe ser por fumar tanta hierba.

Heber soltó una tímida e incómoda risa.

—Dime primero esto... ¿En qué línea de tiempo estás?—preguntó en tono intimidatorio también bajando la quijada.

—En la irregular.

Subió la barbilla sin inmutarse y respondió con pesar.

—Lo entiendo...

El Garrafa apartó la mirada de Heber y contempló al lado suyo, en donde yacía un cuadro precioso, el dibujo de una hermosa chica con un vestido artesanal color turquesa. Le brillaron los ojos al observar aquel cuadro.

—Ella... Era el amor de mi vida... y la perdí por ese infeliz deseo.

Heber posó su visión muy abajo, prácticamente en el suelo pedregoso.

—Lo siento...—dijo lento, al rato elevó la mirada y le preguntó—. ¿Qué deseo pidió?

—Tenía 38 años... pedí que mi abuela se salvará de la incurable enfermedad del timotokono, la misma que destruye cada célula del cuerpo hasta borrar la existencia de vida. Cuando lo pedí, pensé en mi abuela y no en alguien más, pero no sabía que ese desgraciado deseo era para todos los que conocía... Después de aquello mi abuela vivió y yo era muy feliz con mi familia. Pero pronto... acechó la maldita incongruencia, primero fue con mis hermanos, luego mis padres y por último mi esposa que también estaba embarazada...—Heber agachó la cabeza todavía más abajo, y el Garrafa tomó una leve pausa y reanudó—. Mi abuela era muy vieja entonces, tenía 86 y por el deseo vivió hasta los 125 años... Murió por la vejez y apenas partió de este mundo hace 17 años...

«Dios... Qué mal le ha ido a este hombre», resonó dentro de sí.

—Qué triste señor Garrafa... Y su deseo era mejor que el mío. No se merecía esto.

—Está línea esta maldita chico. Al comienzo todo es maravilla, pero luego, inclusive más temprano que tarde... Llega la desgracia y por montones—Volvió a verle la cara y preguntó sereno—: ¿Qué te sucedió niño? ¿Qué pediste?

—Pedí que Francisca fuera mi novia...—El Garrafa sonrió con sosiego y sopló con gracia.

—No es un mal deseo—admitió—. Creo que tienes salvación niño.

—¿Sí?

—Por supuesto, toda mi vida la he dedicado a investigar sobre esta noche y existen soluciones...

—Y, ¿Por qué está aquí? ¿No consiguió salvarse?

El Garrafa sonrió con lástima y manifestó con crudeza:

—No se trata de eso. El problema es que para hacerlo... hay que esperar a que llegue otra noche de brillo azul.

—¿Qué trata de decirme con eso?—Heber no entendía, algo olía mal.

—La única manera de contrarrestar el efecto de la noche de brillo azul... Tiene que ser en otra noche de brillo azul—Heber abrió los ojos estupefacto—. Y la penúltima noche fue hace más de cincuenta años... y la última, hace unos días... si los cálculos no fallan, la próxima noche será comenzando el nuevo milenio.

—No...—Negó, perdido en la oscuridad de sus pensamientos—, es mucho tiempo...—reiteró su desaprobación con mayor insistencia.

—Lo siento... Pero nada puede cambiar a eso.

Noche de brillo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora