39.Temor.

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La esperanza le entró de imprevisto y se irguió de pie con entusiasmo.

—¡Amigo! ¡Estás vivo!—Lo abrazó estando aturdido y un fuerte llanto resurgió desde su interior.

—¿Qué ha pasado amigo? ¿Cómo has estado?—Ciro se presenciaba sorprendido, Heber luego dejó de un lado el abrazo y respondió.

—Qué no ha pasado amigo...—Miró al cielo con melancolía en sus labios—. Es una terrible historia...

...

Heber le pidió encarecidamente que no contará nada a nadie, Ciro accedió. Ambos fueron a casa de él, puesto que Heber no quería volver a su hogar, no podía hacerlo sino hasta acabar con todo el desastre.

—Listo—indicó Ciro, después de cerrar la puerta de su cuarto con seguro—. ¿Qué sucedió?—Se sentó a orillas de la cama al igual que Heber.

—Primero amigo, es complejo muy de explicar...—Rascó su pelo con la mano y dejó de hacerlo al momento—. Estoy viviendo mi vida en otra línea del tiempo.

—¿Otra línea del tiempo? ¿Cómo es eso?, ¿Estás bromeando?

—¡No!, no es broma... mira, ¿Ves el cielo?—Apuntó su mirada a la ventana—, existe una noche de brillo azul que te cumple el deseo que quieras.

—Sí. Me han contado de ella pero es una leyenda de los mentiro...—Heber irrumpió.

—Es de verdad.

—¿Qué? No puede ser...—Ciro se vio envuelto en desconcierto.

—Sí, sí puede ser. Te lo digo porque pedí un deseo...

Ciro no creía que todo fuera cierto e incrédulo dijo:

—Ajá, entonces... ¿Cuál fue?

—Que Francisca fuera por fin mi novia—Ciro bostezo sin motivo y se sumergió en estupefacción.

—¡Entonces es de verdad! Increíble, yo también hubiera pedido un deseo...

—Es lo peor que puede existir Ciro... te lo puedo asegurar—Negó sereno. Ciro retomó el bostezo y preguntó:

—¿Por qué?

—Porque todos han muerto.

—¡Qué!

—Sí amigo...—Batió la cabeza con inmenso dolor.

—¿Quiénes?

—Primero... mi tía, luego Jaider, Kendry, mi padre...

—Basta—Ciro empezó sus fuertes lazos sentimentales. La aflicción y el tormento le embargaron el alma de inmediato, esperó y tragó más aire en un suspiro, conmocionado contestó:

—Te creo... Heb—Recostó su cabeza lentamente en la cama, miró también al techo—. No puede ser... Qué triste.

—Sí...

—Y, ¿Cómo puedes solucionarlo?

—Según el Chamán, tengo que hacer lo normal de la otra línea del tiempo, es decir, lo que tengo que hacer...—Ciro interrumpió.

—¿Qué Francisca no te quiera?

—Sí, ¿cómo lo supiste?

—Es lógica amigo, tendría que ser lo opuesto para la solución, ya sabes que me gusta resolver las cosas por mi cuenta—Heber recordó que a Ciro le encantaban de sobremanera completar los rompecabezas y acertijos del periódico, casi siempre escribía en casa con papel de cartón y un pincel viejo de Heber.

—Cierto, se me olvidaba... Bueno, intenté hacer eso diciéndole que no la amaba más y no funcionó, por el contrario, me uní más a ella...—Distrajo su vista mirando a la ventana.

Ciro volteó a verlo con pesar y respondió—: Has sufrido tanto amigo...—Empequeñeció sus ojos—. ¿Sabes? Tengo sueño...

—Duerme—dijo Heber, el pensar las tragedias de la noche nublaron su coherencia de actos y sintió que algo iba mal...

Se tomó un tiempo corto, rememorando que sería aquello... Dilataba sus pupilas de un lado para el otro, buscando soluciones desesperadas.

Un corrientoso sentimiento le sobrevino sin clemencia al cerebro y declaró los ojos en inagotable chasco. «¡Maldita noche! ¡También quieres matar a Ciro!»

—¡Ciro! ¡Amigo! ¡Despierta!—Heber lo empujaba con molestia, Ciro no respondía.

—¡Maldita sea! ¡Ciro!—Le dio un par de cachetadas, hasta que por fin despertaba.

—Amigo..., ¿qué pasa?—respondió con el sueño pegado a sus ojos, estaba somnoliento a más no poder—. ¿Por qué me despiertas? Estaba a punto de dormir...

—¡No lo hagas! ¡Es una trampa!

—¿Trampa? Deja de decir tonterías...—Volvió a tirarse para dormir.

—No te voy a dejar aquí así cómo así—Heber lo arrastró de la muñeca con desmedida fuerza y Ciro se previó medio despierto.

—¿Qué rayos quieres hacer?

—Yo sé lo que hago, solo conserva el silencio—Ciro calló y Heber lo apoyó, y le llevó del brazo al cuello para terminar enganchado al hombro. Y mientras andaba entre tropiezos, abrió el seguro de la puerta y salió decidido para irse hacia el exterior.

La incomodidad y los ojos del asedio de individuos pueblerinos no le importaron, las piernas le ardían y la indecisión lo hundía. Ciro adormilado, pesaba el doble de lo estimado y Heber estaba cansado de aquellos trajines en días pasados, sea lo que fuere, estaba dispuesto a hacer lo imposible para evitar que durmiera porque sabía que si Ciro lo hacía...

Moriría.

Noche de brillo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora