46.Nostalgia.

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—¡NO! ¡NO!—Negó mientras seguía en desmedidos gimoteos. Sus puños le tapaban el rostro y las lágrimas no dejaban de caer recorriendo en sus pómulos. Su respiración cortaba en forma permanente y los ojos le enrojecían al punto de volverse como la sangre. Nunca pudo sentirse tan devastado y patético en su vida. La realidad superaba a la ficción y lo hacía con creces, y también, acompañado con la muerte y desgracia en cada esquina.

El sol se ocultaba entre nubes y el atardecer se aparcaba, Heber no distinguía la luz amarilla del sol naciente por su color habitual, sino por un alterado azul reflejado ante sus ojos junto con el perpetuo matiz de la oscuridad, aquello era la prueba irrefutable de que la noche había transformado en realidad su pesadilla.

Heber llegaba a la Villa sin darse cuenta que sus pies eran puerto fijo en la tierra muerta y seca, su mirada abnegada lo decía todo. Caminaba encorvado con sus brazos postrados, sin movimiento alguno. Sus ojos eran de dolor, su mirada era azul y su vida era negra como la pesadez de la noche entre tempestades y neblina por doquier.

Heber empezaba a llorar nuevamente mientras deambulaba por las calles. La noche acontecía sin ser invitada.

Ya no tenía más, estaba afligido en la locura. Todos murieron por él, y él, no sabía qué hacer.

Tenía miedo. Le ardían los ojos, la nariz y cada uno de sus orificios lo asfixiaba hasta el no poder más. Heber se arrinconó en un mural, sentándose en el desaseado suelo con la cabeza agachada tragando asquerosa humedad.

—Me quiero morir—dijo cabizbajo y escalofriante. Estaba abandonado sin siquiera estarlo.

—¡Mátame! ¡Mátame de una buena vez perversa noche!—gritó impotente y aturdido—, maldita noche...—renegó nuevamente—, maldita noche...—repitió en susurro con mucho dolor. Heber, abatido a más no poder, miró un momento hacia su brazo y postró su mirada ahí. Después, un reflejo azul más profundo del normal que veía, lo absorbió.

No creyó en lo visto, la indecisión emergió de su mente, no lo creía se repetía alienado. Hasta que elevó la mirada al cielo.

Las nubes resplandecían acabando en los bordes con un cálido celeste vivo, las estrellas brillaban como faros azulejos en el cielo y el mismo era plenamente azulino en cada uno de sus espacios. La luna terminaba coloreada en sus costados.

Heber abrió los ojos con impresionante asombro y respiró atragantado.

La noche... aparecía por segunda ocasión.

Y aquella vez, volvía a regresar para él.

—¡La noche está azul! —gritó consternado y alterado. El alma y la esperanza le acometieron al cuerpo, su corazón renacía con rapidez y ya estaba por encima del roñoso empedrado. La incertidumbre cambió de lugar con el miedo, y en su caso, no daba respuestas.

—¿Qué hago? ¡Dios! —exclamó acelerado en desenfreno. Heber comenzó a correr con enloquecida demencia a cualquier sitio. No sabía qué hacer, tantas personas e ideas le habían dado ánimos y ganas de seguir, pero ninguna le dio un buen plan. Fabiana había hecho de las suyas, fue lo primero que le asistió al cerebro, la noche volvió para él, aunque debía correrle a la misma, al ser tan efímera como el fino perfume de una damisela.

—¡Chamán! —gritó en shock. Aquellos recuerdos atrofiaron su mente, pues solo él podía salvarlo de este desbordado caos.

Sin tardar medio segundo, se dirigió corriendo con la mayor de sus locuras, las piernas le quemaban por dentro después de tanta zancada y su frente sudaba, la noche parecía estar viva y latente en cada minuto entrante. Heber no dejaba de observar arriba para presenciar si no desaparecía.

En menos de lo que canta la sirena del barco pesquero, Heber ya ejecutaba un acto de presencia en la choza de palafito superando el entablillado con facilidad.

—¡Chamán!—gritó nuevamente. Las puertas de su choza andaban cerradas y selladas—. ¡Gole!—Nadie le contestó.

—¡Maldita sea! ¡Gole dónde estás!—gritaba efusivo, los minutos corrían e iban contando. La noche no perdonaba ningún respiro.

—¡Voy a entrar!—declaró sin juego. Y sin perder más, fue tosco como una mula campesina con toda la fuerza que tenía directo a derribar la puerta estampada. La misma resistió con fortaleza.

Le lanzó varios puños y una feroz patada pero sus intentos se redujeron a verse empujado al mismo lugar, no podía hacer nada. Su enclenque figura no hacía ni un corto rasguño a la portilla.

—¡Rayos!—repudió con desdén.

Analizó con detenimiento en la choza y por los lados vio una pequeña ventanilla que estaba en un costado. Para llegar a ella tenía que superar un angosto borde que ofrecía la choza, y así lo hizo.

Se sostuvo entre las maderas salientes y poco a poco fue acercándose a la ventana, su equilibrio y alargada complexión le era de provecho por primera vez—Más rápido—Se dijo arengándose así mismo. Titubeo varias veces antes de llegar y por fin abordó hacia su objetivo, no lo pensó mucho y se trepó de la vertiente con dificultad. Entró de cara por la ventana y cayó de la misma manera, aunque poco le importaba golpearse pues la adrenalina destilaba extensos restos de energía en su sangre.

Al entrar, valoró que todo estaba en su sitio, no había nada diferente desde la última vez que estuvo ahí. Heber caminó un poco asustadizo y observó a simple vista al Chamán, que se hallaba dormido y acostado, sentado de medio lado con ambos brazos apoyándose de su retaguardia. Las plumas y vendas en su cara le ocultaban el rostro y al lado del mismo yacía una carta que enunciaba un nombre: Heber.

Tomó la carta tembloroso, y la abrió sin cuidado. La carta escribía:

«Sí ves esto... debo estar muerto—Heber vio al Chamán y presenció que no respiraba, era verdad. Lo estaba—, y quizás la noche volvió. Sé que tienes miedo y no sabes que hacer, pero recuerda lo que te dije, y corre rápido que la noche tiene contado su fin».

Heber no leyó más y se apresuró hacia la puerta, quitó el sello con facilidad y partió corriendo eufórico. Había perdido tiempo, minutos y segundos que le eran valiosos para vivir pues la noche de brillo azul estaba al borde del fin. No sabía cuánto tiempo le quedaba disponible entre sus manos.

Noche de brillo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora