49.Incertidumbre.

283 94 8
                                    

Heber llegaba a la choza del Chamán, y le contó lo sucedido.

—Volviste a la línea normal. Bien hecho—dijo el Chamán.

—Gole... ¿Recuerda la noche?

—Claro. ¿Quién crees que soy yo? Soy el Chamán de este pueblo—dijo con ligera soberbia—. Sé que fallecí en la otra línea temporal, pero eso fue por tu deseo. Mi espíritu siempre seguirá vivo.

—Los demás... ¿por qué no la recuerdan?

—Porque la noche de brillo azul no hace recordar catástrofes del pasado. Solo sigue siendo una noche que cumple con un deseo. De mi parte, recuerdo todo porque mi espíritu está en otro nivel de entendimiento. Todos vivimos mil vidas pero solo tenemos un espíritu encargado de vivirlas.

—Y, ¿Dónde está Francisca? ¿Por qué nadie la recuerda...?

El Chamán cambió su cara levemente.

—Tranquilo chico, ella está en alguna parte... aunque nadie la recuerda en tu línea temporal, porque ella fue la causante de la desgracia... —Heber se iba un poco hacia atrás—. Ella es la anomalía del tiempo ordinario, por eso la noche intenta eliminarla.

—¡Pero ella no tiene la culpa de nada! —bramó.

—Para la noche... sí la tiene—dijo lamentándose— . Ya no debe existir en esta línea.

—No...—Se negó rotundo—, no diga eso... por favor, ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? maldita sea...—frunció atragantado, golpeando su cara con el puño—. Y a Francisca... ¿Cómo? si yo solo... la amaba.

Bajó su dolor a tal punto de gimotear sin lágrimas, porque estaba despojado del sentir tristeza. Se asoló su alma como la mirada perdida entre la endecha ajena, que era más propia que nunca, se desapareció del mundo queriéndolo así, no deseaba coexistir en él ni un minuto más. El infierno existía de verdad y era su corazón ardiendo de sufrimiento. Aunque en realidad... se había apagado para no volver a sentir.

—No te detengas...—dijo el Chamán, afectado por el dolor colosal de Heber.

—¿Por qué?

—Heber, te recomiendo algo.

—¿Qué cosa?

—Una locura. Ve, y búscala con el pensamiento y la mirada. Ella está allá, afuera, en plena calle, acariciando los atardeceres... porque la puedo sentir...—Cerró sus ojos y los abrió de inmediato. Heber regresaba a él mismo, el relato espiritual del Chamán le dio un ánima—. ¡Heber! ¡No la dejes perder...! Aunque eso sí, ella recuerda todo... Si antes dijiste que te rechazó en esta línea y tú la odiaste en la otra. No esperes un buen trato de su parte. Solo toma buena suerte y corre.

Heber sonrió como un pobre hombre y volvió a alzar su mirada, recuperó las inexplicables fuerzas que le restaban para al final afirmar a todo o nada. Sintió el susurro de Francisca tocando sus puertas y se largó corriendo con la decisión de ir a encontrarla. Debía de luchar por el amor de ella, fuera como fuese posible. No había segundas oportunidades.

Después, el Chamán sonrió al cielo y dijo:

—¿Ves? No era tan difícil, Humberto.

—Hey... hace rato no escuchaba mi nombre. Y sí, tenías razón Gárgole. Ese niño tiene suerte de principiante...—replicó el Garrafa sonriente mientras se hallaba sentado en las sillas de afuera de la choza.

—Lo siento amigo. Te extrañaba un poco, tenía décadas sin verte... Y bueno, ya verás... aquel chico le ganará a la noche. Estoy seguro.

—¡Deja ya de delirar! ¡Viejo decrépito!—bramó con risas—. Y apaga tu sopa que se va a evaporar como el carbón de hoy, engendro con plumas.

—¡Carajo! —soltó al aire desconcertado—. ¡Voy!

...

La noche poco a poco iba reapareciendo, el sol se ocultaba entre nubes y montañas. Heber corría a todas partes y no la encontraba.

—Noche azul... ¿Por qué a Francisca? ¿Por qué no a mí?—maldijo con nostalgia a la noche. Una simple y común noche que brillaba con luz de armonía y serenidad. Francisca no aparecía en ningún lado, no existía más en el mundo.

Heber caminaba cabizbajo y desilusionado, la noche, le había arrebatado aquello que más quería, al único amor de su vida. Estaba triste, vaciado del alma por la multitud de intentos fallidos, al final no se lo merecía Francisca, no y nunca, discurría Heber con la mente ruidosa y acalambrada por tanto malestar.

Cientos de imágenes pasaron por su retina, volando en el azar de sus recuerdos, entre ellas, su primer beso y el último te amo que ella le dijo. Suspiró repetidas veces, las formas de encontrar vida se le agotaban, entró en estado súbito de caos. Se le olvidó todo lo elemental para vivir, todo lo necesario para seguir... tanto así fue, que no pudo mantener el equilibrio en sus piernas y cayó de rodillas mirando al piso, que dibujaba un gris de melancolía irreparable .

Se detuvo un rato sin respirar, observó ambas palmas de sus manos y se lo pensó otra vez: «¿Qué hice... para que terminaras así?» comenzó a perder el aliento y ya no encontraba la forma de asimilarlo, era crudo y real, desgarrador y definitivo, el final dictó su sentencia. Todo estaba tan maldito e insoportable que no había humano en el país de los deseos que sintiera tanto dolor y desconsuelo como Heber. La noche era la verdadera muerte y nunca se apagó porque siempre estuvo encendida como antorcha en las estrellas.

Sin embargo, miró enfrente.

Y su mirada se cortó, por el escalofrío del alma encontrada con un golpe celestial. Había algo más.

Noche de brillo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora