14.Felicidad.

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Ella se acercó más y Heber se colocó en pie.

—¡Corazón!—gritó Francisca—. ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada—Se arrimó al lado de Heber y le dio un corto beso en la mejilla seguido de un prolongado abrazo.

Sin respuesta, no supo qué decirle a su chica y solo titubeó como pudo.

—Fran... cis—Su voz se cortó.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?—Lo tomó con sus dos manos de los cachetes.

Heber se serenó un poco y dijo:

—Toda la mañana te he estado buscando. Tu madre me dijo que estabas con Camacho.

—Sí, estaba con él.

—¿Por qué?

Francisca rio entrecerrando sus ojos.

—Corazón. ¿Es en serio? No sientas celos tontos, el único chico que me importa aquí eres tú—Acabó con sonrisa—. Él sólo me acompañó a comprar las verduras y después regresé a casa.

Heber la escuchó con atención y permaneció sonriente. Al terminar sus palabras se le acrecentó su sonrisa a niveles estratosféricos y sus ojos brillaron con mucho enamoramiento.

—Qué linda. Es que... Pensé que todo había sido mentira.

—¿Qué? Para nada, tú me encantas y te quiero, todos los chicos del pueblo son tontos en comparación contigo. Ven, dame la mano. Vamos a caminar.

Y como un niño pequeño haciendo caso, Heber cumplió cada una de las peticiones de Francisca con diligencia, y se fueron a caminar por los alrededores pueblerinos.

El día era soñado para Heber.

Todos le saludaban como el campeón del día anterior, que reía con Francisca tímido e inmerso en infinita alegría, sosteniendo de la mano a su dama. No creía que estuvieran pasando tantas cosas magníficas, era un sueño estupendamente cumplido. Algunos reían sin parar por la camisa de su tía.

Pasó cercano a la casa de Ciro que practicaba con Jaider. Le dijo a Francisca que esperara un momento, ya que saludaría a sus amigos, ella accedió la petición esperando.

—¡Amigo!—pronunció Ciro entre burlas—. ¿Y esa camisa?

—Me la regaló mi tía—Ciro volvió a burlarse con fuerza, como si un chiste hubiera superado la barrera de sus oídos.

—Amigo... Yo te quiero y todo, pero mira esa camisa... está espantosa ¿Paseaste por todo el pueblo con ella y Francisca?

—Sí.

—Está bien. Y, ¿eso qué estás con Francisca?

Heber cambió la cara. Ciro adivinó.

—No... No... ¿De verdad, verdad?—titubeó con sorpresa.

—Sí.

—¡Oh, amigo! ¡Te felicito!—Le dio un abrazo de felicitación y se apartó—. Que genial. No lo puedo creer.

—Ni yo.

Al instante, Jaider se acercó a saludar a Heber y se cayó rumbo a ello.

Heber lo abordó y envió su mano para que se levantara, él la tomó y así lo hizo.

—Amigo, ¿Cómo vas? No te decaigas—Dio una pequeña risa.

—Disculpa por eso, yo bien, ¿y tú?—dijo mientras se limpiaba su short y franela.

—Todavía no lo creo que bueno—Ciro continuaba hablando, sin creer.

—Ni yo, en serio—replicó, señalándose a sí mismo con broma.

—Y también campeón. Eres el mejor, amigo.

—Tampoco tanto Ciro.

—De verdad que sí. Tienes a Francisca, lo conseguiste. Después de todos esos años de rechazos, la vida hizo justicia contigo amigo... me alegro tanto—Empezó a colocarse melancólico. Ciro era bastante sentimental.

—Amigo, tú eres lo máximo—dijo Heber sonriendo—. Y la victoria se los dedico a los dos por los ánimos. Ustedes me hicieron campeonar. Son los mejores.

Lejanamente, gritó Francisca:

—¡Corazón! ¡Ya está siendo tarde!

—¡Ya voy!

—Habló la patrona—replicó Ciro con burla. Jaider reía—. Mañana te esperamos para practicar.

—Sí. Listo, aquí estaré.

—No faltes, tenemos que hacer algo importante los tres. Y por último...

—¿Qué cosa?

—¡Quítate esa camisa! de verdad está horrorosa—Retomó las burlas.

—¡No te creo! A Francisca le gustó—dijo con dicha.

—¿Seguro?

—No le he preguntado pero creo que sí...—Ciro le hizo dudar, se despidió sin más—. Hasta mañana amigos.

Heber se alejó trotando mientras que Ciro y Jaider elevaron la mano para despedirse.

—Aquí estoy.

—Tardaste un poco—dijo tajante y tierna a la vez.

—Lo siento por eso. No volverá a pasar—Francisca relució ternura.

—No le prestes atención a eso. Vamos mejor. Eres tan bello.

Heber sonrió como un tonto, no dejaba de sonreír con ella, era la sonrisa hecha persona.

La agarró de la mano y se marcharon caminando.

Después, él recordó lo que le dijo Ciro y le preguntó:

—Francisca, ¿Te gusta mi camisa?

Francisca colocó cara de insatisfacción.

—Amor... ¿Quieres que te diga? Igual no te preocupes por eso...

—Sí, claro.

—Bueno... está bien. La verdad es que la camisa... está asquerosa.

Heber cambió su sonriente rostro evocando dolorosa sorpresa. Francisca siguió:

—Y los pantalones son ridículos. En fin, todo es muy horrendo pero no te preocupes, yo te quiero así—sonrió.

—¡Ay Dios! ¡Discúlpame! a la próxima me vestiré normal... es que mi tía.

—Qué gustos tan feos tiene.

—Sí... Cuando llegue a casa le diré.

—Sí, es lo mejor.

La noche se presenciaba cercana y Heber dejaba a Francisca en casa.

—Bueno. Creo que ya es lo último...—vociferó al viento mientras miraba a los lados y lanzaba patadas al suelo en juego.

—Me encantó—contestó Francisca emocionada.

—¿Sí?—preguntó atónito. Pensó que no había logrado nada interesante.

—Sí... Me gustó mucho este día a tu lado. ¿Por qué antes no me di cuenta que tú eras la mejor opción de amor? Eres único.

Heber no terminaba de sonreír, Francisca le quería y era de verdad, la camisa no había influido en nada para hacerla cambiar de opinión. Pronto, Heber se acercó para darle un beso y ella quitó los labios enseñando el cachete. Heber paró y Francisca habló:

—Pronto te daré un beso corazón, es que tu camisa me asusta.

—Así será—dijo entre dichosas risas de enamoramiento—, mañana será diferente. Que descanses.

—Ven—Le dio un gran beso en la mejilla, sosteniendo la otra con la mano—. Que duermas lindo corazón. Hasta mañana.

Heber partió a su casa, embobado y con los ojos brillosos como la noche. No dejaba de pensar en lo linda que era Francisca y en cómo sería su primer beso con ella... Estaba totalmente enamorado. Qué maravillosa es la vida—dijo célebre.

Noche de brillo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora