Cap.2

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-¡Caperucita!-Grité abrazándola con una inmensa alegría- Oh, cuanto te eché de menos...

-Kendall, me haces daño.-Dijo ella severamente. Ni yo me había dado cuenta que la estaba apretujando demasiado. Una vez la solté, soltó ella un aliviado suspiro.-Creí que me iba a morir en tus brazos.-Soltó una carcajada- Y yo también te eché de menos... mucho.

-¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas por el instituto?

-Aburridas sin ti.-Bajó la mirada- De verdad que te extrañé.

-Ohhh...-Emití exagerando un poco- Ya se sabe que no puedes vivir sin mi... Pero no te pongas tan dramática.

-Que no se te suba la fama a la cabeza, Schmidt.-Rió y cerró la puerta de su casa.-Bueno, ¿ya besaste a una de tus "Rushers"?.-Hizo comillas con la última palabra.

-¡Hey!-Exclamé uniéndome a sus risas- Mis "Rushers"-Hice comillas imitándola- Me aman mucho, ¡No te burles! Y no, no besé a ninguna, me gusta una chica... -Reí. Probablemente se pensaba que lo decía de broma.

-Yo no me burlo, sólo que...

-Estás celosa.-Me dio un codazo en las costillas- Uy, perdone usted, no debí haber dicho eso...-Dije con sarcasmo.

-No estoy celosa.

-Sabes que sólo estamos jugando.-Era verdad. Nuestras conversaciones se basaban normalmente en reír y más reír, a pesar de todo el sarcasmo que traía por medio nuestras risas- Bien, Caperucita, ¿Ya encontraste a tu príncipe azul?-Pregunté por más miedo que me diera esa pregunta.

¿Que si no estaba enamorado de ella? Oh, pues claro que sí. Pero no podía atarla a mí, si llegara a enamorarse correría un gran riesgo. Las fans revolucionadas, los paparatzzi persiguiéndonos... y encima, tendría que pasárselo peor de lo que se lo pasa sola en casa cuando yo me fuera de gira. Tenía que buscarle a alguien que sabría que la cuidaría, y por más que me doliera, tenía que aceptarlo, a veces la fama no lleva a cosas buenas.

-Pues...-Se paró riendo- No. Aún no. ¡Pero pronto lo encontraré!

-Eso espero.-Dije confiando en que mi voz no saliera dura.- ¿Que no me invitas a pasar?-Pregunté, ya que estábamos teniendo una conversación en la puerta de su casa.

-Claro, pasa.-Abrió la puerta y pasé.

-Todo está siempre igual.-Miré a mis alrededores- Oh, ¿Tu madre...?

-Sólo le queda un mes. ¡Estoy muy emocionada!-Gritó riendo. Su madre estaba embarazada cuando me fui de gira de cinco meses, y ahora ya llevaba ocho. Siempre había sido muy amable conmigo, y yo también con ella. Nos llevábamos fenomenal. Iba a tener a un bebé, pero no quería fastidiar el momento y no quiso saber su sexo, por eso aún no se sabía si iba a tener a un niño o a una niña. -¿Quieres verla?-Asentí- Vayamos, está arriba. 

Subimos las escaleras silenciosamente, tratando de no asustarla, ya que eso podía ser malo para su embarazo. Llegamos a su habitación y la vi sentada en una mecedora tejiendo unos bonitos calcetines blancos de bebé. Sólo verme, su expresión tranquila en su rostro, cambió por completo.

-¡Kendall!-Sonreí y le ayudé a levantarse, ya que su barriga le había crecido mucho y con el peso no podía.-Volviste, ¡Cuanto te eché de menos!-Reí.

-Y yo a ti, Ann.-Le abracé y le acaricié la barriga- ¿Cómo va esto?-Se veía muy grande, podía nacer hoy mismo.

-No sabes las patadas que me da... Juraría que de mayor mi bebé se hace futbolista.-Caperucita rió ante el comentario de su madre. En su família eran todos pelirrojos. Estaba su padre y su madre que tenían los ojos verdes y eran pelirrojos, pero por alguna extraña razón, Caperucita nació con los ojos azules. Me encantaban sus ojos.- ¿Cómo lo pasaste en la gira?

-Muy bien, hice conciertos por todo el continente, fue divertido. -Suspiré- Aunque estoy cansado, y echaba de menos Texas.

-Y nosotros te echabámos de menos a ti.

-Mamá...-Interrumpió Caperucita- Ya se lo has dicho antes, y yo antes que tú, no dejemos que vuelva a casa con dolor de cabeza...-Solté una carcajada.

-¿Queréis que haga galletas?-Preguntó dejando las ajugas de tejer sobre la mesa.

-No tengo hambre, además, lo mejor es que descanses.-Le dije cortesmente.

-Siempre fuiste un chico caballeroso, Kendall.-Caperucita rió de nuevo- ¿Estás seguro de que no quieres galletas?-Negué con la cabeza- Bueno, está bien.-Miré mi reloj de muñeca.

-Se me hace tarde. Dije a mi familia que sólo venía a saludar, pero estoy más de quince minutos, y mi madre me va a regañar. -Besé las mejillas de ambas chicas- Nos vemos mañana.

-Adiós Kendall.-Dijo su madre y ella me acompañó hacia la puerta, suspirando.

-Bueno, te quedaste poco, pero mañana supongo que vendrás a verme...-Reí.

-Claro que lo haré, Caperucita.-Volví a besar su mejilla.-Buenas noches, hasta mañana.

No es fácil ser famoso (Kendall Schmidt & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora