-¡Kendall! ¡Kendall! ¡Despierta de una vez, maldita sea!-Gritó alguien asustándome, mientras despertaba de mi profundo sueño.
-¿Qué? ¿Que pasó? ¿Dónde estoy? ¿Que hago aquí? ¿Qué pasa?-Dije desorientado frotándome los ojos. Estaba en casa de Caperucita.
-Te quedaste dormido, imbécil.-Me respondió mientras me tiraba una botella de agua en las manos.
-¿Ah?
-Te dormiste anoche mirando la televisión, no te quisimos despertar, pero hombre, ¡Ya son más de las once!-Me levanté rápidamente.
-¿Cómo? ¿Las once?-Asintió- Oh, Caperucita, ¿Por qué no me despertaste antes?-Pregunté preocupado.
-Porque me acabo de despertar yo ahora.
-Tengo que ir a casa, mierda, o sea, digo que mis padres estarán preocupados, y mis hermanos listos para burlarse de nuevo.-Me puse una cazadora y besé la mejilla de la pelirroja- Nos vemos después, pequeña.-Salí de la casa.
-¿Me prometes que vendrás después?
-Te lo prometo.-Dije ya desde afuera.
Caminé unos diez pasos hasta llegar a mi portal, donde vi que aún ni siquiera estaban despiertos. Decidí escalar por los ladrillos y las tuberías hasta llegar a mi habitación, por suerte, tenía la ventana medio abierta, lo que me dio acceso al cuarto. Entré, y justo a los quince segundos, se abrió la puerta.
-Kendall, ¿Podemos hablar?-Preguntó mi madre desde la otra parte de la puerta.
-Claro, madre. - Asentí y salí de mi habitación.- Estaba pensando en ir a casa de Caperucita, ¿Te parece bien?-En realidad, acababa de venir de allí.
-Kendall, cariño, escúchame.-Me puse tenso- Ya hace unos días dicieron algo por la televisión que me extrañó.-Paró de hablar unos segundos- Tú eras notícia.
-Lo sé, yo también lo vi, mamá.-Respondí con el ceño fruncido.
-Creo que deberías pasar menos tiempo con tu vecina, los malos rumores van y vienen, pero si te acercas más a ella, volverás a ser notícia... Y no quiero que vuelva a ocurrir, ¿Entendido?
-¿Qué? No mamá.-Negué con la cabeza- Caperucita necesita apoyo ahora más que nunca, tiene dos hermanos de una semana de edad, y un padre abusivo que vino ayer y la golpeó... ¿Y tú me dices que no quieres que me acerque a ella? Ni en sueños.
-Pero es por tu bien, no querrás arruinar tu carrera.
-No lo haré. Sólo pasaré tiempo con ella, ¿O no tengo derecho?-Pregunté bajando el tono de voz, al parecer, Kevin había salido de su habitación.
-Claro que lo tienes... pero de verdad que te digo que...
-Mamá, ya basta.-La interrumpí- Tengo diecisiéte, creo que puedo ir siendo responsable de mis actos. Voy a ir con ella donde me de la gana, fin de la conversación.
-No me hables así, soy tu madre.
-¡Y yo tu hijo!-Dije desde las escaleras.- ¿Sabes? Hoy no tengo ganas de desayunar.-Dije desde ahora el piso de abajo- Me voy.-Cerré la puerta de un portazo.
Quizá había sido un poco exagerado peleando con mi madre, pero lo que me pedía, era prácticamente imposible. Lo único que quería, era relajarme. Sin Caperucita, sin los bebés, sin mi familia, sin amigos, sin fans ni paparazzi. Yo solo.
Caminé hacia donde recordé que había un antiguo quiosco, por suerte, aún estaba funcionando. Pedí un helado de hielo con sabor a limón sin mirar demasiado a la chica que me atendía, era capaz de reconocerme. Aunque el helado no calmó mucho mi hambre, ya que agua congelada con sabor, no da para mucho. Sólo me dediqué a pasear por los paisajes primaverales que había en las afueras de la ciudad.
Me senté en un banco, donde miré mis alrededores. ¿Por qué no paseaba más a menudo? Eso mismo me preguntaba yo, había unos paisajes demasiados hermosos como para no pasearlos. No pasaba mucha gente, cosa que no me molestaba. Vi a dos gatitos pequeños asomarse entre la maleza. Los dos eran naranjas, me recordaron a los gemelos. Mierda, le dije que volvería. Le dije que volvería a su casa, y ya eran pasadas las dos de la tarde, ni siquiera había comido. Sólo tenía que pasar por casa, coger algo para comer e ir a casa de Caperucita para pasar el resto de la tarde con ella. Se lo prometí, no iba a defraudarla.
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No es fácil ser famoso (Kendall Schmidt & Tú)
Teen FictionTodos quieren llegar a cumplir su sueño. Todos dicen que es fácil ganarse un aplauso. Todos dicen que hay una posibilidad entre un millón de triunfar. ¿Y por qué tenemos que hacer caso a lo que digan los demás? ¿Por qué no cumplir nuestro sueño? Est...