twenty eight; still into you

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twenty eight;

still into you


—Oh... Todo este tiempo pensé que se estaban dando algo de espacio—fue lo primero que pronunció mi madre cuando le conté lo ocurrido con Will. Había decaído sus hombros y mordido su labio en todo momento, por lo que era muy obvio que le había desanimado la idea de que su única hija volviese a estar soltera hasta posiblemente los cuarenta.

—No, fue algo ya decisivo—aclaré—. Así que por ahora sólo me quedaré aquí en casa, ¿está bien?

Sonrió y guiñó su ojo—Es lo que siempre haces, estoy acostumbrada. ¿Quieres que haga sándwiches de queso? 

Cuando vio mi sonrisa no dijo nada más y se levantó de la cama dirigiéndose a la cocina. Me tiré de espalda en mis almohadas y solté un largo suspiro. Tomé mi celular de entre las sábanas y abrí la bandeja de mensajes, dándome cuenta que había uno de Ian que no había leído.

Nudes boy

08:23 pm                                                       

Mi bebé está lista para dar un paseo, nos acompañas?

Yo                                                                   

08:34 pm                                                       

Qué bebé?

Poco después, una llamada entrante hizo vibrar el celular. Contesté sabiendo que escucharía una de esas frases que me harían reír. Se trataba de Ian.

—¿Qué pa...?

—Haré como que no leí lo que preguntaste. Mi bebé es mi auto, a menos de que tú también quieras serlo.

Aguanté una risa—Estoy muy bien como estoy ya, muchas gracias. 

—Tú lo has decidido. En fin, ¿quieres venir con nosotros? Iremos a darle una vuelta a la ciudad y después...

—¿Te das cuenta que el auto no es una persona?

—Volveré a fingir que no escuché eso—en seguida, escuché su voz más alejada de la bocina del teléfono—. No te preocupes, querida, ella lo decía jugando; todos te aman.

Rodé los ojos y me disculpé con el auto cuando me lo pidió tres veces.

—Entonces, ¿vienes? 

Cambié mi mirada hacia la puerta de mi habitación, donde minutos antes mi madre había salido con unos sándwiches que preparar en la mente. No había pasado tiempo con ella y últimamente no nos habíamos comunicado tanto como antes, por lo que me sentí mal por tan siquiera pensar en cambiar mis planes con mi querida madre.

—No puedo, tal vez mañana.

—Oh, ¿la princesa cree que yo tendré oportunidad mañana?—cuestionó en tono burlesco. Ambos nos quedamos en silencio, yo dándole a entender que efectivamente, yo creía que él tendría oportunidad y él esperando una respuesta. Cuando los segundos se alargaron, escuché su suspiro—Sí, la verdad es que si tengo. Paso por ti mañana a las ocho, ¿está bien? 

—Está bien—reí—, te esperaré.  

Después de un rato, bajé de la habitación camino a la cocina y lamí mis labios cuando olí el delicioso aroma del queso derritiéndose. Ya sentía el pan crujir entre mis dientes. Agarré mi cabello en una coleta y comencé a ayudarle a mi madre con una sonrisa. Nos pasamos la noche en la sala comiendo, acurrucadas una con la otra y riéndonos de las viejas películas de los noventa y ochentas  que pasaban en la televisión a esa hora. Quizá una aburrida noche para muchos, pero muy especial para nosotras.

Le pedí que ella se fuera a dormir luego de unas horas después de ver sus ojos empezar a cerrarse solos, ella aceptó y yo limpié los platos y apagué la televisión. Subí al segundo piso y lista para la tibieza de mi cama, me metí por debajo de las cobijas y apreté la almohada en mis brazos.

La mañana siguiente no tuvo mucha acción. Me despedí de mi madre cuando se fue al trabajo y estuve al teléfono con Lía unos minutos, después limpié la casa y me di una ducha. Si retrocedía al pasado, esas eran mis usuales sábados antes de que el poco drama que nació apareciera. Antes de Will, antes de Ian. Y me gustaban, aunque fuesen muy tranquilos.

Para las seis yo seguía en ropa cómoda, unos pantalones flojos, mis pantunflas  y un suéter gigante que podía estirar hasta esconderme por completo en él. Mi cabello estaba aún un poco mojado, pero no le tomé importancia mientras escribía en la mesa de la cocina mis tareas. Leía el texto del libro cuando sonó mi celular, lo tomé creyendo que sería mi madre pidiéndome hacer la cena al llegar pero me sorprendió ver el nombre de Nudes Boy en grande. Respondí con una ceja arriba.

—¿Qué pasó?—contesté mientras le dibujaba flores al título de mi tarea.

—Estoy afuera.

La punta de mi lápiz casi se rompe. Empujé la silla hacia atrás  y corrí hasta la ventana de mi cocina. Efectivamente, ahí estaba el auto negro e Ian recargado en una de las puertas, mirando sus pies. Miré el reloj al lado del refrigerador y como pensaba, aún faltaban dos horas para las ocho. No pasaban dos horas en veinte minutos.

—Ayer escuché muy bien que dijiste ocho—repliqué.

—¿Lo hice? Oh, no lo recuerdo, que pena...

—Lástima. Tendrás que esperar hasta las ocho, nos vemos hasta entonces.

Estaba decidida a colgar con una sonrisa cuando lo escuché alzar la voz.

—¡Espera, espera! Está bien, me adelanté un poco... bueno, mucho. Pero, ¿por qué no salimos desde ahora? ¿Desde las... seis y media?

Miré mis cuadernos y libros. Si llegaba temprano bien podría terminar para tener el día de mañana libre. Hice todos los cálculos posibles en mi mente mientras mi vista se fijaba en las manecillas del reloj. Aún así, si no alcanzaba, lo pondría a él a hacer mi tarea. Colgué el celular, tomé las llaves y salí de casa cerrando detrás mío. Mientras caminaba hacia él, su sonrisa iba agrandándose.

Bajé mi cabeza hasta mis pantunflas.

—¿Qué? Está bien si voy así, ¿verdad?—inquirí deteniendo mi paso.

—Claro, no importa—rió para después abrir la puerta del copiloto. Me subí agradeciéndole con la mirada y cuando lo tuve a mi lado encendiendo el motor, escuché la melodiosa voz de Hayley  sonar desde la radio. Ian rápidamente apretó un montón de botones hasta que lo apagó y volteó a verme con los labios apretados. Nos mantuvimos en silencio un segundo, pero después no lo aguanté más.

—¡Escuchas Paramore

—¡Por supuesto que no!—exclamó con su rostro empezando a tornarse rojo.

—¿Entonces qué fue eso? 

—Yo... Era...—suspiró—Sí, está bien, era Paramore—murmuró.

Le guiñé un ojo—Lo sabía, no me puedes mentir. ¡Préndelo!  

Presionó el botón rojo y la música volvió a escucharse. Me puse el cinturón mientras cantaba la letra que estaba grabada en mi cerebro a fuego. Segundos después, Ian se me unió.  Avanzó y salimos de la calle donde vivía, listos para lo que sea a dónde él me llevara. Vi que giró a la derecha.

  —Por cierto, ¿adónde vamos?—pregunté mirando por la ventana.

—Oh, ya verás. Te va a encantar. 

***

after all this time I'm still into you












Nudes boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora