twenty nine;
I just did it
Después de cantar varias canciones, me llevó al destino. Había manejado hasta un pequeño monte, donde estacionó el auto en la parte más alta. Después de mirarme con una sonrisa, bajó. Hice lo mismo y me senté en el capó junto a él, observando el porqué me había llevado ahí.
Adiviné que era por la vista. El sol estaba metiéndose, lo que daba una hermosa luz rosada que cubría parte de la ciudad abajo. Las luces empezaban a prenderse mientras la oscuridad ganaba territorio. Era sencillamente espectacular. Volteé a verlo.
—Es muy bonito, Ian—murmuré.
Sus mejillas se abultaron cuando sonrió aún más.
—Lo es, ¿verdad?—respiró hondo y se cruzó de brazos, ladeando un poco la cabeza—Vengo aquí desde que tengo memoria. Cuando mi padre... bueno, cuando él estaba fuera de control, yo venía. Cuando pasaba algo, yo siempre venía aquí—se quedó callado por varios segundos hasta que siguió—. Cuando te dije lo podrido que era yo para ti, vine aquí. Supongo que este lugar me conoce muy bien.
Me quedé pensando mientras él cerraba sus ojos y parecía soñar despierto. Ian era una persona bastante diferente a las que conocía, había tenido un montón de problemas que yo poco a poco conocía y me hacían un nudo en la garganta. ¿Qué no sabía de él aún? ¿Cuántos más lados sombríos poseía? Me estremecí de imaginar que algo más le hubiese pasado en la corta vida que llevaba. Me acerqué un poco más a él y recargué mi cabeza en su brazo, sin despegar mi vista de las luces abajo.
Y así nos quedamos; callados. No me sentía incómoda, presentía que él tampoco. Me gustó la sensación de que no tuviéramos que hablar de cualquier cosa porque ambos reconocíamos que nos gustaba esta situación. Sin decirlo, sólo pensarlo.
Más pronto de lo que me hubiera gustado, el sol se metió y la oscuridad se hizo presente. Ian se levantó a prender las luces del auto, así que yo me quedé donde estaba. Después de que hubiera vuelto, lo vi acercarse con una sonrisa y con las manos en los bolsillos. Fruncí el ceño.
—¿Qué?—pregunté.
—¿Quieres un licuado?
—No traje dinero.
—No pregunté si traías, sino si querías uno—sacó su lengua.
Reí y después asentí. Señaló el interior del auto y así, me subí y condujo hasta un lugar que conocía muy bien: los helados Randy. Allí servían unos deliciosos helados, licuados y yogures que incluso, los daban por servicio en auto. Así que cuando estuvimos cerca del local, se fue por la parte trasera donde señalaba el dibujo de un auto feliz sosteniendo un helado y llegamos a la ventanilla. Allí, una joven con frenillos nos sonrió y anotó lo que Ian le pidió: un licuado de vainilla y otro de chocolate, como le había dicho. Después de que la chica devolviera el cambio, el auto se movió más adelante en donde se nos pasaría el pedido. Me dio risa cuando vi a Ian coger los dos envases con sumo cuidado y pasármelos como si fueran sus hijos. Cuando agradecimos, se continúo el camino.
Le di un sorbo al mío mientras sostenía el suyo cerca de él para que pudiera sorber de la pajilla con sólo ladearse un poco.
—¿Adónde vamos?—cuestioné sin saber qué direcciones tomaba.
—Nos perderemos un rato—se encogió de hombros.
Sonreí y seguí con mi licuado.
Seguimos hablando sobre lo que se nos ocurriera, le pregunté si quería ir a la universidad y él respondió que le encantaría pero que no tenía dinero suficiente. Después el quiso saber si yo de casualidad sabía manejar, a lo que respondí con un rotundo no. Ahí se volvió decisivo que jamás me prestaría a su bebé. Por un momento iba a repetir que el auto no era un ser viviente pero me mantuve en silencio cuando recordé cómo se pondría si me escuchaba decir eso.
Puse ambos licuados en los porta-vasos y abrí la ventana después de quitarme el cinturón de seguridad.
—¿Qué haces?—preguntó disminuyendo la velocidad.
—Sigue rápido, haré algo que siempre quise hacer—respondí mientras sacaba mis cabeza por la ventana cual perro y después me apoyaba de la parte de arriba para impulsarme. Me senté en la puerta y me abracé al techo para después soltarme de una mano y sentir la brisa.
Escuché la risa de Ian por dentro.
—¡Por favor, no te caigas!
—¡Es como si flotara!
Después de unos breves minutos en los que me imaginé mosquitos chocando con mi rostro, volví al interior e intenté aplanar mi cabello que se había vuelto un desastre. Pocos segundos después, el próximo semáforo se tornó rojo y el auto se detuvo poco a poco. Di un suspiro cuando me di cuenta de que acababa de hacer unas de las mejores cosas que quise hacer desde niña. La otra consistía en ir en la parte trasera de una camioneta de caja de pie y gritar cosas como "soy la reina del mundo" o algo parecido.
—Eres la persona más extraña que he conocido, Calíope.
—¡Oh, vamos!—me reí—¿Nunca has hecho algo que siempre deseaste?
Él volteó sonriendo, aunque después su rostro se volvió serio y las manos en el volante se fueron soltando suavemente. Sentí como el ambiente se columpió en un delgado hilo por los aires, me concentré en su mirada mientras él se recargaba más y más hacia mí. Y yo, sabiendo lo que hacía, me acerqué a él acortando la distancia. Puse mi mano en la orilla del asiento para no resbalarme y apegué mi rostro al de él sintiendo su respiración chocar con mis labios.
Y pasó. Sencillamente pasó. Los vellos de mi cuerpo se pusieron de punta cuando sentí el sabor de la vainilla en su boca, su mano atrapando mi nuca para no alejarme, su corazón palpitando al mismo ritmo que el mío. Me sentí más viva que cuando estaba medio cuerpo fuera del auto en movimiento, más viva que nadie más.
Ni siquiera nos dimos cuenta de que el semáforo había cambiado a verde desde hace rato.
Cuando nos alejamos sin querer por tomar un respiro, lo escuché soltar una tímida risa.
—Lo acabo de hacer—susurró.
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Nudes boy
RomanceDesconocido 12:32 am Ashley, mandame nudes ;) Yo 12:33 am Te has equivocado de número, amigo. Desconocido 12:35 am Mierda #138 [10/05/16] en romance, sólo imagina que tiene el primer uno, déjame disfrutar ser primer lugar en mi imaginación y seamos...