four; his voice

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Four;

His voice


Comencé a teclear tan rápido como mis dedos lo permitían, y recé para que me contestara al instante como siempre.

Yo
10:56 pm
QUÉ DIABLOS

Yo
10:56 pm
MARCASTE

Yo
10:56 pm
OÍ TU VOZ

Aún tenía su voz en mi cabeza. Era increíble como un simple sonido me desconectara de todo. Su voz... Era muy linda, era de un chico totalmente golpeado por la pubertad. Su voz lo delataba.

Me gustaba el sonido de su voz.

Nudes boy
10:57 pm
Tienes voz de niña pequeña

Yo
10:58 pm
Cállate. Me lo dicen muy seguido

Nudes boy
10:58 pm
Me encanta tu voz

Apenas iba a responder "y a mí la tuya" cuando me di una paliza mental. ¿Qué me sucedía? Él era un completo extraño, ni siquiera sabía su edad. Lo taché como depravado mental.

Yo
11:00 pm
Responde algo: Si tu mejor amigo quisiera ir a una fiesta contigo, pero tú las odias (además de que las anfitriona posiblemente te odie), irías?

Nudes boy
11:01 pm
Tienes una vida taaaaan interesante. Pues iría, después de todo, es mi mejor amigo. Importa una mierda la anfitriona :)

Mordí mi labio.

Mi mente estuvo en debate por un rato, decidiendo ir o no ir. Ya eran las once de la noche, y posiblemente Lía ya estaría allá. Me imaginé a ella en su habitación la mañana siguiente, dándose cuenta que había cinco personas más durmiendo en su cama a quiénes no conocía.

Me levanté del sillón, cepille mi cabello y salí disparada de la casa cogiendo mi celular. Si la suerte estaba de mi lado, llegaría a la fiesta en cuestión de minutos. Todos sabían dónde vivía Caitlin.

Cuando me di cuenta que ya estaba frente a su casa, sentí un cubo de agua fría bajar por mi espalda. Luces de colores brillaban por las ventanas, y mis oídos zumbaban por la música a alto volumen.

Me pregunté por que los vecinos aún no llamaban a la policía.

Subí los escalones de la entrada, y cuando iba a tocar a la puerta ésta se abrió. Entré lentamente, mirando a todos bailar, platicar, beber, fumar o hasta besándose en los sillones o en alguna parte oscura de la casa.

Mientras hacía un camino entre los cuerpos sudorosos en la "pista", logré encontrar a Lía entre la multitud. Estaba de pie cerca de la cocina, platicando con un chico que le miraba provocativamente, y se le una acercando más y más. Rechine mis dientes.

Caminé hasta ella y la tomé del brazo. Giró a verme y una somnolienta sonrisa se dibujó en su rostro.

—¡Calí!—gritó a todo pulmón encima de la música—¡Veniste!—sonaba bastante alegre. De repente, le dio hipo. Supe que estaba borracha—¿Ya dejaste de ser una aguafiestas?

—Vámonos, Lía —le dediqué una mirada asesina al chico y saqué a mi mejor amiga de allí.

Ella iba murmurando letras de canciones, y en ocasiones, gritaba un montón de cosas sin sentido.

En nuestro camino hasta mi casa, se volvió más en un escenario para que Lía cantara a todo pulmón, sin importarle la hora y los vecinos. En una ocasión, me pisó el pie y se disculpó como veinte veces.

De pronto, mi celular se sacudió en mi bolsillo y comenzó a timbrar. Dejé que Lía se recargara en un poste, mientras hacía gestos ridículos.

Saqué mi celular y maldecí en voz baja al ver el verificador. Miré de reojo a Lía, quién me agitó la mano a modo de saludó aunque estuviéramos a un metro de distancia.

—¿Sí?—respondí con aire inocente.

¿Calí? Gracias a Dios. Estaré en casa en la mañana, pensé que ya estarías dormida ya que...

—¿Quién es?—cuestionó mi mejor amiga borracha, ladeando la cabeza.

Tapé la bocina del celular con mi mano y giré mi cabeza para mirarla.

—Mi mamá.

—¡Hola, señora! ¿Qué tal?—exclamó Lía con entusiasmo, queriendo tomar el celular.

Afortunadamente la empujé antes de que lograra tomarlo, y traté de disculparme con mi madre una y otra vez.

¿Es Lía?

—Sí... Eh...—traté de formular un plan en mi mente—Ella se quedó a dormir.

La chica a mi lado, alzando los brazos, comenzó a hacer un baile extraño.

¿En serio esa parte del cuerpo se puede mover?

Alcé una ceja y volví a colocarme el celular en el oído. Después de una despedida, tomé a Lía del brazo y la jalé conmigo a toda velocidad hasta la casa.

Al estar dentro, la lancé al sillón y le tiré a la cara una cobija y una almohada.

—¡Quiero dormir en una cama, no en un sillón!

La miré por unos segundos, descifrando su rostro. Estaba haciendo un puchero, pero sus ojos rojos por el alcohol no le hacían ver para nada adorable.

—No, quizá vomites y prefiero que lo hagas aquí que en mi cama.

Ella negó con la cabeza, agitándola de izquierda a derecha muy rápido. Segundos después, se agachó al suelo y comenzó a vomitar todo el alcohol en su organismo.

Casi me echo a llorar. Se supone que me avisaría cuando quisiese vomitar para llevarla al baño... No para eso.

Yacía en el suelo, a horcadas con rastro de vómito en su boca y un enorme y asqueroso charco en el suelo. La levanté, limpié su cara con toallas húmedas y la metí en mi cama con una pijama que le había prestado.

Bajé las escaleras y comencé a limpiar el desastre que había hecho. Tardé un buen rato, pero lo logré. Cuando dejé los utensilios de limpieza en su lugar, miré por la ventana de la cocina y me espanté al ver el sol comenzar a salir.

Revisé mi reloj.

Eran las cinco de la mañana.

Me sentí aún más pesada, y con el cuerpo tenso. Pero en cuánto escuché el sonido de la cerradura, me eché a correr a escaleras arriba. Si mi madre me veía despierta, me pondría a hacer el desayuno, sacar la basura, lavar la ropa... Ya lo había sufrido una vez.

Entré a mi habitación y empujé a Lía para que se moviera, ya que ocupaba toda la cama. De por sí era pequeña.

Me puse las cobijas encima y fingí estar dormida. La puerta de mi cuarto fue abierta, y sólo escuché el suspiro cansado de mi madre. Se escuchó la puerta cerrarse.

Lentamente, asomé mi cabeza y al no ver muros en la costa, me deshice de las cobijas. Miré a mi lado, encontrándome con una Lía profundamente dormida, con cabello en el rostro y comenzando a babear. Bufé.

Comencé a cerrar los ojos lentamente, quedando rendida ante el sueño. Cuando mis ojos cedieron, ya estaba en el suelo. Lía me había empujado.

No me importó, tomé una almohada y me acosté en el suelo de madera. Solté un bostezo y después, no supe más de mí.

Nudes boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora