Capítulo 18

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Cayden clavó sus oscuros ojos verdes en John y arqueó una ceja, impulsándolo a que dijera lo que estaba pensando. Él se limitó a sonreír y negó con una mueca de desconcierto.

–¿Qué? ¿Qué sucede? –claudicó Cayden dejando de lado los documentos que estaba corrigiendo–. ¿Lo sueltas de una vez?

–Es que no puedo creer que no lo notes.

Cayden frunció el ceño con impaciencia. ¿Qué no notara qué cosa? ¿Podría ser más específico al respecto? Por lo visto, no, ya que se estaba divirtiendo mucho a su costa.

–¿Qué es lo que no noto?

–Hoy vas a salir temprano de la Corporación, ¿cierto?

–Sí.

–Claro, temprano en relación a tu horario normal y...

–Ya sé eso –cortó irritado–. ¿Qué tiene que ver?

–¿Por qué lo haces?

–¿Por qué? ¡Ya te lo dije! –resopló, incrédulo–. Debo asistir a una cena familiar con Stella.

–¿Por qué? ¿Hay algo en particular?

–¡Demonios, John! ¿Qué parte no te quedo clara antes? Es el cumpleaños de su hermano. TENGO que ir –apuntó irritado.

–Sí, no es ESO lo que cuestiono –copió su tono– ¿cumpleaños, dijiste?

–Sí, de Oliver.

–¿Oliver? –John sonrió, divertido.

–El hermano gemelo de Stella –aclaró Cayden, poniendo en blanco los ojos.

–Exacto –precisó rebosante de satisfacción.

–¿Exacto?

Cayden gruñó entre dientes y retomó los documentos. ¿Qué le pasaba a su mejor amigo? ¡Solía ser una persona totalmente cuerda! Y ahora desvariaba sobre... ¡hermano gemelo!

–Ya lo notaste, ¿verdad? –inquirió con fingido desinterés.

–Maldición –Cayden lanzó una mirada furiosa hacia su amigo que se reía a carcajadas–. No es gracioso.

–¿No? ¡Es muy gracioso! ¿Cómo rayos no recuerdas el cumpleaños de tu esposa?

–Sabes perfectamente que Stella y yo...

–Da igual. Deberías saberlo.

–Y ella debería saber el mío y deberíamos celebrar nuestro aniversario y deberíamos... muchas cosas más de pareja que no hacemos porque no somos una. ¡Sólo estamos casados!

John rió con renovado vigor, como si antes no estuviera a punto de caer al suelo por la fuerza de sus carcajadas. Cayden entrecerró sus ojos con gesto amenazante.

–Sabía que había algo fastidioso en estar casado –murmuró Cayden contrariado–. Supongo que debo comprarle un regalo, ¿cierto?

–Yo diría que sí –asintió con seriedad John, aunque en sus ojos brillaba la risa contenida.

–Detesto hacer esto. Contrataré a alguien que se encargue de este tipo de cosas.

–Ya lo tienes. Se llama asistente personal.

–No enviaré a mi asistente personal a comprar un regalo para mi esposa. Tiene cosas más importantes que hacer.

–Solo tú... –se burló John poniendo en blanco los ojos–. Entonces, suerte.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora