Capítulo 32

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Stella no tenía ánimo alguno para asistir a ese evento de gala. Sobre todo porque lo que más se le antojaba era un fin de semana tranquilo en casa, con un buen libro y Cayden a su lado en la biblioteca. Pero, al parecer, no sería.

Si bien ella habría declinado la invitación, Cayden le pidió que no lo hiciera. El baile era organizado por Simon Patterson, uno de los socios más recientes e importantes de la Corporación Sforza. Así que no tenía opción, suspiró mirando su vestido verde oliva, tendría que ir. Aunque, por otro lado, Cayden la acompañaría y eso la animaba.

Sorprendente pero así era. Últimamente ella se había sentido de un humor extraordinario, el alivio y la felicidad no parecían abandonarla del todo. Y, desde que Christabel le revelara un poco más sobre la compleja relación de los Sforza, especialmente de su esposo y su madre, pues ella se había propuesto ayudar a Cayden a superarlo. No era que tuviera que hacerlo, pero es lo que quería.

Tenía que admitir que había llegado a apreciar a Cayden. Es más, hasta le había tomado cariño a su esposo. Era asombroso, claro, sin embargo era cierto.

–Debemos bailar al menos una pieza juntos –anunció Cayden después de saludar a los anfitriones– para no levantar suspicacias.

–Con esa invitación tan romántica, ¿cómo me resistiría?

Cayden carraspeó y no contestó. Stella arqueó una ceja, intrigada. No era esa la reacción que había esperado de él. Bailaron un vals, pero Stella lo sintió tenso e incómodo. Eso era tan extraño. Nunca antes Cayden había parecido tan ansioso por alejarse de ella como en ese momento.

Al terminar, Frederick Patterson, el hermano del anfitrión se acercó a saludarlos y se enfrascó en una conversación de negocios con Cayden. Por lo que el hombre a su lado, el abogado inglés Christian Woods la invitó a bailar.

–Eres una mujer encantadora, Stella Sforza –alabó Christian al terminar la pieza. Stella sonrió, divertida.

–Y usted, señor Woods no se queda atrás en encanto –soltó un suspiro dramático y los dos rieron.

–Cayden Sforza tiene mucha suerte –murmuró y le dio un galante beso en la mano– ¿volveremos a bailar?

–Me encantaría, pero he visto a mis amigos y debo saludarlos. Hasta luego, señor Woods.

–Adiós, Stella –clavó sus ojos grises en ella y esbozó una sensual sonrisa.

Stella inspiró hondo y puso en blanco los ojos al acercarse a sus amigos. Dios mío, ese hombre era intenso. Y no le gustaba en lo absoluto.

–¿Por qué frunces el ceño así? –inquirió Fiorella en cuanto se acercó–. ¿Es por el chico guapísimo con el que bailabas? Puedo quedármelo –se ofreció.

–Quédatelo –contestó Stella elevando sus manos en el aire– por favor.

–Qué exagerada eres, pequeña. Aunque me halagas, porque sé que el único con el que te gusta bailar soy yo –exclamó Daniel pasando su brazo por la cintura de Stella risueño.

–Yo te recomendaría que no hicieras eso –Pietro señaló a su lado– su esposo está cerca y parece a punto de asesinarte.

–Cayden no haría eso –rió Stella, divertida– él no es un hombre celoso.

–Seguro –Adalina reprimió una risita– si tú lo vieras ahora...

Stella exhaló con cansancio y ladeó el rostro hacia el costado. Ahí estaba Cayden y ni siquiera la miraba. Tenía la vista fija en el balcón, como si fuera a escapar en cualquier momento. Era curioso, últimamente le daba la impresión de que siempre estaba escapando de algo.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora