Capítulo 30

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Las semanas transcurrieron y en la casa de Stella y Cayden todo volvió a su curso normal. O a lo que sería un matrimonio normal. Cayden y Stella desayunaban y cenaban juntos. Uno o dos fines de semana al mes comían en casa y veían películas. A veces, Cayden estudiaba documentos en la biblioteca mientras Stella leía.

–Es toda mía, por supuesto –había dicho Stella abarcando con los brazos a la biblioteca– pero te la puedo prestar por una o dos horas.

–¿Y tú estarás aquí? –sonrió Cayden divertido. Ella arqueó una ceja, como mostrándole que su pregunta era absurda– no es lo mismo sin ti.

Stella había querido preguntarle por aquella declaración, pero Cayden se había dado la vuelta para salir de la biblioteca, ir a su despacho y volver con unos contratos que estaba analizando. Así que, era bastante evidente, que no le pondría atención en un largo rato.

Después, sencillamente no se había atrevido a sacar el asunto. Era inútil y no tenía razón de ser tampoco. No debía darle importancia, era una frase dicha superficialmente, de seguro.

Una mañana, Stella se encontraba desayunando más tarde de lo normal. Cayden ya se había marchado al trabajo y ella se había quedado dormida. Suspiró mirando el reloj, iba tarde. Unos minutos más no serían nada.

–Señora –una doncella entró al comedor– tiene visitas.

–¿Visitas? –Stella volvió a mirar el reloj, se encogió de hombros y se levantó–. Gracias, pásalas al salón.

Terminó su jugo de naranja y se dirigió hasta el salón, imaginando quién podía ser. Era temprano, así que dudaba que fueran sus amigos. ¿Sería alguien de su familia? ¿Oliver? ¿Su padre?

–Stella –saludó Aidan, acercándose a besarla en la mejilla–, hola.

–Aidan –contestó, sorprendida. ¿Qué hacía Aidan ahí? Un carraspeo la sacó de sus especulaciones–. ¿Damon? ¡Damon! –lo saludó también.

–Hola cariño –Damon besó su mejilla– supongo que recuerdas a Christabel.

–Por supuesto, Christabel –Stella sonrió, encantada–. Es un gusto tenerte en esta casa.

¿Cómo no iba a recordar a su propia cuñada? La única hermana de Cayden con la que había cruzado más de dos palabras. Con Giovanna no había tenido oportunidad ni parecía particularmente interesada en hablar con ella, así que Christabel era la única Sforza que le agradaba, por el momento.

–Pero ¡qué sorpresa! –exclamó Stella y los invitó a sentarse– ¿Cómo están? ¿Qué los trae por Italia?

–Negocios –declaró Christabel con una sonrisa– y ya era hora de volver.

–Entonces ¿han ido bien las negociaciones? –Stella miró a Christabel– Cayden me ha comentado sobre la fusión.

–¿De verdad? –Christabel no pudo disimular su sorpresa– qué... bien.

–¿Les gustaría algo de beber? –ofreció Stella y al girar, se encontró con los ojos de Aidan clavados en ella–. ¿Has venido solo?

–No, Claire está en el hotel descansando.

–Dale mis saludos –dijo Stella con una sonrisa– ¿y tú, Damon? ¿Negocios?

–Y placer, por supuesto –esbozó una sonrisa torcida– no podía dejar a mi prometida venir sola.

–¿Tu prometida? –exclamó Stella girando de inmediato a Christabel.

–¡Damon, que no soy...! –Christabel proclamó indignada y él rió. Christabel puso en blanco los ojos y parecía a punto de golpearlo.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora