Capítulo 37

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Stella se encontraba distraída mirando por encima de su libro. Cayden estaba del otro lado de la pared opuesta al lugar donde ella se encontraba. En su despacho, revisando unos contratos.

Se levantó, lo pensó y se volvió a sentar. Era tan difícil decidirse a hablar con él. Después de todos los momentos que habían compartido, aún encontraba complicado sacar algunos temas.

Por ejemplo, nunca se sentiría cómoda preguntando sobre su familia. Era uno de los temas que Cayden evitaba con ahínco. Suspiró y negó lentamente. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué se suponía que haría?

Además, con tantas cosas en su mente los últimos meses, ni siquiera había meditado las palabras de Christabel y ahora... ¡Cómo las recordaba!

–Adelante –pronunció al escuchar un golpe en la puerta. El objeto de su pensamiento se materializó en la puerta y ella sonrió–. Cayden.

–Hola, Stella –él entró y miró a su alrededor–. ¿Vienes a comer?

–¿Tan pronto? –frunció el ceño cuando él levantó la muñeca, dando unos golpecitos con el dedo en el reloj. Observó la hora, incrédula–. No puede ser.

–Sí que puede. ¿Vamos? –avanzó hasta su lado y le ofreció el brazo. Stella asintió riendo.

–Nadie dirá nunca que no me casé con un perfecto caballero.

–Claro que lo hiciste. Tienes un gusto impecable, debo decir –soltó con matiz irónico. Stella se encogió de hombros.

–Algunas veces lo he pensado –respondió simulando gran seriedad.

Caminaron en silencio hasta el comedor y tomaron asiento en sus lugares. Les sirvieron la entrada y Cayden comió hasta que dejó el cubierto de lado y cruzó los brazos.

–¿Qué es, Stella?

–¿Qué es? ¿A qué te refieres? –preguntó desorientada.

–¿A qué le das tantas vueltas? –Cayden aclaró divertido ante su sorpresa–. Eres transparente, tu rostro es fácil de leer.

–¡Y yo que aspiraba ser una mujer misteriosa! –se llevó una mano a la frente, teatralmente. Él soltó una carcajada leve.

–De bibliotecaria te va mucho mejor –precisó y ella gruñó–. Te lo digo con toda la sinceridad de mi corazón.

–¡Ja! Me gustaría saber cuánta es –murmuró contrariada.

–Total. Siempre soy sincero –dijo serio.

Stella carraspeó y dejó a un lado el plato, esperando que le sirvieran el siguiente. Cuando se retiró la doncella, miró a Cayden fijamente.

–Quiero preguntarte algo –Stella chasqueó la lengua–. Bueno, en realidad, no es una pregunta. Quizás una petición... no lo sé. Es difícil pero supongo que las sorpresas no van contigo así que...

–¿Sorpresas? –Cayden entrecerró sus ojos–. Detesto las sorpresas.

–Algo me lo decía –pronunció con un deje sarcástico. Cayden arqueó las cejas, esperando que continuara–. Se acerca tu cumpleaños.

–¿Sí? –Cayden se pasó una mano por la barbilla–. Ah sí, tienes razón.

–Sí. ¿No me preguntarás como lo sé? –Stella soltó el aire, decepcionada–. Bien, de cualquier manera, lo sé y quiero saber qué tipo de celebración te gustaría.

–¿Celebración?

–Sí. Debería ser una sorpresa, claro. Pero de ninguna manera lograría que asistas a una fiesta que tú no quisieras y menos si es sorpresa, así que... ¿qué opinas? ¿Una cena, una fiesta campestre, un baile?

–¿Nada? –sugirió Cayden con calma. Stella cruzó los brazos–. Stella, no es gran cosa. Una fecha nada más que...

–Déjame adivinar. Una fecha que no celebras.

–Exacto –Cayden se encogió de hombros–. Los cumpleaños no son importantes en la familia Sforza.

–¿No son importantes? –Stella puso en blanco los ojos–. ¿Me estás diciendo que nunca has tenido una fiesta de cumpleaños? –la curva irónica en los labios de Cayden contestó su pregunta–. ¿Ni siquiera cuando eras niño?

Su desconcierto creció ante la indiferencia que Cayden mostró al volver a confirmar. ¡No podía creerlo!

Ahora sí, definitivamente, haría una fiesta para Cayden. Ella podía odiar organizar celebraciones, pero esta vez sería una excepción.

–Bueno, ¿te importaría si organizo una? –preguntó con tacto y suavidad.

–No sé si sea buena idea... –Cayden imitó su tono.

–Podrías invitar a tus socios de negocios –animó Stella.

–¿Crees que así podrás convencerme, verdad? ¿Con negocios?

–¿No? Entonces, ¿con qué?

Cayden envió una mirada elocuente a través de la mesa a Stella. Ella tosió brevemente y se llevó la servilleta a los labios, ocultando una sonrisa.

Si ese no era Cayden haciendo méritos para conquistarla, no sabía quién era.


***

Cayden curvó la comisura de sus labios ante el gesto impaciente de Stella mientras cerraba la boca para no decir nada. Él sabía que ella no se daría por vencida pronto con aquella loca idea de organizarle una fiesta de cumpleaños. No sabía por qué no había mentido... si hubiera dicho que había tenido varias fiestas, o al menos una, y que no le habían gustado, de seguro que Stella lo dejaba.

Pero no. Tenía que haber dicho la verdad. Lo cierto era que su padre no consideraba el día del nacimiento de nadie como digno de celebración. Era un hecho más, inevitable de la vida, solo eso.

Además no estaba seguro de lo que sentía. Un poco de aprensión, otro tanto de curiosidad y, desde luego, un cariño inmenso por Stella. Era adorable, tratando de guardarse las cosas para sí misma.

¡Cuánto la quería! Él no era ningún idiota así que sabía que la quería, que la amaba y que eso iba creciendo de manera descomunal cada día. A cada minuto que pasaba a su lado.

¿Y Stella? ¿Qué sentía ella por él? ¿Cariño? ¿Agradecimiento? ¿Lástima?

Le encantaría poder preguntárselo. Si tan solo fuera así de fácil. Sonrió.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora