Stella sintió el pasar de las semanas como si fueran irreales. Entre la clínica y la librería, su mente estaba inútil para cualquier otra cosa. Incluso algo tan básico como comer y dormir. Lo que, naturalmente, habría acabado con ella de no ser por él.
Cayden se había convertido en el supervisor de su vida. No tenía idea de cómo se enteraba de sí comía o no, sí había descansado o si había dado vueltas toda la noche, si había hecho el inventario semanal o las cuentas... ¡él lo sabía todo!
Debería ser escalofriante, pero en realidad era un alivio. Una absoluta molestia también, por supuesto. No quería depender de él, ni de nadie. Sin embargo, hasta que no pudiera retomar su vida, no le quedaba alternativa.
Ella sabía que no estaba bien. Era absoluta y dolorosamente consciente de ello. Hasta que su gemelo no estuviera fuera de peligro, completamente recuperado, ella no estaría bien. Eso era todo.
Hasta que el esperado día llegó. La clínica dio de alta a Oliver, después de mantenerlo bajo supervisión por el coma. Afortunadamente, parecía que no había secuelas que lamentar. Tendría que ir a un chequeo semanal durante dos meses, pero además de eso y unas medicinas, no había nada más.
Stella soltó el aire despacio. Volvía a respirar. Volvía a sentirse bien.
–Ya puedes dejar de vigilarme –frunció los labios cuando Cayden la miró entrecerrando los ojos y a continuación arqueó una ceja– sé que lo hacías.
–No sé de qué hablas –Cayden reprimió una sonrisa.
–No sé cómo sobornaste a tantas personas para que te informaran sobre mí, pero... –Stella sintió que una sonrisa afloraba a sus labios. La recuperación de su hermano opacaba cualquier otro sentimiento– gracias.
–¿Sí? –Cayden soltó incrédulo. Stella asintió–. De nada.
Stella amplió la sonrisa y se levantó de la mesa. Él la miró con curiosidad cuando se acercó a depositar un beso en su mejilla.
–Gracias, por todo –musitó y a continuación rozó sus labios– solo... gracias.
Stella sintió un dulce calor en su pecho cuando Cayden le devolvió la sonrisa, inesperadamente. Él no había tenido que cuidarla, él no tenía por qué hacerlo. Pero lo había hecho. Se había quedado a su lado cada día y cada noche, quizá no físicamente, sin embargo ella sabía que él estaba pendiente.
Lo había notado, con absoluta sorpresa. Cuando Cayden le había dicho que la amaba, cuando había confesado lo que sentía, no había esperado que fuera algo fuerte y real.
Pero, ahora sabía que lo era. Se lo había demostrado. Con cada una de sus pequeñas y grandes acciones, él, Cayden Sforza, había mostrado un cariño desinteresado, un amor total y una dedicación ferviente.
***
–¿Estás enamorado? –inquirió John sin resuello. Cayden curvó la comisura de sus labios con diversión. Diez minutos exactos había soportado su mejor amigo antes de cuestionar su declaración. ¡Nueve minutos más de los que él había esperado!–. ¿Cayden?
–Eso parece –contestó con un seco asentimiento y puso gesto serio–. Lo sé, es inesperado, ¿no?
–E increíble –acotó con un chasquido– ¿quién diría que ESO sucedería?
–Nadie, nunca, jamás –señaló Cayden dando énfasis a cada palabra con un golpe de su mano en el escritorio–. Irónico, ¿verdad?
–¡Ni que lo digas!
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Inevitable (Sforza #2)
RomanceDos vidas se entrelazan por un insólito plan. Cayden cumple un papel destacado en la Corporación Sforza, a pesar de que la sombra de su hermana mayor no se lo ha dejado nada fácil. Ahora tiene la oportunidad de superarla. Ahí donde Giovanna no triun...