Capítulo 21

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La cena se encontraba bastante concurrida y Stella miraba a su alrededor, inquieta. No sabía qué le sucedía pero tras una hora de estar en el lugar, no se encontraba disfrutando, ni un poco. Suspiró y bebió de su copa.

–¿Estoy siendo especialmente aburrido esta noche? –inquirió Daniel mirando a Stella con una sonrisa burlona.

–Claro que no –lo empujó levemente en el costado– es solo que... no sé.

–Mmm... ¿tienes algún problema? –sus ojos claros se posaron en ella.

–No precisamente –rodó los ojos exasperada–. Ojalá supiera qué es.

–¿En tu casa? –mencionó Daniel y Stella estrechó sus ojos–. No preguntaré nada de tu vida privada, no te preocupes –la tranquilizó.

–Cayden está enfermo –soltó de golpe. Sí, era eso lo que le molestaba. A pesar de todo, sentía que debió quedarse en casa junto a él. No es que él se lo fuera a pedir alguna vez ni ella tuviera que hacerlo pero... bueno, no quería dejarlo. Solo que Cayden no había ayudado y... ¿por qué la sorprendía? ¡Era Cayden, por Dios! No creía que admitiera...

–¿Es grave? –preguntó interrumpiendo sus pensamientos. Stella negó–. ¿Te gustaría llamarlo?

–Creo que regresaré a casa –le brindó una leve sonrisa– me encantó estar contigo, pero hoy necesito irme temprano.

–Por supuesto, te llevo –Daniel le ofreció el brazo y ella arqueó una ceja–. ¿No pretenderás que te deje ir sola, verdad?

–Gracias –lo besó en la mejilla y salieron de la cena.

Stella le preguntó al ama de llaves acerca del estado de Cayden pero la respuesta fue desalentadora. Se había rehusado a cenar y había pedido que le dejaran las medicinas y un vaso de agua en su mesita de noche, exasperado porque insistía en que estaba bien y debían dejarlo tranquilo. Inspiró hondo, no era un hombre fácil de tratar normalmente y ahora...

Abrió la puerta y entró una vez más a la habitación de su esposo. Al menos se encontraba en cama, se consoló, al ver su cuerpo cubierto en el lecho. Caminó hacia la mesita de noche, observó las medicinas. Sí, las había tomado. Giró y se quedó mirándolo dormir. Respiraba trabajosamente pero lucía muy tranquilo. Así no se parecía en absoluto al hombre que ella conocía. Jamás había visto a Cayden tan indefenso y frágil.


***

No recordaba un día más inútil que ese y aquella noche estaba demostrándole que un resfriado podía convertirlo en un hazmerreír para cualquier persona que lo supiera. Cada empleado de la casa debía estar sorprendido por su temprana llegada del trabajo y la visita del doctor, además que no había podido siquiera cenar en el comedor. ¿Cenar en cama? ¡Si no era un inválido! Absurdo.

Sus gritos probablemente se habrían oído hasta el rincón más alejado de la casa. Si hubiera podido gritar, por supuesto. Lo que no era posible dado que su garganta parecía haberse cerrado y daba paso a un lamentable sonido ahogado. Se sentía consternado, absolutamente indignado.

Cerró sus ojos y maldijo a las medicinas que no parecían funcionar. Sentía que la fiebre había aumentado, aunque no podía saberlo porque su temperatura corporal claramente lo engañaría y ¡aquel dolor de cabeza!

Apretó con fuerza los párpados y no supo cuánto tiempo pasó hasta que escuchó la puerta abrirse. Estaba a punto de gritarle al ama de llaves que sí necesitaba algo, se lo haría saber... pero era otra persona. Stella.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora