Stella miró las nubes pasar mientras estaba recostada en la hierba del jardín, pensando en el día anterior. Había sido agitado. El té con su hermano y primas junto con Cayden. La posterior cena con él. Era extraño, Cayden no terminaba de agradarle... o de desagradarle. Sí, debería tener un cimiento mejor para iniciar una relación con él pero, su compromiso, no era una relación realmente ¿no?
Si llegaban a casarse, sería la esposa de un hombre poderoso y rico, que le prometía libertad y una vida placentera. No sufriría por amor –al menos no por amor a él– ni él la amaría. ¿De verdad quería eso?
No. Claro que no. ¿Y qué le quedaba? Sabía que el hombre al que amaba no sería suyo jamás. ¿Se estaba precipitando? Sentía que lo estaba haciendo, pero no quería reconocerlo. Ya no, era vergonzoso pensar en retractarse y darles la razón a todos.
Suficiente –decidió y se incorporó. Después de la cena, había meditado sobre sus pasos siguientes y el más próximo era evidente. No tenía por qué posponerlo. Ahora era el mejor momento.
Tocó en el despacho de su padre y se alegró al escuchar su voz permitiéndole pasar. Hacía más de una hora que lo había visto acurrucado en el sofá con su madre en el regazo, mirando una película. Seguramente idea de su madre, que adoraba todas y cada una de las películas que llegaban a sus manos. Lo sorprendente era que su padre, tan centrado y serio, pudiera reír y verse tan despreocupado junto a su madre. ¡Qué gran pareja hacían!
–Pequeña –Ian esbozó una cálida sonrisa cuando vio a Stella en el umbral de la puerta–. Ven aquí, ¿estás bien?
–Sí, papá –Stella sonrió ampliamente. Era increíble cómo lograba sentirse de vuelta en la niñez por el solo hecho de acercarse a su padre y aspirar su conocida fragancia– quería hablar contigo.
Él la miró con sus ojos verdes, tan idénticos a los suyos, expectante. Dejó de lado lo que sea que estuviera haciendo y la contempló con la mayor concentración. Eso era lo que siempre había amado de su padre, nada era demasiado pequeño para dedicarle toda su atención y esfuerzo.
–Por supuesto Stella –cruzó sus brazos y esperó a que continuara.
–Papá... –Stella agitó sus rizos rubios con gesto nervioso y suspiró. Su padre sonrió divertido–, ¿qué sucede?
–Me recuerdas tanto a tu madre cuando haces eso –Ian negó con recuerdos contenidos en sus risueños ojos–. Eres tan hermosa como ella.
–Papá... –repitió Stella sonriendo ampliamente. Adoraba a su padre, como de costumbre–. Bien, ¿es cierto que uno de tus negocios es con los Sforza?
–Es cierto –confirmó y se apoyó en la silla–. ¿Oliver te lo dijo?
–Sí –Stella se mantenía informada de los negocios, aunque por regla general no se involucraba en ellos–. ¿Conoces al señor Sforza?
Stella no se atrevía a preguntarle directamente. Su padre pareció meditar la respuesta y asintió una vez más.
–Sí, hemos coincidido en un par de negociaciones con Vincenzo.
–Ah... –ella clavó sus ojos en el suelo–. ¿Y con Cayden Sforza?
Los ojos verdes de su padre tenían un brillo alerta cuando ella volvió a mirarlo. Parecían entender mucho más que ella a dónde se dirigía.
–También, aunque bastante recientemente.
–Sí... –Stella dudó por varios segundos–. ¿Qué opinas de él?
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Inevitable (Sforza #2)
DragosteDos vidas se entrelazan por un insólito plan. Cayden cumple un papel destacado en la Corporación Sforza, a pesar de que la sombra de su hermana mayor no se lo ha dejado nada fácil. Ahora tiene la oportunidad de superarla. Ahí donde Giovanna no triun...