Capítulo 1

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Debió haberlo pensado mejor. Claro que debió haberlo hecho, pero ahora parecía un poco tarde para lamentarse ¿no? Sí, estaba ahí, al borde de la pista del baile mirando a la nada. O concretamente, simulando mirar a la nada. ¡Oh, ¿por qué él tenía que estar ahí?! Seguía tan guapo, tan correcto y tan absolutamente perfecto que se le estrujó el corazón. Era obvio que estaría ahí. Y, ojalá pudiera confundirlo con Damon, pero no podía. Ella sabía que era él. Aidan Blake, primo materno de Mía.

Así como ella misma era prima de Mía, pero por el lado paterno, y estaba ahí por su cumpleaños, debió suponer que sus primos canadienses estarían ahí. Si era completamente sincera consigo misma, quizás hasta lo esperaba. Verlo. ¡Ojalá fuera Damon!

Pero, aun cuando no hubiera estado con Claire, ella habría sabido que era Aidan. No importaba que fueran gemelos, ella los reconocía desde que los había conocido. ¿Cómo no lo haría si jamás había sentido nada al ver a Damon y sí a Aidan? Era inexplicable. No podía controlarlo y... ¡todo habría sido más fácil si fuera Damon!

Él habría tenido un breve romance con ella, o quizá ni eso, y la habría desengañado totalmente al verlo con una mujer diferente después de cada semana. Sí, la ilusión habría muerto. Pero no, claro que no. Tenía que haberse fijado en Aidan, él tenía que haberla hecho sentir así.

Aquel romance de verano a los quince años la había marcado para toda la vida. Si hubiera sabido lo que le esperaba... no, no se arrepentía. Había sido un verano mágico, lleno de tierno romance y dulces recuerdos. Hasta que Aidan había vuelto a su hogar, en Canadá, algo que siempre habían sabido sucedería. Solo sería ese tiempo juntos y nada más.

Un romance de adolescencia no superaba la distancia y al verlo después de un año de ausencia, lo supo.

No habían quedado como novios ni nada parecido, porque ella no había aceptado ese compromiso por parte de él. Era demasiado honorable y mantendría su palabra aún cuando fuera solo porque lo había prometido y... ¡claro que lo supo!

Sus ojos tenían un brillo intenso, diferente, nunca antes lo había visto –no es que lo conociera de siempre, pero así se sentía– y lo vio. No necesitó que se lo dijera para saberlo. Se había enamorado. Cuando él se lo contó, solo le confirmó lo que ya sabía.

–Claire –había pronunciado en voz baja, con anhelo. Stella inspiró hondo y esbozó una leve sonrisa– espero que tú no...

–¡Claro que no! –Stella intentó reír y no supo muy bien como logró simular que se sentía despreocupada– fue un verano nada más, no éramos novios ni nada.

–Sí, es que yo no suelo ser así y... –Aidan se veía incómodo. Sus ojos grises la miraban con remordimiento.

–Yo tampoco, pero somos jóvenes y quizás un poco tontos –le restó importancia–. Ya pasó. ¿Somos amigos, no?

Eso pareció apaciguar su conciencia y asintió. Continuaron charlando y Stella nunca había sido capaz de recordar de qué habían hablado. No podía, el sonido de su corazón rompiéndose no le había permitido escuchar nada.

Y ahí, parada frente a él, después de siete años del suceso, seguía sintiéndose patética al envidiar la felicidad y el amor que se tenían. ¡Un amor que ella quería para sí! ¿Por qué Aidan no la amaba? ¿Por qué no se había enamorado de ella si la había conocido primero? Pero no, por supuesto. A pesar de haber llegado primera, su gran amor era y sería Claire. Ella no. Incluso en eso, era una Torrenti fracasada. Ni en ese aspecto lograría nada.

Observó como Mía presentaba a Aidan a otra chica y se iban a bailar, mientras Claire hacía lo mismo con otro hombre unos minutos después de que Mía se hubiera vuelto a acercar. No quería bailar, ¡rayos, no quería estar ahí!

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora