Capítulo 3

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Cayden dejó los documentos que tenía sobre su escritorio a un costado al ver llegar a su socio y amigo de la Universidad, John. Él era un experto en temas femeninos y podría ayudarlo su perspectiva en las circunstancias actuales.

-¿Se pusieron a negociar? -la incredulidad de John era evidente al término del relato- ¿estás hablando en serio?

-Muy en serio -Cayden arqueó una ceja y tomó un papel de su escritorio para firmarlo-. Así que, tal como te dije, no huyó.

-No huyó -repitió con desconcierto- sino que impuso cláusulas. Creo que has encontrado a una mujer a tu medida. La mujer de tus sueños -añadió con una risita.

-¿La mujer de mis sueños? -comentó burlón-. Si es así, ella encontró al hombre de sus pesadillas.

-¿Y has considerado lo que sucedería si te enamoraras de ella? -inquirió con un extraño tono, entre divertido y sarcástico.

-¿Enamorarme? ¿Yo? ¿De ella? -Cayden soltó una sonora carcajada- ¿estás bromeando, no? Mira, dudo mucho que pueda sentir algo semejante y, desde luego, no sería con Stella. ¡Por Dios, deberías verla para entenderlo!

-¿Qué? Según recuerdo, y corrígeme si estoy equivocado, es joven y muy hermosa, ¿no?

-Eso no tiene importancia. Es... -él buscó la palabra- simple. No... bueno, no sé como explicártelo pero es la última mujer por la que podría llegar a interesarme alguna vez.

-¿Estás seguro? -inquirió John dubitativo.

-¿Por qué crees que la elegí? -soltó con seguridad y un toque de cinismo- además de lo obvio, por supuesto.

***

Esa tarde, Stella estaba invitada a tomar el té en casa de su tío Marcos, padre de Mía y las gemelas Ciana y Bianca. Naturalmente, al llegar ya estaban Lizbeth y Fernanda presentes también. Había llevado un libro que la mantenía intrigada y le daba vistazos furtivos cada vez que la conversación derivaba en nimiedades. Finalmente no pudo resistirlo más y se puso a leer en toda regla.

-Mmm... -carraspeó Mía llevándose la taza de té a los labios. Stella elevó sus ojos verdes del libro que tenía en la mano y lo dejó a un lado, porque tal parecía, que de las presentes, era la única que no estaba prestando atención- se casan.

Stella miró con confusión a su alrededor. No solo Mía tenía ese extraño gesto en su rostro, sino que Lizbeth, Fernanda y las gemelas Ciana y Bianca también parecían calladas. Inusual, como si estuvieran esperando la reacción de alguien. Pero, ¿de quién? ¿Suya? ¿De qué se había perdido?

-¿Quiénes? -inquirió finalmente, con incomodidad-. Lo siento, la lectura estaba interesante.

-Lo veo, no has soltado el libro desde que llegaste. No es de buena educación, ¿sabes? Sobre todo si vienes a tomar el té con nosotras -reprendió Mía.

-Sí, has tenido el libro en frente como si fuera un escudo, todo el tiempo. Yo pensé que solo era una excusa -chasqueó la lengua Lizbeth, que era su prima también.

-¿Una excusa? -Stella miró a las gemelas, hermanas de Mía, esperando que le dieran una pista pero no dijeron nada-. ¿Quién se casa?

-Aidan -contestó Mía elevando una nota hacia ellas- mamá la ha escrito porque ha salido corriendo a reservar boletos de avión, supongo -señaló divertida.

-Aidan -repitió en un murmullo Stella. ¡Rayos, con razón la miraban así! No, un momento, ¿era lástima? ¿Pena? ¿Qué creían que sabían? ¡Se suponía que sus sentimientos eran reservados! Volvió a mirar a su alrededor. Al parecer, no tanto-. ¿Cuándo? -inquirió, dándole un estudiado tono descuidado a su voz.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora