Parte sin título 12

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Al día siguiente, Regina se encontraba en los baños cepillándose los dientes. Había podido tomar una buena ducha caliente y le había hecho muy bien. Desde la víspera, la morena no dejaba de pensar en las palabras de Emma refiriéndose a su deseo de criar a su hijo junto con ella. La volvía loca de alegría, pero también la inquietaba. ¿Estaría a la altura? ¿Podría amar a ese bebé como si fuese el suyo? Pensó en el feto que había visto en la ecografía y en seguida supo que la respuesta era afirmativa. La joven levantó la mirada y se contempló en el espejo. Divisó a Emma, apoyada en una de las puertas de los baños, y se sobresaltó.

«¡Me has asustado! Estaba tan metida en mis pensamientos que no te escuché entrar»

«Ya me di cuenta, ¿y en qué pensabas?»

Regina se sonrojó y esbozó una ligera sonrisa

«En ti y en mí»

«Hmm...¡¡Interesante! ¿Y qué hacía yo en tus pensamientos?» preguntó la rubia acercándose de una manera felina

La morena se dio la vuelta y tomó la mano de la joven en la suya

«¿No estará aún excitada, señorita Swan?»

Sin responder, Emma atrajo a la morena hacia ella y la besó apasionadamente mientras caminaban hacia uno de los baños. Sin dejarle tiempo a Regina para reaccionar, ella cerró la puerta, le pasó el cerrojo y empotró a su compañera contra la dura madera

«¿Te has duchado sin mí...?»

«Sí, ¿y?»

«¿Sabes que es perjudicial contrariar a una mujer embarazada?» dijo Emma acercando sus labios al cuello de la morena

«No, no lo sabía. ¿Vas a castigarme?» contestó Regina con voz ronca

«¡Voy a hacer algo mejor que eso!»

La rubia mordisqueó el cuello de su compañera mientras le acariciaba las caderas. La joven no pudo evitar gemir de placer. Y sin que Regina se lo esperara, Emma bajó su pantalón y sus bragas y se los quitó. La rubia lamió ávidamente el sexo de su compañera mientras que esta se aferraba a sus cabellos, incitándola a ir más lejos. Emma separó un poco los labios húmedos de Regina para introducir su lengua más profundamente.

«Em'»

La morena jadeaba bajo las dulces caricias de su compañera y se mordía el labio para no gritar de placer. La rubia se elevó despacio, quitándole la camisa a la joven y se precipitó a los pezones duros por la excitación. Emma podía sentir hasta qué punto estaba ella misma húmeda y quería que Regina la tocase, pero en ese momento escuchó voces al otro lado de la puerta. Se quedó parada al mismo tiempo que la morena. Al ver la frustración en el rostro de su compañera, la rubia le sonrió maliciosamente y la besó lánguidamente. Descendió su mano y la apoyó en el sexo de Regina, que emitió un débil gemido. Emma introdujo dos dedos y comenzó un lento movimiento de penetración que era una tortura para la morena. Emma rompió el beso y miró intensamente a Regina. Puso una mano en la boca de la morena y aceleró los movimientos en su interior. La morena estaba al borde del precipicio y no iba a tardar en correrse. La mano de la rubia ahogaba sus gritos y le daba las gracias por haber tenido esa idea brillante. Sin aguantar más, cerró los ojos y se dejó ir. El orgasmo la recorrió de los pies a la cabeza y habría caído de rodillas si Emma no hubiese estado ahí para sujetarla. Regina recobró poco a poco su respiración y volvió a la realidad. La calma había vuelto, estaban de nuevo solas. Miró a Emma sonriendo y no pudo evitar poner sus labios sobres los suyos para iniciar otro encuentro apasionado. La rubia estaba en el cielo y tenía una boba sonrisa en el rostro

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora