Parte sin título 8

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A la mañana siguiente, Emma se despertó con pequeños golpes en la puerta. Gruñó antes de abrir los ojos y vio que David estaba de pie cerca de ella.

«Regina te ha respondido» dijo él tendiéndole la nota

La rubia la cogió deprisa. Recorrió el trozo de papel sonriendo bobamente como una adolescente que quince años que recibe su primera carta de amor.

«Yo también adoré besarte y me gustaría tanto volver a hacerlo, si estás de acuerdo, por supuesto...Me mantendré por ti, por nosotras...Regina»

Ella saltaba por la celda bajo la mirada divertida del guardia.

«¿Puedo responderle?»

«Sí, se lo daré cuando la vea»

«¿Cuándo? ¿Esta noche?»

El joven asintió. Emma escribió una nueva nota y se la dio a David. En ese momento la sirena sonó anunciado el desayuno. El guardia salió y Emma se dirigió hacia el refectorio...

Regina estaba echada sobre el duro colchón que le servía de cama. Le dolía todo el cuerpo y tenía hambre a pesar de los bombones que David le había dado la víspera. La morena cerró los ojos y pensó en la nota que Emma le había enviado. Apenas la conocía y sin embargo ya sentía muchas cosas hacía ella, pero no sabía si era amor o simplemente atracción. Todo lo que sabía es que le había gustado besarla y que quería volver a hacerlo sin parar. La puerta se abrió bruscamente e hizo sobresaltar a la joven

«¡La siesta se ha acabado!»

Jefferson estaba ahí, de pie, con una bandeja de comida en la mano. Por una vez no tenía el aspecto de papilla y olía bien. El vientre de la morena resonó nada más ver el plato: puré de papas, una hamburguesa y judías verdes. Regina se levantó para coger el plato, pero antes de que alcanzara al guardia, este lo dejó caer al suelo.

«Oops» dijo sonriendo

La morena lo fusiló con la mirada y antes de poder dar un paso hacia atrás, recibió una tremenda bofetada

«¡No me mires así!»

Regina se frotó la mejilla y se dio cuenta de que el labio le sangraba. El guardia lanzó una mirada a la comida que estaba por el suelo

«Harías mejor en comer antes que se enfríe»

La joven tenía ganas de estallar en llanto, pero no le daría esa satisfacción. Siguió la mirada de Jefferson y se dijo que tenía tanta hambre que le daba igual que la comida estuviera por el suelo. Como si el joven le hubiera leído el pensamiento, dio un paso hacia un lado y pisoteo el contenido del plato.

«Creo que será mejor así» dijo «¡Buen apetito!»

Y salió sin pedir las sobras dejando a Regina con su angustia. Se volvió a sentar en la cama y se hundió en lágrimas. No comprendía ese repentino giro de la situación. Estaba encerrada, sola, sin nadie con quien hablar y es como si no fuera suficiente. Si Jefferson volvía y continuaba con su juego, la joven no estaba segura de poder soportarlo...

Dos días habían pasado desde que Emma había recibido la nota de Regina y no había tenido noticias de David desde entonces. Eso comenzaba a inquietarla de verdad. Sin embargo, la rubia había buscado al guardia por todos lados, sin éxito. Decidió ir a ver a la única persona capaz de ayudarla: Mary Margaret. Era mediodía, Emma acababa de terminar su trabajo en la lavandería y se dirigió directamente a la enfermería. La pequeña morena leía unos documentos, levantó la cabeza al escuchar a la prisionera aclararse la voz.

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora