Parte sin título 37

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«Tiene una llamada desde la prisión de Boston, ¿la acepta?»

«¡Sí!»

Emma esperó algunos segundos antes de escuchar la voz de Regina al otro lado del hilo.

«¿Diga? ¿Emma?»

«Estoy aquí» dijo ella sonriendo

«¿Cómo te sientes? Mary Margaret me ha dicho que no te encontrabas muy bien»

«Sí, me dolía la espalda, pero tu padre me dio un masaje con una crema calmante, así que ahora estoy mejor»

«Entonces, me quedo más tranquila»

Un silencio se instaló antes de que la rubia retomara la palabra

«Henry me ha contado lo de tu juicio. ¡Es genial!»

«Sí, esta tarde me ha visitado mi abogado, te confieso que estoy contenta, pero al mismo tiempo tengo miedo»

«Es normal, mi amor. ¿Crees que habrá posibilidad de que salgas para asistir al parto?»

«No lo sé, no tengo ganas de ilusionarme y después llevarme una decepción. Ya veremos»

La rubia no podía evitar sonreír tontamente imaginándose a Regina a su lado durante el nacimiento de su hijo.

«Sí, tienes razón. Ah, mañana iré a verte un poco más tarde. Tu padre tiene cota con tu abogado y voy a acompañarlo»

«¡Oh! Muy bien, sin problema. Me dijo que Gold se presentaría como acusación particular»

«¡Qué cabrón!» se enfadó Emma

«No me sorprende, mi madre era su amante y desde que ha sido despedido, ha tenido tiempo para buscar una estrategia para vengarse de mí»

«Espero que ganemos, eso le parara los pies a ese cerdo»

Regina se echó a reír

«Cariño, cálmate, no es bueno para el bebé»

«Lo sé. Perdón. Te echo de menos, lo sabes...»

«Yo también te echo mucho de menos. Estaba triste por no verte hoy, menos mal que Ariel estaba ahí»

«¿Consigues soportarla?»

«Depende de los días»

La rubia estalló en risas, no podía imaginarse a su mujer y a su amiga en la misma celda, aunque prefiere saber que Regina está con Ariel y no co Milah.

«Emma, te tengo que dejar»

«De acuerdo, cariño, que tengas una buena noche, piensa en mí»

Regina sonrió

«Buenas noches y yo pienso en ti si cesar. Te amo. Hasta mañana»

«También te amo. Hasta mañana»

Emma esperó a que su novia colgara y se recostó en la cama, tapándose bien con el cobertor. Se giró hacia la ventana y contempló el cielo antes de acabar hundiéndose en los brazos de Morfeo.

Al día siguiente, por la mañana, Emma se despertó con un delicioso aroma a tortitas. Su vientre se puso a rugir furiosamente y decidió levantarse. Una vez en la cocina, se sirvió una taza de café y tomó un plato con dos tortitas. Henry estaba allí, con una sonrisa en los labios.

«Buenos días Emma, ¿cómo estás esta mañana? ¿No más dolor de espalda?»

«Estoy perfectamente bien. El bebé se porta mejor y mi espalda me hace sufrir menos. ¿Y tú, has dormido bien?»

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora