Parte sin título 9

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David llegó al ala donde se encontraba Regina. Estaba oscuro y silencioso. Sintió escalofríos, no le gustaba ir allí, lo encontraba tétrico y algunas prisioneras allí encerradas no hacían sino chillar durante todo el día. Pero esa noche, extrañamente todo estaba en calma. El guardia atravesó el largo pasillo que llevaba a la celda de la morena. Abrió la ventanilla y lo que vio le heló la sangre: Regina estaba echada en el suelo, la espalda ensangrentada e inconsciente. Sin esperar, abrió la puerta y se precipitó al interior. Se arrodilló y tomó a la joven en sus brazos

«Regina, ¿me escuchas?»

Ninguna respuesta. El joven estaba estupefacto al ver en qué estado se encontraba la morena

«Regina, despiértate» dijo sacudiéndola ligeramente

Sin tener respuesta, se quitó su chaqueta para ponérsela alrededor a la detenida, que estaba casi desnuda. La levantó delicadamente y la sacó de la celda

«¡Mantente, te lo ruego, no es el momento de dejarnos, Mills!»

David caminaba tan rápido como podía para llegar a la enfermería a tiempo. Cuando llegó, abrió la puerta de una patada

«¡Mary Margaret!»

La pequeña morena se precipitó sobre Regina

«¡Oh Dios mío! ¿Qué ha sucedido?»

«Escucha, no es el momento de preguntas, ¡tienes que salvarle la vida!»

«Acuéstala en la camilla del fondo»

El guardia obedeció

«Voy a ponerle una perfusión, ¡está deshidratada! También voy a inyectarle un sedante para poder desinfectarle las heridas de la espalda. ¿Quién ha podido hacer una cosa como esta?»

«¡No lo sé!»

Mary Margaret pinchó a Regina en el brazo y le inyectó la morfina para rebajar el dolor de la joven. Espero a que hiciera efecto antes de poner a la morena de lado y comenzar los cuidados. El dolor era tan lacerante a pesar de los calmantes que Regina se despertó y se puso a gritar. La enfermera detuvo sus gestos

«Oh, te has despertado» dijo dando la vuelta a la camilla para verla cara a cara

«¿Quién ha sido el loco que te ha hecho esto?» preguntó David

Regina quería hablar, pero tenía la boca seca y su garganta le quemaba. La pequeña morena comprendió y fue a buscarle un vaso de agua. Después de haber bebido algunos sorbos que le hicieron un verdadero bien, la detenida articuló

«Jeff...»

No tuvo necesidad de decir más, David había comprendido

«¡En cuanto lo vea, lo destrozo!»

«David, ¡no es el momento! Lo que importa ahora es que Regina se recupere»

«Sí, tienes razón»

La enfermera posó sus ojos sobre la morena que había cerrado los ojos.

«Regina, necesito desinfectarte las heridas, te va a doler, pero no queda otra»

La joven asintió débilmente. Mary Margaret se situó detrás de ella y cogió una compresa que aplicó sobre la espalda de la morena. Regina apretó los dientes y no pudo evitar agarrase a lo primero que tuvo a mano, es decir, a David. Ella le agarró la mano tan fuerte que el hombre creyó que iba a gritar del dolor. Una vez que hubo acabado, la pequeña morena miró a su compañero, incómoda

«David, tienes que salir un momento, tengo que comprobar que ella no ha sido...en fin, ya sabes...»

«Sí» dijo con tono grave

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora