Parte sin título 36

1.1K 111 3
                                    


Dos meses más tarde, una mañana soleada, Emma se encontraba en su cama. No tenía fuerzas para levantarse, se sentía muy mal. Su gran vientre comenzaba a pesarle y le dolía la espalda.

«¡Mierda, tengo ganas de que salgas de ahí ya!»

Como una única respuesta, ella recibió una patada por parte del bebé, resopló llena de frustración. No soportaría un mes más. La rubia escuchó que tocaban a la puerta.

«Entra» murmuró ella

Henry entró y se sentó a la cabecera de la joven.

«Emma, son casi las once, comenzaba a preocuparme. ¿Va todo bien?»

«No, no va bien» se quejó ella «me duele la espalda, los riñones, ya no puedo más con esta barriga, y el bebé está insoportable, no deja de moverse»

El hombre, en un gesto de cariño, puso su mano sobre el brazo de su nuera.

«No te muevas, te voy a poner una crema efecto calmante en tu espalda, eso debería aliviarte»

Emma asintió. Henry salió unos minutos antes de volver con un tubo en las manos.

«Ponte de lado»

La joven así lo hizo y levantó un poco la chaqueta del pijama. Henry comenzó a masajear delicadamente la parte baja de la espalda de la rubia. Esta emitió un suspiro de confort.

«Creo que sería preferible que no vayas hoy a ver a Regina» dijo él con voz dulce

«¡No! Quiero verla»

«Emma, no es razonable, no estás bien, tienes que descansar. Mañana la verás»

La rubia no pudo evitar que las lágrimas se deslizasen por sus mejillas. Ya no aguantaba más esa situación, le gustaría tanto tener a Regina a su lado.

«No soporto tener que verla en el locutorio. Me gustaría que estuviera aquí para apoyarme, ocuparse de mí y tranquilizarme en mis momentos de duda»

«Lo sé» dijo él con tristeza «Pero yo cuidaré de ti hasta que Regina vuelva»

Emma se calló durante un momento, aliviada por las palabras de su suegro.

«Me gustaría ayudarla a huir»

Henry sonrió continuando con su masaje

«Entonces, no olvides tatuarte los planos de la cárcel en tu cuerpo»

«Menos mal que estás ahí para recordármelo» dijo la rubia sonriendo.

Rieron los dos ante la broma antes de ponerse serios nuevamente

«¿Te sientes mejor?»

«Sí, muchas gracias»

«¿Quieres que te traiga algo de comer?»

«No, solo un chocolate caliente a la canela»

«De acuerdo, en seguida te lo traigo»

«Gracias»

Henry salió y Emma se colocó bien la chaqueta del pijama. Se tapó con el cobertor hasta la barbilla a pesar del calor que reinaba en el cuarto. La rubia se preguntó qué habría sido de ella si el padre de Regina no hubiera aceptado alojarla en su casa. Había tenido una suerte extrema al haber dado con un hombre como él. Giró la cabeza hacia la ventana y suspiró. Hacía dos meses y medio que estaba separada de Regina y debía esperar aún doce largos años para recuperar los reconfortantes brazos de su mujer. ¿Mantendría el tipo? Cada vez estaba menos segura. La falta de la morena era cada vez más difícil de soportar. Cerró los ojos e intentó hallar el sueño esperando soñar con su novia y con su vida futura a su lado.

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora