Parte sin título 45

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Regina pisaba el acelerador como una loca para llegar lo más rápido posible al hospital. Emma gemía de dolor en el asiento de al lado.

«Regina, date prisa, me duele mucho. Va a salir, lo siento»

«No digas tonterías, el que hayas roto aguas no quiere decir que el bebé vaya a nacer en los cinco minutos siguientes»

«¡Ay!»

La rubia había puesto su mano izquierda en el muslo de su compañera y la apretaba cada vez que sentía una contracción. Regina apretaba los dientes para no gritar de dolor. Hacía zigzag a través de los coches, todos le pitaban, pero le daba igual. Cuanto antes llegaran al hospital, antes se tranquilizaría. Finalmente, después de casi haber chocado con tres coches y llevarse por delante una bicicleta, la morena se paró delante de la puerta principal. Abrió su puerta a toda velocidad, dio la vuelta a la berlina negra de su padre y ayudó a Emma a bajar. Tiró las llaves a un tipo que estaba fumando

«¡Apárquelo y si piensa robarlo, créame, le encontraré y le arrancaré el corazón! Y después entregue las llaves en recepción»

El hombre asintió, la boca entreabierta. Las dos mujeres penetraron en el hall y Regina llamó a un médico

«¡Rápido, mi mujer está a punto de dar a luz!»

Una enfermera se acercó a ellas con una silla de ruedas para que la rubia pudiera sentarse. Un médico de unos treinta años, cabellos rubios, se precipitó sobre Emma

«Buenos días, soy el doctor Whale, ginecólogo, yo me ocuparé de usted, ¿señorita...?»

La joven no respondió, tenía los ojos como platos y giró la cabeza hacia su novia, la mirada suplicante

«Regina, por favor, ¡no dejes que este perverso me toque!»

La morena puso los ojos en blanco, exasperada

«¡Emma, es ginecólogo, ve mujeres desnudas todos los días sin malos pensamientos, así que déjate de tonterías y escúchalo!»

Emma bajó los ojos como una niña pequeña a la que acaban de sermonear. Regina se enderezó y se dirigió al doctor Whale

«Se llama Emma Swan y ha roto aguas hace unos 20 minutos»

«Muy bien. Llévenla a la sala uno» dijo a una de las enfermeras

La mujer así lo hizo mientras que la rubia se giraba, asustada

«¡Gina! ¿Vienes conmigo, no?»

«Claro, por supuesto que voy, ¿a dónde quieres que vaya?»

La ex presa tomó la mano de su compañera hasta que llegaron a la sala. Algunas enfermeras ayudaron a Emma a subir a la camilla. La comadrona llegó y se presentó

«Buenos días, me llamo Zelena. Voy a examinarla para ver cuánto ha dilatado»

Emma la miró perpleja, no estaba nada tranquila

«Cinco centímetros. No es suficiente, habrá que esperar un poco, señorita Swan»

Una contracción llegó y la rubia lanzó un grito

«¿Espera cuánto tiempo? ¡Me duele mucho!»

«El tiempo necesario hasta que su cuello uterino llegue a los 10 centímetros»

Emma resopló ante la frustración. Estaba harta, quería que su hijo saliera ya.

«Las dejo» dijo la comadrona «vendré a comprobar cada media hora»

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora