Parte sin título 41

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Emma daba vueltas en la sala esperando a Regina. Estaba angustiada pensando en qué estado encontraría a su compañera. Pensó en lo que le había dicho Ariel y sintió una furia apoderarse de ella. Si Milah se encontrara en ese momento delante de ella, ¡la habría matado con sus propias manos! La rubia se sentía terriblemente culpable por no haber estado ahí para su novia, la ponía enferma. Al cabo de interminables minutos, la puerta se abrió finalmente y Emma vio a David aparecer, sosteniendo a Regina por la cintura.

«Está todavía un poco dormida, Mary Margaret le dio un somnífero»

El guardia dejó a la presa sobre la cama y Emma se precipitó sobe ella

«De acuerdo, yo me ocupo de ella. Gracias David»

«Os dejo, si necesitas algo, solo tienes que tocar fuerte en la puerta»

«Ningún problema»

El joven le sonrió antes de salir. Emma entonces posó su mirada en Regina. Esta tenía los ojos cerrados. La rubia acarició delicadamente los hematomas de su rostro, mordiéndose el labio para no romper a llorar.

«Oh mi amor, ¿qué te ha hecho?»

La morena se movió débilmente y abrió despacio los ojos

«¿Emma?» dijo con un hilo de voz

«Sí, soy yo, cariño»

Regina atrajo a la rubia hacia ella y se hundió en lágrimas. Emma intentó tranquilizarla susurrándole dulces palabras.

«Tengo tanta vergüenza» dijo la presa entre sollozos

«No, no digas eso. No habrías podido hacer nada para defenderte. Esa zorra es alta y además te golpeó antes de que pudieras reaccionar. ¡Regina, te juro que si estuviera aquí, la mataría en este mismo instante!»

La morena esbozó una sonrisa e intentó secar sus mejillas humedecidas por las lágrimas.

«¿Cómo lo has sabido?»

«Me pareció algo endeble la excusa de la gripe, entonces decidí venir aunque fuera para ver a Ariel»

«¿Entonces, Ariel te ha contado todo?»

«Sí. Al principio se inventó una excusa, pero se siente tan culpable por no haber podido ayudarte que me lo confesó todo»

Regina estrechó su abrazo alrededor de la rubia y la atrajo a la cama junto con ella. Imágenes de Ariel echándose sobre Milah para venir en su ayuda vinieron a su memoria. Desgraciadamente, la pelirroja tampoco pudo con la otra.

«Cuando me enteré de todo» continuó Emma «sentí la necesidad visceral de verte. Salí del locutorio y le pedí a Henry que llamase a August para poderte estar contigo a solas»

«¿Mi padre está aquí?» dijo Regina, asustada ante la idea de que él se enterara de lo que le había sucedido.

«Sí, pero no le he dicho nada, me espera fuera»

«¡Oh!»

«El director general aceptó y heme aquí»

La morena sonrió y clavó sus ojos en los de la joven. Emma observaba casa detalle de la presa. No podía separar sus ojos del ojo amoratado de su compañera. Con un gesto tierno, se lo rozó con la punta de los dedos. Regina gesticuló ante el dolor

«Perdón» dijo la rubia en voz baja

«Emma, bésame. Necesito sentirte cerca de mí»

La rubia acercó dulcemente su rostro al de su futura mujer, apoyó una mano sobre su mejilla y depositó un tierno beso en sus labios. Regina gimió ante ese contacto y no pudo evitar que nuevas lágrimas se derramasen. Abrió la boca y pasó su lengua, pidiendo el acceso a la de Emma. Sus lenguas se rozaron, se tocaron casi tímidamente antes de entablar un lánguido baile. La presa se sentía revivir y casi pudo olvidar lo que le había pasado el día anterior. Se sentía segura en los brazos de la rubia. Sin aliento, acabaron por separarse, y Regina hundió su rostro en el cuello de la joven. Se quedaron en silencio durante un momento antes de que Emma se diera cuenta de que su compañera se había quedado dormida. Le acarició el brazo, subiendo hasta su rostro para acabar su recorrido en los cabellos negros de la joven. Emma también acabó por dormirse.

RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora