SUGERENCIAS PARA LA LECTURA DE NARRATIVA, TEATRO Y POESÍA

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Cómo leer narraciones

El primer consejo que quisiéramos dar para la lectura de una narración es el siguiente: leerla con rapidez y sumergiéndose en ella por completo. Lo ideal sería leerla de una vez, algo que raramente pueden hacer las personas muy atareadas, sobre todo en el caso de las novelas largas. No obstante, habría que aproximarse al ideal condensando la lectura de una buena narración en el menor tiempo posible, pues de otro modo se olvida lo que ha ocurrido y se difumina la unidad de la trama.

Hemos sugerido leer con rapidez y sumergiéndose por completo en el tema, y también hemos destacado la importancia de dejar que una obra incida en nosotros. A esto nos referimos con la última frase: permitir que los personajes entren en el corazón y en la mente, dejar en suspenso la incredulidad, si tal es el caso, acerca de los acontecimientos. El lector no debe condenar algo que hace un personaje antes de haber comprendido por qué lo hace, y aun entonces debería pensárselo dos veces. Ha de intentar por todos los medios vivir en el mundo del personaje, no en el suyo, porque allí las cosas que aquél hace pueden resultar comprensibles, y no juzgar el mundo como un todo hasta haberse asegurado de que «ha vivido» en él hasta el extremo que su capacidad le permita.

Como ya hemos señalado, los términos de una narración son sus personajes e incidentes. El lector debe familiarizarse con ellos, ser capaz de distinguirlos. Pero al llegar a este punto quisiéramos decir unas palabras de advertencia, tomando como ejemplo Guerra y paz.

Muchos lectores empiezan esta novela y se sienten abrumados por el gran número de personajes que van conociendo, debido sobre todo a sus extraños nombres. Al poco tiempo abandonan la lectura, convencidos de que nunca serán capaces de distinguir las complicadas relaciones, de saber quién es quién. Esto se puede aplicar a toda gran novela, y si se trata de una obra realmente buena, lo entendemos como aplicable a la más grande posible.

A estos lectores tan pusilánimes no se les ocurre pensar que les sucede exactamente lo mismo cuando van a una ciudad nueva cambian de colegio o de lugar de trabajo, o incluso cuando llegan a una fiesta. En esas circunstancias no se rinden; saben que al cabo de poco tiempo los individuos empezarán a hacerse visibles entre la masa, que aparecerán amigos entre la multitud anónima de compañeros de trabajo, de clase o entre los invitados. Tal vez no recuerden el nombre de todas las personas que han conocido en una fiesta, pero sí recordarán el del chico con el que estuvieron hablando durante una hora, o el de la chica con la que quedaron para salir al día siguiente, o el de la señora cuyo hijo va al mismo colegio que el suyo. Pues bien; lo mismo ocurre en una novela. No podemos esperar recordar a todos los personajes; muchos de ellos sirven de simple telón de fondo, como respaldo de las acciones de los protagonistas.

Sin embargo, cuando terminamos de leer Guerra y paz, o cualquier gran novela, sabemos quiénes son importantes y no los olvidamos. Pedro, Andrés, Natacha, la princesa María, Nicolás... lo más probable es que los nombres nos vengan inmediatamente a la memoria, aunque haga muchos años que hayamos leído la novela de Tolstói.

Una narración es como la vida misma, y en la vida no esperamos comprender los acontecimientos en cuanto ocurren, al menos con absoluta claridad, pero al volver a examinarlos sí los entendemos.

De igual modo, cuando el lector de una narración vuelve a examinarla una vez que ha terminado de leerla, comprende la relación de los acontecimientos y el orden de las acciones.

En las narraciones -novelas, epopeyas y obras teatrales- suele existir la justicia. Las personas reciben lo que se merecen: el autor, que es como un dios para sus personajes, se encarga de que sean recompensadas o castigadas según sus verdaderos méritos, o eso es lo que suele ocurrir al menos en las buenas narraciones. Uno de los elementos más irritantes de una mala narración es que sus personajes parecen recibir recompensas y castigos sin ton ni son. El buen narrador no comete errores. Es capaz de convencernos de que se ha hecho justicia, justicia poética.

Cómo Leer Un Libro  (Mortimer J. Adler Y Charles Van Doren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora