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¿Cuáles son las reglas interpretativas para la
lectura de obras de ficción?

La anterior reflexión sobre la diferencia existente entre el uso poético y el lógico de la lengua nos prepara para trasladar a este terreno las reglas encaminadas a encontrar los términos, argumentos y proposiciones. Sabemos que no deberíamos hacer semejante cosa, pero sí algo análogo.

1) Los elementos de una obra de ficción son los episodios e incidentes, los personajes y sus pensamientos, discursos, sentimientos y acciones, cada uno de los cuales constituye un elemento del mundo creado por el autor, que cuenta una historia manipulándolos en su totalidad. Son como los términos del discurso lógico. Al igual que el lector ha de llegar a un acuerdo con el autor de un ensayo, en este caso debe familiarizarse con los detalles de los acontecimientos y los personajes. No se habrá comprendido una narración hasta conocer a sus personajes, hasta haber vivido los acontecimientos por los que ellos han pasado.

2) Los términos están vinculados en proposiciones. Los elementas de las obras de ficción se vinculan mediante el escenario o
telón de fondo contra el que se recortan, como en relieve. Ya hemos
visto que el escritor de esta clase de obras crea un mundo en el que
sus personajes «viven, se mueven y son ellos mismos».

3) Si existe algún movimiento en un libro de ensayo, es el del
argumento, una transición lógica desde las pruebas y razones a las conclusiones que ellas respaldan. En la lectura de tales libros, hay que seguir el argumento, y, una vez descubiertos los términos y las
proposiciones, comenzar la tarea de analizar el razonamiento. Existe
un último paso análogo a éste en la lectura de ficción. El lector ya se ha familiarizado con los personajes, se ha reunido con ellos en el mundo imaginario que habitan, ha aceptado las leyes de su sociedad, respirado el mismo aire que ellos, probado su comida, viajado por sus carreteras, y a continuación debe seguirlos en el transcurso de sus aventuras. El escenario o telón de fondo, el marco social, constituye (como la proposición) una especie de conexión estática de los elementos de la obra de ficción. Según Aristóteles, la trama es el
alma de una narración, su vida. Para leer bien un relato hay que tomarle el pulso, ser sensible a cada latido.

Antes de pasar de los equivalentes de la ficción a las reglas interpretativas de su lectura, quisiéramos advertir al lector que no examine la analogía demasiado minuciosamente. Una analogía de
este tipo es como una metáfora que se desintegraría si se la forzase
demasiado. Los tres pasos que hemos sugerido perfilan la forma en que vamos tomando progresivamente conciencia de los logros artísticos de un escritor, y, lejos de disminuir el disfrute de una novela o una obra teatral, deberían enriquecer el placer de la lectura, al conocer íntimamente las fuentes de ese deleite. El lector no sólo sabrá qué le gusta, sino por qué.

Otra precaución: las reglas anteriormente formuladas se aplican fundamentalmente a las novelas y las obras teatrales, así como a los poemas líricos en la medida en que contienen una línea narrativa; pero también a los poemas líricos no narrativos, si bien la conexión es mucho menos estrecha. Una composición de este tipo supone la representación de una experiencia concreta, al igual que una oración larga, y trata de recrearla en el lector.
Incluso el poema lirico más breve tiene un principio, un intermedio y un final, al igual que hay una secuencia temporal en toda experiencia, por breve y etérea que ésta sea. Y aunque en un poema lírico breve el elenco puede ser muy reducido, siempre existe al menos un personaje, el narrador.

En tercer y último lugar, ¿cuáles son las reglas críticas para la lectura de ficción? El lector quizá recuerde la distinción que establecimos en las obras de ensayo, entre las máximas generales que rigen la crítica y una serie de puntos concretos, de comentarios críticos específicos. Respecto a las primeras, podemos formular la analogía mediante una trasposición. Si entonces aconsejábamos no criticar un libro -no decir si se está de acuerdo o en desacuerdo con él- hasta poder decir que se lo ha comprendido, ahora recomendamos lo siguiente: no criticar una obra de literatura imaginativa hasta haber apreciado plenamente lo que el autor ha intentado hacernos experimentar.

De lo anterior se desprende un corolario importante. El buen lector de una narración no pone en tela de juicio el mundo creado por el autor, el mismo mundo que se recrea en su interior. Debemos admitir el tema, la idea, el donné del artista; nuestra critica sólo se aplica a lo que hace con todo ello», dice Henry James en El arte de la ficción. Es decir, debemos limitarnos a apreciar el hecho de que un escritor desarrolle su narración en París, por ejemplo, y no objetar que habría sido mejor en Minneapolis, pero tenemos derecho a criticar lo que hace con los parisienses y con la ciudad que presenta. . .

En otras palabras, hemos de recordar que con la literatura Imaginativa no podemos coincidir ni disentir; o nos gusta o no nos gusta. El juicio crítico en el caso del ensayo se refiere a la verdad que encierra, mientras que en la crítica de la literatura hemos de tener en consideración fundamentalmente su belleza, y la belleza de cualquier obra de arte está relacionada con el placer que nos proporciona cuando la conocemos bien.



A continuación vamos a reformular las máximas de otra manera.
Antes de expresar sus gustos y sus aversiones, el lector debe
tener la certeza de haber realizado un esfuerzo honrado para apreciar
el libro. Con apreciación nos referimos a tener la experiencia
que el autor ha intentado producir influyendo sobre las emociones y
la imaginación del lector. Por consiguiente, no se apreciará una novela si se lee pasivamente (como ya hemos señalado, hay que leerla apasionadamente), como tampoco se comprenderá una obra de filosofía.
Para llegar a la apreciación, al igual que en el caso de la comprensión, hay que leer activamente, y esto significa llevar a cabo todos los actos de la lectura analítica que hemos perfilado brevemente.
Una vez realizada dicha lectura, se ha alcanzado suficiente competencia como para juzgar, y, naturalmente, el primer juicio estará relacionado con el gusto. Podremos decir no sólo que nos gusta o disgusta un libro, sino también por qué. Por cierto que las razones que se aduzcan tendrán cierta relevancia crítica respecto al libro, pero en su primera expresión es más probable que se refieran al propio lector -a sus preferencias y prejuicios- que al libro. Por tanto, para llevar a cabo la tarea de la crítica, el lector tiene que objetivar las reacciones señalando las cosas del libro que las han provocado, y pasar de decir qué le gusta o desagrada a él y por qué a decir qué tiene de bueno o de malo el libro y por qué.
Cuanto mejor logre discernir las causas del placer que le produce leer ficción o poesía, mejor conocerá las virtudes artísticas de la obra literaria. Poco a poco irá desarrollando una pauta para realizar la crítica, y probablemente encontrará a gran número de personas con sus mismas preferencias con quienes compartir sus juicios críticos, e incluso descubrirá que cualquiera que aprenda a leer puede adquirir el buen gusto en literatura.


Cómo Leer Un Libro  (Mortimer J. Adler Y Charles Van Doren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora