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Notas sobre la tragedia

No merece la pena leer la mayoría de las obras de teatro, en nuestra opinión porque están incompletas. No están pensadas para la lectura, sino para el escenario. Existen infinidad de grandes ensayos, novelas, relatos y poemas líricos, pero sólo unas cuantas grandes obras teatrales. Sin embargo, estas pocas -las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, las obras de Shakespeare, las comedias de Moliere y las obras de algunos dramaturgos modernos- son realmente grandes, porque contienen algunas de las ideas más profundas y ricas jamás expresadas en palabras.

Entre ellas, las tragedias griegas son quizá el hueso más duro de roer para los lectores principiantes. Para empezar, en la antigua Grecia se presentaban tres a la vez, en muchas ocasiones sobre el mismo tema, pero salvo en un caso (Orestiada, de Esquilo) sólo se ha conservado una obra (o varios actos). Además, resulta casi imposible representarlas mentalmente, ya que apenas sabemos nada sobre los directores de teatro griegos. Por si fuera poco, muchas de ellas están basadas en relatos muy populares entre el público de la época pero que en la actualidad sólo se conocen por las obras mismas.

Quisiéramos ofrecer dos consejos que pueden resultar de utilidad.

El primero consiste en recordar que la esencia de la tragedia reside en el tiempo, o, mejor dicho, en la falta de tiempo. Ninguna tragedia griega plantea ningún problema que no hubiera podido resolverse si hubiera habido bastante tiempo, pero nunca ocurre así.

Hay que tomar decisiones y elegir en cuestión de momentos, sin detenerse a pensar ni a sopesar las consecuencias, por lo que, como incluso los héroes trágicos son falibles -quizá más que nadie-, se toman decisiones erróneas. Al lector o espectador le resulta fácil ver qué se debería haber hecho, pero ¿lo habría visto a tiempo? Ésa es la pregunta que siempre hay que plantearse al leer una tragedia griega.

El segundo consejo es el siguiente. Algo que sabemos sobre la escenificación de las obras teatrales griegas es que los actores trágicos calzaban coturnos, que los elevaban varios centímetros por encima del suelo, y que además llevaban máscaras, pero los miembros del coro no calzaban aquéllos, aunque sí a veces llevaban máscaras.

Por consiguiente, la diferencia de estatura entre los protagonistas trágicos y el coro era muy significativa, y al leer los versos recitados por este último siempre hay que imaginar que hablan personas de la misma estatura que el lector, mientras que los recitados por los protagonistas corresponden a gigantes, a personajes que no sólo parecían, sino que de verdad tenían un tamaño superior al humano.

Cómo Leer Un Libro  (Mortimer J. Adler Y Charles Van Doren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora