Capítulo 4: Animantontas.

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El chico que me había defendido de Meredith Waters, me sacó de la fiesta. Me sentía molesta conmigo misma por haber cagado esta oportunidad, realmente quería estar dentro del equipo, pero ahora que le he tirado la bebida en su vestido y prácticamente decirle que se veía como un cadáver con ese vestido, Meredith Waters me odia. El chico se detuvo en el portón de la mansión de Dylan.

- Hemos llegado a tu destino – él indicó, señalando hacia la casa que estaba a nuestras espaldas. Yo todavía tenía cara de perro y estaba cruzada de brazos. No me hacía gracia lo que había pasado allá adentro, era de lo más vergonzoso y terrible que he hecho – Lamento que tus planes sobre unirte al equipo se hayan esfumado, pero conozco a Meredith, puedo hablar con ella y decirle que fue un malentendido.

Negué con la cabeza.

- Conozco a las personas como ella, no te perdonan tan fácilmente, prefiero hacerlo por mi propia cuenta, ahora sólo quiero dormir e intentar olvidar lo que paso – dicho eso abrí el portón, ni siquiera le había dicho el nombre a aquel chico que se había preocupado por mí y espanto (por así decirlo) a Ian – Gracias, me llamo Charlotte.

- Lindo nombre – él me sonrió por última vez y se marchó para regresar nuevamente a la fiesta.

Miro mi muñeca para ver la hora en mi reloj, apenas serán las once de la noche, no es tarde pero ya quiero irme a la cama. Recorrí todo el jardín húmedo, hasta llegar a las escaleras, vi estacionada la 4×4 de Dylan y ahí dentro estaba Walter, leyendo algún periódico, fruncí el ceño y me acerque hasta él. Se me hace extraño que todavía este aquí, ya nadie saldrá de casa a estas horas como para que siga aquí. Le doy algunos golpes a la ventana, para llamar su atención. Cuando él se dio cuenta de mi presencia, bajó la ventana y levantó ambas cejas.

- ¿Se le ofrece algo, señorita Montgomery?

Quería poner los ojos en blanco, ¿qué es eso de señorita Montgomery? Prefiero que me diga Charlotte, aunque sea de lo más desformal, se escucha mucho mejor que señorita. Me siento vieja cuando me llaman así.

- ¿Qué haces aquí? Ya son las once, ¿alguien saldrá?

Walter negó con la cabeza y sus ojos celestes me miraron de pies a cabeza –: Yo me quedó aquí toda la noche, ese es mi trabajo.

¡¿Qué?! ¿Toda la noche? ¿Para qué o qué? Vale, eso no es normal en un chofer, pero tal vez lo sea si es chofer de un multimillonario como Dylan Day. Tal vez lo necesita por si necesita salir de viaje en medio de la noche.

- ¿No duermes? – negó con la cabeza, vale, esto se está poniendo interesante – Dime que al menos tienes un día libre.

- Los jueves – contestó –. No se preocupe, señorita Montgomery, sólo es un empleo.

Claro, un empleo que te explota las veinticuatro horas.

- Vale – giré sobre mis talones para regresar a la casa, pero antes de irme, lo miré por encima del hombro – No me llames señorita Montgomery, Charlotte está más que bien.

Dicho eso, regresé.

La alarma sonó exactamente a las seis y media. Me dolía la cabeza y sentía los párpados pesados, realmente no quería ir al instituto. Y eso que en mi antigua escuela me moría de ganas por siempre ir y llegar puntualmente, pero ahora aquí, no me apetece esa idea. No sé de dónde tome fuerzas, pero me puse de pie para irme a la regadera y darme una buena ducha. Cuando termine de ducharme, saque el horrendo uniforme de mi closet y lo observe detalladamente por al menos, cinco largos minutos, era de lo más horrendo posible. Arrugue la nariz, quería mandarle imágenes a Alex, para que viera lo feo que era a simple vista. Ayer, cuando tuve que probármelo, me sentía una ridículo. No sé si el director del instituto está consciente de que somos adolescentes de más de dieciséis años como para seguir usando un uniforme.

El Libro Negro De Charlotte| EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora