Capítulo 39: Problemas fraternales

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La alarma no dejaba de sonar y los rayos de luz me daban directamente en los ojos. Hice todo lo posible por no despertarme, pero los fuertes golpes en la puerta fueron los necesarios para despertarme. Los parpados me pesaban cuando los abrí y la cabeza me daba vueltas cuando me incorporé en la cama; eran las siete y media de la mañana y la alarma seguía haciendo un escándalo horrendo. Le arrogue una almohada y para mi buena suerte, se cayó al suelo y dejo de hacer ruido. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas se movían debido al aire que está entrando.

Miré hacia un costado de mi cama y no encontré nada, Dylan se había marchado antes de que despertara, genial. Yo no estaba desnuda del todo, al parecer él me había puesto su camiseta, pero estaba desnuda de cintura para abajo. Alguien seguía tocando la puerta como si fuera a tirarla, así que fue el momento para sacar los pies de la cama, cogí rápidamente mis bragas y me las puse al igual que los shorts blancos que me pude la noche anterior para salir al cine. Mi cabeza me pesaba cuando abrí la puerta y me sobresalté al ver a mi madre tras la puerta.

Ella llevaba su uniforme de enfermera, pero no fue eso lo que me sorprendió, sino la cara de pocos amigos que tenía en su rostro. Tenía los ojos rojos e hinchados y unas manchas oscuras se hacían notar debajo de sus ojos color zafiro.

—¿Mamá...?

No fui capaz de terminar la palabra, ya que su pesada mano me golpeó directamente en la mejilla. Ya está, ella se ha enterado que me acosté con su prometido.

El golpe hice eco por todo el pasillo, fue tan rápido que muy apenas lo vi venir. Los ojos se me humedecieron, pero no deje caer ninguna lágrima, estaba pensando que me lo merecía, me merecía eso y mucho más. Las lágrimas cayeron por sus mejillas mientras que su pecho subía y bajaba. Detrás de ella apareció Louis, el cual llevaba puesto el uniforme del instituto, tenía la boca abierta cuando me vio enfrentándome a mi propia madre.

No tenía palabras que darle a mi madre, más que darle la cara. Me pase una mano por mi mejilla, la cual la sentía caliente por el impacto. Ella seguía mirándome como si no me conociera, como si fuese una completa desconocida, como si fuese un alienígena, es como me estaba mirando y no podía culparla por tal cosa.

—Arréglate —dijo levantando la voz—. No querrás llegar tarde a la escuela.

Entonces, las lágrimas cayeron por mis mejillas.

—Mamá...

Levantó una mano y negó.

—No quiero hablar en este momento, Charlotte. Por una vez en tu vida hazme caso y arréglate. Yo mismo te llevare.

Fue lo único que dijo antes de girar sobre sus propios talones y marchase por el pasillo. Pasó a un lado de Louis y ni siquiera se molestó en dirigirle la palabra. Él chico se me quedó mirando con el ceño fruncido, dispuesto a que le explicara que estaba pasando, pero ni siquiera yo sabía que pasaba ahora mismo. Todo había sucedido tan rápido.

—¿Estas bien?

Sentía que me iba a dar un ataque de asma. No podía respirar, se me cerró la garganta. Intentaba respirar con tranquilidad, pero simplemente no podía. Mi vista se nubló debido a las lágrimas y comencé a chillar, ahí mismo.

Louis camino con una velocidad impresionante hacia donde estaba parada y me tomó de los hombros, estaba intentando tranquilizarme, pero estaba tan nerviosa que muy apenas entendía lo que estaba tratando de decirme. El estómago se me revolvió y sentí arcadas. Sin pensarlo dos veces, corrí en dirección al baño y vomite. Me dolía la garganta, no tenía nada en el estómago ya que lo había vomitado anoche, pero sea lo que haya vomito fue lo justo para que todo el cuerpo me doliera. Alguien me estaba tomando el cabello mientras vomitaba y cuando deje de hacerlo, me ayudó a ponerme de pie.

El Libro Negro De Charlotte| EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora