parte 2.3

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Capítulo 15

El ejército, rechazado en Virginia, se retiró a los cuarteles de invierno en el Rapidan; un ejército cansado y desmoralizado después de la derrota de Gettysburg.

Como la Navidad se aproximaba, Ashley vino a casa con permiso. Scarlett, que lo veía por primera vez después de dos
años, se asustó de la violencia de sus propios sentimientos.

Dos años atrás, cuando en el saloncito
de Doce Robles Scarlett presenció la ceremonia que le convertía en esposo de Melanie, creyó que no podría amarlo nunca con más intensidad; pero ahora se daba cuenta de que los sentimientos de
aquella tarde lejana se parecían a los de una niña a la que le quitan un juguete, mientras que actualmente su emoción estaba agudizada por el mucho pensar y soñar y por el silencio que había
tenido que imponerse.

Este Ashley Wilkes, con su uniforme descolorido, con los cabellos rubios tostados por el sol de los veranos, era muy diferente del jovencito distraído y soñador que ella había amado
desesperadamente antes de la guerra.

Estaba flaco y bronceado, mientras que antes era blanco de carnes y esbelto; los largos bigotes rubios que le caían sobre la boca eran la última pincelada
necesaria para componer el retrato de un perfecto soldado.

Se mantenía militarmente erguido en su uniforme, con la pistola en su funda y la vaina del sable curvo golpeando gallardamente las botas altas con espuelas mates: era el comandante Ashley Wilkes C. S. A. (Confedérate States of America).

En él se descubría ahora la costumbre del mando y un aire de autoridad y de seguridad en sí mismo. A los lados de su boca empezaban a dibujarse algunas arrugas.

Había un no sé qué de extraño en el porte resuelto de sus hombros y en el frío brillo de sus ojos.

Mientras en otro tiempo parecía perezoso e indolente, ahora era ágil como un gato, con la continua tensión de quien tiene los nervios siempre tirantes como cuerda de violin.

Sus ojos tenían una expresión de cansancio, y su piel, quemada por el sol, estaba demacrada y adherida sobre los huesos de la cara.

Era siempre su guapo Ashley, pero tan diferente...

Scarlett había proyectado pasar las Navidades en Tara; pero, después del telegrama de Ashley, ninguna fuerza del mundo, ni siquiera una orden de Ellen, habría podido arrancarla de Atlanta.

Si Ashley hubiera pensado ir a Doce Robles, ella se habría apresurado a correr a Tara para estar a su lado; pero él escribió a los suyos que se reuniesen con él en Atlanta; y el señor Wilkes, con India y Honey, habían llegado ya. ¿Ir a Tara y privarse de verlo después de dos años?

¿Privarse del sonido de su voz, privarse de leer en sus ojos que él no la había olvidado? ¡Nunca! ¡Por nada del
mundo!

Ashley llegó cuatro días antes de Navidad, con un grupo de jóvenes de la comarca, también de permiso; un grupo dolorosamente disminuido después de lo de Gettysburg.

Entre ellos estaba Cade Calven, un Cade desconocido que tosía continuamente; dos de los Munroe, excitadísimos
porque aquél era su primer permiso desde el 1861, y Alex y Tony Fontaine, los dos magníficamente embriagados, impetuosos e insultantes.

El grupo fue llevado por Ashley a casa de la tía Pittypat.

—Como si no bastase lo que han peleado en Virginia —observó amargamente Calvert, mirándolos cómo disputaban ya, como dos gallitos, sobre quién había de ser el primero en besar a tía Pittypat, conmovida y lisonjeada

Lo Que El Viento Se LlevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora