Capítulo 23
Cuando o Prissy hubo partido, Scarlett, fatigada, entró en el piso bajo y encendió la lámpara.
La casa abrasaba, como si aún conservase entre sus paredes todo el ardor del día.
Parte del embotamiento de Scarlett se había disipado y ahora su estómago reclamaba alimento.
Recordó que no había comido nada desde la noche anterior, excepto una cucharada de papilla. Empuñó la
lámpara y pasó a la cocina. El fuego se había apagado, pero la estancia se hallaba sofocantemente caldeada aún.Encontró medio panecillo de harina de maíz y lo mordió con avidez mientras miraba en torno buscando otra cosa.
En la olla había quedado un resto de papilla, que devoró con un cucharón de cocina sin esperar a ponerlo en el plato.
La papilla estaba espantosamente sosa, pero tenía demasiada hambre para reparar en ello.
A la cuarta cucharada, el calor de la cocina le pareció tan insoportable que salió con la lámpara en una mano y un trozo de pan en la otra y se dirigió al
vestíbulo.Sabía que debía subir y permanecer junto a Melanie. Si pasaba algo, estaría demasiado débil para gritar. Pero la idea de volver a aquella habitación donde había pasado tales horas de pesadilla le resultaba intolerable.
No, no volvería allí aunque Melanie estuviese muriéndose.
No quería regresar a aquel dormitorio. Colocó la lámpara en el alféizar de la ventana y salió al porche.
Allí hacía mucho más fresco, aunque un tibio calor impregnaba la noche. Se sentó al pie de las escaleras en el círculo de luz proyectado por la lámpara y continuó mordiendo el pan de maíz.
Cuando lo hubo terminado, recuperó parte de sus fuerzas, y con ellas sintió también una nueva punzada de temor. Oía un lejano rumor calle abajo, pero ignoraba en absoluto su significado.
Nada lograba percibir en concreto, salvo un murmullo confuso que se elevaba y decaía. Se esforzó en oír, poniendo en ello tal tensión física que a poco tuvo todos los músculos doloridos.
Ansiaba, más que nada en el mundo, oír un ruido de cascos de caballo, y ver los indolentes ojos de Rhett, siempre tan seguro de sí mismo, burlándose de los temores de ella.
Rhett los llevaría a alguna parte,
no sabía adonde. Ni le importaba.
Mientras aguzaba los oídos en dirección a la ciudad, un débil resplandor brilló sobre los árboles, asombrándola. Lo miró y lo vio aumentar.El oscuro color del cielo se convirtió en rosado y luego en rojo. Súbitamente, una inmensa lengua de fuego se elevó hacia el firmamento por encima de los árboles. Scarlett dio un salto. Su corazón volvía a latir desordenadamente.
¡Habían llegado los yanquis, sin duda! Seguro que ya estaban allí y habían incendiado la ciudad. Las llamas parecían proceder de la zona este del centro de Atlanta.
Se elevaban más cada vez, ensanchándose sin cesar ante los aterrados ojos de la joven.
Debía de estar ardiendo toda una
manzana.Una débil y cálida brisa que acababa de empezar a soplar llevaba a su olfato el olor del humo.
Subió las escaleras y se asomó a las ventanas de su cuarto para ver mejor.
El cielo tenía un ominoso color cárdeno y grandes espirales de humo negro se elevaban sobre las llamas y pendían
sobre ellas como pesadas nubes.
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Lo Que El Viento Se Llevo
RomanceUna novela clásica de la literatura norteamericana de la escritora Margaret Mitchell, que en 1939 fue llevada a la pantalla grande, para volverse inolvidable al ser protagonizada por la gran actriz Vivien Leight. Narra la vida de una bella sureña l...