parte 5.5

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Capítulo 60

Algo iba mal en el mundo, algo sombrío y terrible que lo penetraba todo como
una densa niebla que se espesaba alrededor de Scarlett.

Este malestar era aún más profundo que el causado por la muerte de Bonnie, porque ahora la primera e
insoportable angustia se iba desvaneciendo en la resignación por su pérdida.

Sin embargo, la horrible sensación de que se avecinaba un desastre persistía, como si algo negro y encapuchado estuviera a su lado, como si el suelo se transformara en arena movediza bajo sus pies.

Nunca hasta entonces había conocido esta clase de miedo. Toda su vida sus
pies habían estado firmemente asentados en el sentido común, y las únicas cosas que había temido fueron aquellas que podía ver: heridas, hambre, miseria, pérdida del amor de Ashley.

Ella, que nunca había buscado la razón de las cosas, procuraba ahora analizarlas, pero sin éxito. Había perdido a su hija predilecta, pero esto podía soportarlo, como había soportado otras pérdidas abrumadoras.

Tenía salud, tenía tanto dinero como podía desear, tenía aún a Ashley, aunque lo veía cada vez menos en aquellos días.

Hasta la tensión que había existido entre
ellos desde el día de la desgraciada fiesta de Melanie no la molestaba ya porque
sabía que pasaría. No, su temor no era al dolor, al hambre ni a la pérdida del
amor. Tales temores nunca la habían abatido como este sentimiento de malestar, este fastidioso temor, que era extrañamente parecido al que había sentido en su antigua pesadilla; una espesa y envolvente niebla, a través de la cual corría, con el corazón saltándosele del pecho, como una niña perdida buscando un puerto de refugio invisible para sus ojos.

Recordaba que Rhett había sido siempre capaz de hacerla reír de sus temores.
Recordaba la protección de su bronceado pecho y de sus fuertes brazos. Y por
eso se volvió hacia él con ojos que por primera vez lo veían desde hacía varias
semanas. El cambio que pudo ver en él la dejó estupefacta. Aquel hombre ahora
no iba a reírse de ella, pero tampoco iba a tranquilizarla.

Durante algún tiempo después de la muerte de Bonnie, Scarlett había estado
demasiado ofendida con él, demasiado preocupada por su propio dolor, para
hacer algo más que hablarle cortésmente delante de los criados.

Había estado demasiado ocupada recordando el ruido de las ligeras carreras de Bonnie y su sonora risa, para pensar que él también debía de estar acordándose con dolor aún mayor que el suyo.

Durante aquellas semanas se habían encontrado y hablado tan cortésmente como extraños que se encuentran entre las impersonales paredes de un hotel, compartiendo el mismo techo, la misma mesa, pero sin compartir nunca los unos los pensamientos de los otros.

Ahora, que se encontraba asustada y sola, habría roto esta barrera si hubiera
podido, pero se encontró con que él la mantenía a distancia, como si quisiera no
tener con ella palabras que pasaran a la superficie.

Ahora que el enfado se desvanecía, deseaba decirle que no lo consideraba culpable de la muerte de Bonnie.

Deseaba llorar en sus brazos y decirle que ella también se había sentido
extraordinariamente orgullosa de lo bien que su hija montaba a caballo,
extraordinariamente indulgente con sus hazañas.

Ahora se habría humillado con
gusto y hubiera admitido que sólo le había lanzado aquella acusación instigada por su dolor, como si hiriéndolo a él esperara aliviar su propia herida.

Pero nunca llegaba el momento oportuno. Él la miraba con una mirada inexpresiva que no la invitaba a hablar. Y, una vez aplazadas, las disculpas resultaban cada vez más difíciles de exponer, y, finalmente, imposibles.

Lo Que El Viento Se LlevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora