parte 5.6

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Capítulo 62

Scarlett oyó fuera un murmullo de voces y, acercándose a la puerta, vio a los
asustados negros en pie en el vestíbulo.

Dilcey con los brazos combados por el
peso del dormido Beau, el tío Peter llorando y Cookie secándose con el delantal la cara, húmeda de lágrimas. Los tres la contemplaban, preguntando sin palabras lo que debían hacer ahora.

Miró a través del vestíbulo hacia el saloncito y vio a India y a tía Pitty también de pie, sin hablar, cogidas de la mano. Por una vez, India parecía haber perdido su tiesura. Lo mismo que los negros, ellas también miraban, implorantes, a Scarlett, esperando sus instrucciones.

Se dirigió al saloncito y las dos mujeres se acercaron a ella.

—¡Oh, Scarlett, qué...! —empezó tía Pitty, con su gruesa boca infantil sacudida por un temblor.

—No me hables o empezaré a llorar —dijo Scarlett. Sus nervios destrozados
dieron un tono agudo a su voz, y sus manos se crisparon sobre sus caderas. La
idea de hablar ahora de Melanie, de hacer los preparativos indispensables que siguen a una muerte, le agarrotaba la garganta.

—No quiero oír ni una palabra de ninguno de vosotros. Ante el acento
autoritario de su voz, todos se echaron atrás, con expresión de desamparo en los
rostros. « No debo llorar delante de ellos —pensaba Scarlett—, no debo estallar
ahora, o si no empezarán a llorar también, y los negros empezarán a gritar, y todos nos volveremos locos. Debo dominarme.

Es mucho lo que voy a tener que
hacer. Ver a los empleados de la funeraria, y disponer el entierro, y vigilar que la casa esté limpia, y estar aquí para hablar a la gente que llorará ante mí... Ashley no puede hacer esas cosas. Pitty e India tampoco pueden hacerlas.

Tengo que hacerlas yo. ¡Oh, qué peso tan terrible! Siempre ha sido un peso terrible y siempre lo ha soportado alguien que no he sido yo.»

Miró los rostros doloridos de India y de Pitty y sintió una oleada de contrición.
A Melanie no le gustaría que fuese tan dura con aquellos que tanto la habían
querido.

—Siento haberme puesto así —dijo, hablando con dificultad—. Es
sencillamente que... siento haber estado desagradable. Voy un minuto al porche,
tía. Necesito estar sola. Luego volveré, y haremos... Dio unas palmaditas a tía
Pitty y salió rápidamente por la puerta principal, comprendiendo que, si permanecía un minuto más en aquella habitación, sus nervios saltarían.
Necesitaba estar sola. Y necesitaba llorar o le estallaría el corazón.

Salió al porche oscuro, cerrando la puerta tras de sí, y el aire frío le dio de
lleno en el rostro. La lluvia había cesado y no se oía más ruido que el monótono
caer de las gotas de la parra. El contorno estaba envuelto en una niebla espesa
que llevaba en su aliento el perfume del año que moría. Todas las casas al otro
lado de la calle estaban a oscuras, excepto una, y la luz de una lámpara en la ventana, al caer en la calle, luchaba débilmente con la niebla, con las partículas de oro que flotaban en sus rayos.

Era como si el mundo entero estuviera envuelto en una manta de humo gris. Y el mundo entero estaba en silencio.
Inclinó la cabeza contra una columnita del porche y quiso llorar, pero las
lágrimas no acudieron a sus ojos. ¡Era una desgracia demasiado grande para
llorar! Se estremeció.

Aún resonaban en su imaginación, atronando sus oídos, los derrumbamientos de las dos inconquistables ciudadelas de su vida. Permaneció un rato tratando de requerir las palabras mágicas de su existencia: « Pensaré en todo esto mañana, cuando pueda soportarlo mejor».

Pero las palabras mágicas habían perdido su poder. Ahora tenía que pensar en dos cosas: en Melanie y en
cuánto la quería y la necesitaba, y en Ashley y en la inexplicable ceguera que le había impedido verlo como realmente era. Y sabía que estos pensamientos la
herirían con la misma intensidad mañana y todos los mañanas de su vida.

Lo Que El Viento Se LlevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora